La pelota nunca puede parar

La pelota nunca puede parar

En un sentido, la maratón de partidos de hoy podría tomarse como una vuelta a los viejos tiempos. Cuando el fútbol se jugaba siempre en domingo. Pero sabemos que no es esa la razón. Hubo un tiempo, hace unos años, en que también se jugaban los partidos muy temprano los domingos. Ya se había terminado, claro, la vieja costumbre de jugar todos los domingos a la tarde.

El argumento menos lejano de jugar los domingos a las 11 buscó seducir al enorme mercado chino. Ponerles a los chinos un buen horario para que miles allá vieran nuestro fútbol. Y para que pusieran plata, claro. Ahora, Boca juega hoy tan temprano pero ya no por los chinos (y eso que China tiene hoy una oficina dentro del club, interesada en aportar algo de los 80 millones de dólares que se precisan para ampliar La Bombonera). Boca jugaba hoy a las 10 de la mañana porque hay que cumplir el plazo de 48 horas entre un partido y otro, descanso mínimo exigido por el gremio. El clásico rosarino atrasado (se jugaba desde las 21), a su vez, es un extraño combo de seguridad y salud, pandemia mediante. Y todo complicado además porque no se juegan partidos el 1 de mayo (ayer, sábado) por el Día del Trabajador.

Fue Carlos Tevez, “el jugador del pueblo”, quien dijo una semana atrás que si la AFA decidía jugar el sábado 1 de mayo, los jugadores, simplemente, debían acatar la medida. Acatar. Sin más. Sonó algo extraño si recordamos, por ejemplo, al Diego Maradona de México 86 que apuntó contra el entonces presidente de la FIFA, Joao Havelange, porque algunos partidos de ese Mundial, para satisfacer a la TV europea, se jugaban al mediodía, con alta temperatura y humedad, sol fuerte y a 2.600 metros de altitud sobre el nivel del mar. Y si recordamos también que el año 2020 se caracterizó por las protestas públicas de celebridades que hasta pararon sus deportes en Estados Unidos en protesta contra el presidente Donald Trump y por la brutalidad policial contra los ciudadanos negros. Tevez, es cierto, había dicho unos años antes que los jugadores podían pasar hasta seis meses sin cobrar. Generalizó, acaso sin advertirlo, lo que era un privilegio de pocos, él ante todo.

Esa frase indignó en su momento a jugadores del Ascenso. El tema fue recordado el último viernes en charla radial con Wilson Severino, héroe ya retirado de Atlas (Primera D). La charla fue de noche, cuando Severino preparaba un locro para sus compañeros de la Unión Ferroviaria, donde trabaja desde hace 20 años, para celebrar así juntos ayer mismo el Día del Trabajador. Pero el propio Severino dijo en la charla que cuando él hablaba del “trabajo” se refería al ferrocarril, a cuando colocaba durmientes, porque él nunca, así lo dijo, pensó en el fútbol como un trabajo.

“Cuando uno empieza a jugar al fútbol no piensa en la guita. Yo juego al fútbol porque si no lo hago, me falta una parte del cuerpo”. ¿Cómo no entenderlo a Severino? Pero también es cierto que el mundo del Ascenso tiene poquísima prensa y que reducimos muchas veces el fútbol a Tevez y a otros nombres rutilantes, como si todos fueran igual.

Un gran texto de Manuel Concetti en la revista Crisis (“El retiro de los obreros del fútbol”) cuenta como pocos ese otro mundo mucho menos difundido del Ascenso. Jugadores “de la B Metropolitana para abajo” que se entrenan de mañana y que a la tarde trabajan en otro ámbito porque el dinero del fútbol no les alcanza y porque, además de poco, ese salario suele llegar siempre tarde, precarizado y de origen dudoso, más en una categoría (la D) que no es profesional y por eso no está cubierta por el convenio laboral que sí contempla a las otras principales categorías del Ascenso (B Metropolitana, Primera C (al menos 16 jugadores) y Federal A (8), y estos últimos a una media de 30.000 pesos de salario básico. “De la B Nacional para abajo -cuenta Claudio Paz, arquero que se retiró a los 42 años- no se puede vivir si no tenés otro trabajo”. Y todos, en la A, en la D y dónde sea, obligados siempre a lo mismo: ganar. Pero en la A, por supuesto, cobran otro dinero. Y, además, ahora en tiempos de pandemia, los consideramos “trabajadores esenciales”. Y los hacemos jugar siempre. A cualquier hora. Es la pelota que nunca puede parar.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios