“El caso del juez Pisa abrió una mirada que muchos no tenían”

“El caso del juez Pisa abrió una mirada que muchos no tenían”

Hilda Disatnik destaca que se instaló un reconocimiento social sobre la violencia de género, pero advierte todo lo que falta por hacer.

“¿Por qué nos ha tocado este lugar a las mujeres?”, pregunta -y se pregunta Hilda Disatnik-. La respuesta, sostiene, está en el fondo de la historia, en los modelos de familia con los que fuimos criados y en los roles que la sociedad fue asignando a sus integrantes con el paso del tiempo. Ese enfoque, propio de la psicología social, es el que abordó durante el curso sobre violencia de género dictado en la Facultad de Psicología (UNT). Disatnik entiende que la prevención de la violencia y la contención de las víctimas no puede prescindir de esta pata, que mira en las causas para comprender los efectos.

Hasta el año pasado ella dictó la materia Psicología Social en la UNT (primero junto a Josefina Racedo, luego quedó a cargo de la cátedra). “Me jubilé, con gran pesar, pero pensando en que el área de desarrollo y la lucha de las mujeres necesita más tiempo -explica-. Además ya había cumplido mi etapa de docente universitaria largamente”.

Claro que cuando la Facultad implementó la Diplomatura en Estudios de Género acudió a ella para el dictado del módulo sobre violencia de género, en el que compartió el espacio con Claudia Camacho. La directora del posgrado es María Delia Toledo.

- ¿Qué importancia tiene esta diplomatura?

- Había una demanda social a la Universidad de tomar esta problemática de las mujeres. Son temas que tienen un desarrollo teórico enorme. Nosotras tenemos una formación en psicología social y trabajamos desde hace 20 años en el área de la violencia. A partir de allí apareció la necesidad de armar la diplomatura, una formación académica alrededor de esta problemática que en la UNT sólo tenía un desarrollo en la Facultad de Derecho, con sus cursos y posgrados. Creo que en Medicina también hay algo, más ligado a lo biológico. La nuestra es la mirada que faltaba.

- ¿Y por dónde pasa esa mirada?

- Partimos de los postulados de Enrique Pichon-Rivière, que considera que los sujetos estamos determinados socialmente; o sea que no hay nada que tenga que ver sólo con lo genético o con lo heredado. Pensamos que el abordaje, tanto de la prevención como de la asistencia a las víctimas de violencia, pasa por conocer las causas. Nos centramos en recorrer y conocer los modelos internos con los que nos hemos criado, hombres, mujeres y disidencias. Todos nos hemos criado con modelos, con mandatos, con roles y funciones establecidos de antemano.

- Hay cuestiones culturas y geográficas muy marcadas...

- Claro, es muy interesante saber cómo ha ido transformándose la familia. No es lo mismo una familia rural, que una de la ciudad. No es lo mismo cómo se toma el embarazo de una hija soltera en cada una de ellas; no es lo mismo cómo se crian los hijos en el norte argentino que en la Capital Federal... Todas estas diferencias hacen a una mirada preventiva de la violencia. Por eso en el curso hablamos de qué es la tarea de un profesional, de cómo acercarse a una mujer golpeada, que es algo que aprendimos a partir de nuestro trabajo en la Casa de las Mujeres Norma Nassif. A mí, que tengo muchos años en el tema, ese contacto me cambió la cabeza.

- ¿Y cómo debe ser ese acercamiento a la mujer golpeada?

- Te cuento una anécdota de un encuentro de mujeres, a los que asisto todos los años. Fue en los primeros tiempos, estábamos en un taller de violencia y una mujer se puso a contar los dramas que vivía. Llorábamos todas escuchando esas historias tan horribles y había una profesional porteña parada en la puerta. Los discursos de las mujeres golpeadas son terribles, muy monotemáticos, como de un círculo vicioso... Así que esta profesional se cansó y le dice: “disculpame, vos lo que tenés que hacer cuando te golpean es abrir la ventana y gritar”. Y la mujer, en medio del llanto, le dijo: “te agradezco, pero quiero decirte que lo que hago cuando me golpean es lo contrario. Corro a cerrar las ventanas”. Se hizo un silencio y la porteña se fue... Ese es el sentimiento. Están mezcladas la confusión y los enormes dolores.

- ¿Cómo se realiza el abordaje psicológico?

- Partimos de estudiar las causas, de por qué nos ha tocado este lugar a las mujeres. Eso en la prevención tiene mucha importancia. Está el tema de la culpa, hay que saber que las cosas no me pasan porque soy tarada o serví fría la comida. Y estos eran argumentos naturales en toda una época de trabajo con la mujer golpeada. Hoy, en general, la mujer sabe que legalmente hay formas de pedir ayuda.

- ¿Y qué pasa con las mujeres que están solas?

- Tenemos una compañera en la Casa de las Mujeres que vivía con el marido maltratador y con tres hijas. Y me escuchó a mí por la televisión. ¿Quién se acuerda de un celular cuando se lo dice por TV? Bueno, ella -con el grado de terror que tenía- se acordó del número y me llamó. Claro que no es lo mismo llegar a una mujer que tiene redes que a la que no tiene. Entre lo que hago apenas llegan a mi consultorio es investigar sobre vecinos, hermanos, familia. Así tengo todos los datos. Ponele que me llame a la noche por un episodio de maltrato, ¿qué hago? Tener esas redes es parte fundamental de cualquier abordaje terapéutico.

- ¿Cuáles se reconocen como causas de la violencia?

- Estaban los casos de las mujeres que salían a trabajar, a buscar el mango. Eso agudizó la violencia en muchos hogares. Es como pensar la pandemia y analizar cómo se ha problematizado la vida de las mujeres encerradas. Muchas viven con sus violadores, con sus maltratadores. Tuvimos que hacer propagandas en silencio para que las mujeres pudieran ver los teléfonos sin escucharlos, porque los maridos están pendientes del celular.

- ¿Cómo analiza este momento tan particular que atravesamos?

- Hoy ha cambiado la situación porque hay un reconocimiento social de este problema. La figura del femicidio está impuesta, ya no se habla de crímenes pasionales, que era lo normal. Claro que todavía quedan algunas excepciones. Hace unos días en un medio televisivo, con motivo del reciente transfemicidio, se refirieron a “una que se dice mujer”. Es una falta de respeto.

- ¿Y entonces?

- Siempre me preguntan si se conoce más sobre el tema o si hay más casos. Son las dos cosas. Se conoce más gracias al movimiento de mujeres, que logró imponer esta demanda social en las calles. Pero además hay más casos, porque lo que también está en debate es el lugar de los hombres. Un lugar de poder que la sociedad les dio y que hoy está cuestionado.

- ¿Cuáles son las acciones necesarias para seguir avanzando?

- Reclamamos al Estado lo que el Estado no hace. Veníamos peleando en Tucumán por una Ley de Emergencia, que al final se acordó, pero no sirve para nada porque no tiene presupuesto. Ahora le pedimos al Presidente una Ley de Emergencia, porque la situación es de emergencia. No es que en el 144 no te atienden porque son malas personas, sino porque no dan abasto. Y otra cosa, ¿cómo puede ser que esta sea la única provincia que no adhiere a la Ley de Paridad?

- Hay demasiado por hacer...

- El caso del juez (Juan Francisco) Pisa abrió una mirada sobre la Justicia que muchos no tenían. Admiro a las chicas que dan clases de la Ley Micaela, pero eso solo no va a cambiar las cosas. Si no hay sanción sobre los responsables va a ser muy difícil que la violencia de género pare.

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