Paredes de edificios que acarrean años de olvido y afean la ciudad

Paredes de edificios que acarrean años de olvido y afean la ciudad

Mientras la capital crece para arriba, aumenta la cantidad de gigantes de cemento que presentan sus laterales desmejorados. Cuánto cuesta pintar en altura a estos gigantes de cemento y por qué casi ningún vecino quiere afrontar ese trabajo.

SIN MANTENIMIENTO. Muchos laterales de edificios tienen muestras de abandono, descascarados y con moho. SIN MANTENIMIENTO. Muchos laterales de edificios tienen muestras de abandono, descascarados y con moho.

A veces basta con levantar la mirada cuando uno camina por el centro. Entonces, nos invade una mezcla de sensaciones. La ciudad está creciendo cada vez más para arriba. Nos asombramos con edificios imponentes, diseños modernos y cuidados. También están las verdaderas obras de arte. Pero no faltan aquellos gigantes de cemento a los que les ganó la desidia y el olvido. Sus altas paredes arruinadas y llenas de moho afean la ciudad.

Opacan la vista de cualquier peatón. Ni hablar de los vecinos que a diario abren la ventana de su dormitorio o salen al balcón y no tienen más opción que soportar esa imagen desagradable todo el tiempo. “Me dan ganas de cruzarme y pintar la pared. Es realmente deprimente, tanto que muchas veces no quiero correr las cortinas y me quedo a oscuras”, confiesa Gabriela Ojeda, quien vive en la calle Córdoba al 500.

En la calle Mendoza al 300 y al 400 hay vecinos que también reniegan. “Creo que hasta me mejoraría el humor si le dieran una mano de pintura al edificio que está frente a mi departamento. Las paredes están todas negras”, describe Victorio Reales. Carolina Alce, que vive en San Juan al 500, propone que el municipio exija a los consorcios tener en buen estado sus fachadas y sus laterales, y que colabore con ellos. “He visto cómo quedaron los complejos de edificios del Instituto Provincial de la Vivienda (IPV), por ejemplo en el barrio Oeste II. Cambió muchísimo el aspecto de esos lugares”, señaló la joven diseñadora. Cada vez que abre las ventanas de su departamento encuentra en el paisaje varios edificios con sus paredes externas desmejoradas.

Alce recordó el viejo refrán “las paredes hablan”. “El impacto comunicativo que tiene una pared es increíble, más la de un edificio en una ciudad. Ojalá hubiera un mayor compromiso para mejorarlos. Mi sueño: que tengan jardines verticales o que haya intervenciones artísticas en estos paredones”, apunta. “¿Sabés qué? Creo que nos cambiaría hasta el humor”, plantea.

¿Hay exigencias?

“La estética es algo muy particular. Así como la Municipalidad no puede exigirle a un vecino que pinte su casa, tampoco puede hacerlo con quienes viven en edificios. Por ordenanza sí hay exigencias que tienen que ver con la construcción accesible, segura y adecuada, y con el mantenimiento de las veredas”, explicó Alfredo Toscano, secretario de Obras Públicas de la Municipalidad capitalina.

Es cierto que hace dos o tres años el municipio encaró las mejoras en las paredes de los complejos de departamentos del IPV en la capital. La intervención les vino bien a los vecinos porque se eligieron colores alegres para cada torre. “Esas obras, que les cambiaron el paisaje a los residentes, corrieron por cuenta de la Municipalidad porque las paredes estaban muy desmejoradas y se trata de complejos habitacionales que no tienen consorcios. Por otro lado, muchos vecinos no tienen los recursos necesarios para un trabajo de este tipo”, señaló Toscano. Los barrios beneficiados fueron El Bosque, El Gráfico y el Oeste II.

“En el área central sí vemos que hay edificios que suman varios años de antigüedad y de desinversión. Es lamentable porque eso contrasta con muchas construcciones nuevas que son realmente bonitas”, detalló. E insistió que para él no es posible obligar el buen mantenimiento de fachadas y costados. Ni siquiera teniendo en cuenta cómo se están apoderando del paisaje estos gigantes de cemento. En la actualidad hay un total de 1.800 construcciones de tres pisos o más. Es más del doble de los que había hace poco más de una década: 870. Hoy, la gran mayoría de los permisos (80%) es para construcciones de uno o dos ambientes en torres que tienen más de siete u ocho pisos.

LA GACETA / FOTOS DE DIEGO ARÁOZ LA GACETA / FOTOS DE DIEGO ARÁOZ

Prioridades

En la lista de prioridades de la mayoría de quienes viven en edificios, en estos momentos, no figura una pintura exterior de la torre. La razón: es un trabajo muy costoso que no se incluye dentro de las expensas ordinarias. Se debe pagar por aparte y hoy este gasto se hace muy difícil de afrontar, explica la contadora Liliana Díaz, titular de la Cámara de Administradores de Consorcios y Propiedades de Tucumán.

No recuerda en los últimos años que se haya encarado un trabajo tan grande que implique pintar los dos laterales, el frente y el contrafrente de un edificio. “De todas formas, es algo que depende de cada consorcio y se decide en asamblea. El municipio no exige este tipo de mantenimiento estético. Es cierto que algunas torres están desmejoradas. Pero en la actualidad, en este contexto de crisis, honestamente lo que más interesa es cubrir los gastos vigilancia, limpieza, encargados y mantenimiento de ascensores”, se sincera.

Paredes de edificios que acarrean años de olvido y afean la ciudad

Costoso y arriesgado

Es de esos trabajos que nadie quiere hacer. Pero que alguien tiene que concretarlo. Ponerse el arnés, el casco, sentarse en una silleta con gancho y dejarse caer de a poco, a gran altura, mientras va pasando rodillos por una pared gigantesca. Como se trata de una actividad de alto riesgo, es muy costosa, cuenta Ángelo Bakoñiki. Desde hace cinco años está en una empresa que se dedica a trabajos de pintura.

“Hemos pintado edificios en altura, pero más que nada por dentro. En los últimos años sólo una torre nos encargó pintarla por fuera. Este es un trabajo que casi nadie lo hace”, señala. El motivo es el costo. Ángelo pone la cuestión es números: para pintar una casa de planta baja un trabajador cobra entre $2.000 y $ 2.500 el día. En altura, esa cifra casi se duplica: cuesta entre $3.500 y $4.000. A esto hay que multiplicarlo por el tiempo que se demora: depende de la cantidad de pisos y del clima (si hay mucho viento o llueve, por ejemplo, no se puede trabajar), dejar una torre prolija por fuera puede tardar entre uno y dos meses.

UNA BUENA EXPERIENCIA. El IPV acordó colores con los vecinos para repintar los exteriores de tres barrios de la capital. UNA BUENA EXPERIENCIA. El IPV acordó colores con los vecinos para repintar los exteriores de tres barrios de la capital.

“Cuesta muchísima plata. Esto no se trata solo de pintar Hay que prepara bien la pared. Algunos edificios que están en muy mal estado; llevan años sin tener mantenimiento. Hay que cepillarlos con escobillón y lijarlos mínimamente. En algunos sectores pueden necesitar yeso si están rotos”, describe. Para él también la estética es fundamental. Porque si las paredes hablan, entonces, tratemos que digan lo mejor.

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