Daniel Ávalos: “el progresismo ha subestimado el rol del operador político”

El historiador y periodista analiza ese papel, en un nuevo libro.

Daniel Ávalos y la tapa de su nuevo libro. Daniel Ávalos y la tapa de su nuevo libro.
27 Abril 2021

Daniel Ávalos es historiador y periodista de Salta. Es, además, un apasionado de la política. Analiza las estrategias de construcción y expansión de poder político, como otros observan una partida de ajedrez o el despliegue de jugadores, dentro de un campo de juego, bajo las órdenes de un director técnico inteligente. 

La lectura de ese tablero lo llevó a escribir “El oficio del operador político en Salta”, que se presentará este miércoles, en esa provincia, y que aborda el rol de dos figuras destacadas, vinculadas a los gobiernos de Juan Carlos Romero y Juan Manuel Urtubey.


¿Qué es un operador político? ¿ Qué rol cumple?

Los ejecutores de la “política con minúsculas” según la socióloga Mariana Gené, no para subestimarlos sino para recordar que mientras el líder es el portador de promesas de futuro el operador acondiciona el terreno para que el candidato consiga el favor de los votantes. Ya con el líder en el Poder buscan garantizar la centralidad del gobernante. Tienen mala prensa desde los tiempos de Maquiavelo por su prescindencia de lo que vendría a ser el “deber ser” de la política.

La referencia me permite decir entonces que son descendientes de los antiguos consejeros del Rey y que basan su Poder en la cercanía que tienen con el Jefe al que sirven y de la delegación que estos les dispensan. Delegación que siempre es gradual y a partir de los resultados prácticos que obtiene para beneficio del gobernante y de la construcción de un vínculo de confianza intransferible a terceros.

Uno podría pensar que un operador político es una figura meramente peronista… ¿o es intrínseca a la política?

Lo primero es un error y lo segundo una certeza. Vamos con lo primero: si en este país se asoció a la figura del operador con el peronismo, ello obedece a que ese partido estuvo muchos más años en el ejercicio del Poder. Allí vamos al segundo punto: el operador político es una parte sistémica de la política y por eso podrás encontrarlo en todos los gobiernos.

Te doy ejemplos. El primer funcionario identificado con ese oficio desde el retorno de la democracia no fue un peronista sino un radical: el “Coti” Nosiglia, a quien calificaban como el “monje negro” del presidente Raúl Alfonsín. La denominación “monje negro” es fuerte. Suena vampírezca, a personajes siniestros que trabajaban en las sombras y que con su atuendo ocultan el rostro del que solo vemos los labios que susurran al oído del Príncipe. Tiene algo de cierto y también mucho de exageración, pero el ejemplo sirve para impugnar esa idea del operador asociado al peronismo. El operador está asociado al Poder. El gobierno de Macri tuvo los suyos: Jaime Durand Barba, Marcos Peña.


La presentación será el miércoles 28 de abril a las 19 horas en el Centro Cultural América, sito en Mitre 23.

Por qué te interesa la figura del operador político, que te atrae de ese rol

Por su persistencia en el tiempo; su habilidad para hacer que las cosas pasen; su desapego por las candidaturas, pero no por la política; por el papel medular que tienen en la direccionalidad que un partido de gobierno elige, sea la peor o en algunos casos algo que algunos podemos considerar como más deseable; la convicción de que el progresismo en general ha subestimado ese rol que finalmente goza de buena salud.

Eso y algunas otras cosas me convencieron hace tiempo que interesarse por esos pliegues de la política no sólo es importante, también puede aportar enseñanzas incluso para aquellos que desean – en el caso de Salta – otro modelo de provincia. A eso debemos sumarle un criterio estrictamente periodístico: siempre es interesante y hasta entretenido ofrecer a los lectores un trabajo que pretende iluminar lo que otros preferían que se mantenga en las sombras,

No es un papel que pueda desempeñar cualquiera.  Vos analizás dos figuras en Salta, qué tienen en común y en qué se diferencian Ángel Torres y Juan Pablo Rodríguez.

Es cierto que ese oficio no lo desempeña cualquiera. En el trabajo recupero la voz de un consultor político – Benjamín Gebhard – que en algún momento dice que definitivamente estamos ante un oficio; uno por supuesto requiere de una formación profesional y académica, pero que si alguien quisiera enseñarlo o ir a aprenderlo simplemente no saldría a la hora de ejecutarlo. Ello explica, en parte, porque dos recorridos tan distintos llegan a un punto en donde juegan un mismo rol.

Torres era porteño, Rodríguez salteño; el primero tuvo una militancia precoz en tiempos de alta intensidad política como los sesenta y setentas, el segundo se involucra después de los 20 años con la política y en un contexto de despolitización casi total por parte de la sociedad. También hubieron otras diferencias: Torres fue parte de una generación de gobernadores que le dieron enorme importancia al poder territorial y al justicialismo - Romero en Salta, Kirchner en Santa Cruz, Insfran en Formosa, Rodríguez Saa en San Luis o De La Sota en Córdoba -; mientras Rodríguez trabaja con un Urtubey que perteneció a la generación de gobernadores que no querían parecerse a los viejos justicialistas y que vieron en las nuevas tecnologías de la comunicación la posibilidad de reinventar la política. Hasta sus personalidades fueron distintas: Torres era histriónico, Rodríguez es más bien parco. No obstante, fueron protagonistas de un juego al que entendieron bien y ambos llegaron igual de lejos: manos derechas de dos gobernadores que administraron 12 años la provincia y buscaron protagonismo nacional.

Todo ello los los convertía en una posibilidad metodológica: insertando sus trayectorias en el contexto político al que ayudaron a formatear se podía bucear en ciertas lógicas del Poder en una provincia donde casi todo parece depender de la voluntad de las cúpulas.



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