Son maestras del baile e integran el Consejo Internacional

Son maestras del baile e integran el Consejo Internacional

Adriana Soria y Déborah Yurcovich son miembros del organismo con sede en Paris. Gala virtual y debate.

LAS ARTISTAS. Adriana Soria (izq.), como espectadora en una gala, y Déborah Yurcovich (der.) en una escena de “Cenicienta”, con el Ballet Estable. LAS ARTISTAS. Adriana Soria (izq.), como espectadora en una gala, y Déborah Yurcovich (der.) en una escena de “Cenicienta”, con el Ballet Estable.

El Consejo Internacional de la Danza (CID) es la organización oficial que cobija todas las formas de danza en el mundo. Es el foro mundial de las más importantes organizaciones internacionales, nacionales y locales, así como de personas dedicadas activamente a este arte.

Es una organización mundial no gubernamental sin fines de lucro fundada en 1973 en la sede de la Unesco en París. Sus miembros son federaciones, asociaciones, escuelas, compañías y personas en más de 170 países.

Las bailarinas y maestras tucumanas Adriana Soria y Déborah Yurcovich tienen motivos para celebrar porque fueron nombradas miembros del CID.

“Es un honor haber sido nominada. Implica estar en estrecha relación con el Consejo a través de reuniones virtuales y eventos a nivel internacional (obviamente todo está un poco parado por la pandemia). Implica que los alumnos de mi escuela pueden obtener un certificado internacional; por eso es muy interesante para ellos”, explica Soria.

“‘Produzcan una vacuna, ustedes saben cómo producir la vacuna. Ustedes saben cómo hacer bailar a la gente’, escribió en la comunicación Alkis Raftis, el presidente del Consejo”, cuenta, y agrega: “para los que amamos la danza, ella es nuestra vacuna; es un estado, una necesidad, una forma de vida, una caricia al alma”.

Sacar la creatividad

La maestra destaca el papel de los los profesionales de la danza en pandemia: “tenemos la obligación de estimular a nuestros niños, de sacar su creatividad, de desarrollar capacidades y de estimular a los jóvenes para que sigan danzando a pesar de las circunstancias desfavorables”.

En su escuela Soria está dando clases presenciales con burbujas, con cupos limitados y respetando todos los protocolos: “es buenísimo porque los chicos necesitan el contacto con los compañeros aunque no puedan abrazarse. Importa el hecho de verse, de contar anécdotas; de agarrarse de la barra y hacer juntos la clase”.

 Son maestras del baile e integran el Consejo Internacional

Por su parte, Yurkovich, que es bailarina, maestra de clases, ensayadora del Ballet Estable de la Provincia y eventualmente maestra del Ballet Contemporáneo, también reconoce el honor, como profesional de la danza, de ser miembro de CID-Unesco.

“Nos avala como profesionales y respalda todos los certificados que entregamos por clases y cursos dictados. Te incluyen en un directorio internacional donde puedes contactar a miles de profesionales de todo el mundo. Podés hacer ponencias de proyectos o exponer ideas. Esos son algunos de los beneficios. Es un privilegio poder pertenecer”, afirma.

Bailar en pandemia

Acerca de la actividad en pandemia, dice: “si bien nos tomó por sorpresa en cuanto al sistema de trabajo, como a muchos, nos hemos ido adaptando a las circunstancias hasta que podamos regresar a los escenarios. El bailarín requiere un espacio con condiciones muy específicas para desarrollar su trabajo, como un espacio con una amplitud que le permita desplazarse cómodamente; un piso de madera con una suspensión específica para realizar los ejercicios sin lesionar su cuerpo durante el entrenamiento; un maestro que lo guíe en su labor diaria y música de piano para las clases, entre otras condiciones. La mayoría son difíciles de suplir estando en casa”.

Yurcovich resalta que el estado anímico es fundamental: “el bailarín trabaja con su cuerpo y para ello debe contar con condiciones mínimas; si no, está propenso a lesionarse”. La maestra señala que el trabajar en soledad solo contribuye a lo individual, pero “a la hora de abordar el montaje de una obra, es un grupo de bailarines que ensayan juntos y el encuentro cotidiano contribuye a la creación orgánica”.

“En las circunstancias actuales -concluye- creo que cada uno se repliega a ser más consciente de su trabajo personal. Y lucha por no perder el entrenamiento diario, para que cuando las condiciones estén dadas, se regrese al escenario y se retome el trabajo con más fortaleza, para poder interpretar obras que devuelvan el sentido de ser del bailarín”.

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