Lo que dura una buena noticia

Lo que dura una buena noticia

08 Mayo 2021

Cada tanto, la utopía de un mundo mejor se asoma entre los seres terrenales. Sucede de manera fugaz, casi imperceptible y la única huella que deja tras su paso son esperanzas de arena que se deshacen con el paso del tiempo. Uno de esos instantes ocurrió esta semana y no fue un hecho aislado, sino que movilizó los intereses de los poderes corporativos del primer mundo: de manera inesperada, Estados Unidos se pronunció a favor de liberar temporalmente las patentes que protegen la producción de las vacunas contra el coronavirus.

Sin dudas, la gestión de Joe Biden tiene por delante un desafío de tamaño colosal al posicionarse contra de uno de los instrumentos clave de la industria de la medicina y el conocimiento. No solo podría enfrentar los intereses de los laboratorios que hoy están inoculando a gran parte del planeta, sino también a aquellas naciones que invirtieron en el desarrollo temprano de las distintas vacunas que buscan sepultar a la pandemia.

La portavoz de este posicionamiento fue Katherine Tai, representante de Comercio de Estados Unidos, quien sostuvo que estamos ante una crisis mundial de salud y, por lo tanto, “las circunstancias extraordinarias de la pandemia de Covid-19 exigen medidas extraordinarias”. Tai se escudó en la tradición liberal de su país y apuntó que el gobierno de Biden cree firmemente en las protecciones de la propiedad intelectual, pero movió todos los tableros al sostener que la administración “apoya la renuncia a esas protecciones para las vacunas para la Covid-19 en servicio de poner fin a esta pandemia”. Las primeras repercusiones del anuncio no resonaron en los organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud o la Organización Mundial del Comercio, entidad que deberá dirimir finalmente este tema, sino en Wall Street, cuando las acciones Pfizer y BioNTech, Moderna o Novavax cayeron con fuerza luego del anuncio de Washington.

A 8.000 kilómetros de la Casa Blanca hubo celebración. El canciller argentino Felipe Solá festejó la iniciativa de Biden de suspender las patentes y sostuvo que dicha decisión implicaba “una gran posibilidad de aumento de la producción” de la vacuna. Más tarde, el propio Alberto Fernández también se pronunció en la misma sintonía. A través de Twitter, el mandatario celebró a Biden y sostuvo que “las vacunas no se han distribuido de forma equitativa en un mundo en el que ganan unos pocos y pierden millones”.

Este rotundo cambio de posición de Estados Unidos es claramente una buena noticia para Argentina y para diferentes países de la región que hoy están más golpeados por la pandemia. Si bien es una enorme posibilidad para acortar los tiempos contra la covid-19, todavía queda un largo recorrido lleno de intersticios que están más intrincados por los intereses geopolíticos que por las posibilidades técnicas de liberar las patentes. Además, como ya adelantaron algunos especialistas, la liberación de las patentes sería solo un primer paso y que el desarrollo masivo de vacunas dependerá del grado de desarrollo de cada una de las regiones. Es decir, todo dependerá, de nuevo, de las condiciones económicas de cada país.

La euforia de los dirigentes locales no es menor tampoco. La mínima posibilidad de que se pueda abrir el juego en la producción de las vacunas alimenta expectativas que ya habían sido descartadas. Pero en la celebración del gobierno argentino también se esconde el fracaso de un plan masivo de vacunación anunciado cientos de veces y de mil maneras. En los tuits de ambos funcionarios está de nuevo la delegación de responsabilidades, pues según su criterio, no fue su gestión la que impidió vacunar en tiempo y forma, fueron otros los que no distribuyeron de manera equitativa. Las dosis siguen llegando a cuentagotas al interior del país, todavía resta inocular a personal médico, y la segunda aplicación todavía parece una fantasía para los tucumanos. En el país quedan en stock solo 220.000 del segundo componente de Sputnik V para casi 3 millones de argentinos que recibieron el primero. Solo en Tucumán, más de 104.000 personas esperan completar la vacunación de la fórmula rusa.

Muchas medidas teñidas de improvisación ensuciaron la última apuesta que tenía la Casa Rosada por tomar las riendas de la pandemia. Por eso, el anuncio sobre las patentes pierde valor estratégico y moral al menos por estas tierras. La decisión de liberar el registro sobre las vacunas se tendrá que tomar en el seno de la Organización Mundial del Comercio, en la que votan 194 países. Allí se medirá el poder de los laboratorios y las naciones. Aquí seguiremos esperando otra escueta partida de vacunas, cruzando los dedos para que al menos nuestros parientes más grandes y los grupos de riesgo queden a salvo. El resto, como siempre, quedará a la deriva del “vamos viendo”.

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