Daniel González Soria: “mis poemas buscan que el dolor se canalice en algo bello”

Daniel González Soria: “mis poemas buscan que el dolor se canalice en algo bello”

Radicado en España hace tres décadas, el arquitecto y poeta tucumano ha obtenido dos galardones literarios en ese país.

EN BUSCA DE UNA VOZ PROPIA. El arquitecto y poeta Daniel González Soria viene en España desde 1991. EN BUSCA DE UNA VOZ PROPIA. El arquitecto y poeta Daniel González Soria viene en España desde 1991.

Duendes de la poesía se entonan a veces en el corazón de la guitarra. Rastrean amor, recuerdos, demonios, desamor, belleza. Arrastran tristezas, dolores, pérdidas, que siguen golpeando, como la desaparición de su hermano Hernán (hallado hace poco en El Pozo de Vargas) o la muerte de Allegra. En los ecos de la bordona late aún la mirada de Juan, su padre, también uno de los poetas destacados de esta tierra, que le desbrozó un camino. “Me detengo ante la quietud y dejo pasar al pájaro del tiempo. Mis ojos hablan un lenguaje cada vez más agrietado y amarillo. Extiendo mis dedos y toco tus nubes. Allí, en la blancura del recuerdo, te veo como eras, como serás siempre que respire”, le escribe a su hija, que partió a los 17 años. Aunque retazos tucumanos lo acompañan, desde 1991, España es su lugar bajo el sol, donde nacieron sus dos hijos, se ha desarrollado como arquitecto y hace poco, redescubrió en su interior la poesía, que lo ha llevado a ganar dos segundos premios nacionales. “Como decía Herman Hesse, para renacer, antes hay que destruir un mundo. Y es una frase acertada que puse en práctica, no sin dolor, pero que me condujo a un puerto desconocido, poblado de vértigo e interrogantes. Ahí se produjo el verdadero encuentro con mi esencia poética y musical. Pero la guitarra, la música, vino primero. Luego, hará unos cinco años, se despertó esta especie de aprendiz de poeta que siempre me ha acompañado como un pasajero oscuro y luminoso a la vez”, revela Daniel González Soria.

- ¿Hubo alguna circunstancia en particular que te llevó a retomar la poesía?

- Mirá, yo escribo poesía desde que estudiaba en el Instituto Técnico, donde mi profesor de castellano, Oscar Aguirre, amigo de mi padre, me incentivaba a hacerlo porque siempre pensó que tenía condiciones para ello. Evidentemente, la influencia de mi padre fue capital, no obstante, a esa edad no solía ser un lector aplicado y mucho menos un aprendiz de poeta muy regular. Escribía de vez en cuando, a mano y luego con una pequeña máquina de escribir. De esa época guardaba una carpeta que va desde los 13 hasta los 25 años más o menos. Ya viviendo en Madrid y aún con mucha nostalgia, empecé a escribir algo, muy poco. Al crecer mis hijos, estas voces internas fueron ocupando su lugar y a aflorar con una voz diferente. Ahí se inicia un período más productivo, pero no necesariamente intenso. Empecé a leer mucho, a descubrir las voces poéticas y narrativas que me representaban y producían en mí una verdadera revolución de palabras, emociones, escritura y reescritura, ya que tomé como tarea reescribir todo el material que tenía, llegando a casos seguramente incomprensibles, como el del poema “Viaje por la sangre”, cuyo personaje inicial fue mi madre, para pasar a ser mi padre finalmente. Es uno de los misterios del arte. Crear y recrear. Y bueno, en estos últimos dos o tres años mi producción ha sido importante y muy cambiante. El libro contiene una especie de síntesis de vida hasta ese entonces, y lo que escribo ahora es diferente. Muy diferente.

- ¿Qué temas atraviesan tu poesía?

- Creo que en mi poesía, como en la de muchos escritores, hay una diversidad de temas referentes a la existencia humana. No es poesía existencial pero, evidentemente se nutre de las vivencias que he ido cosechando a lo largo de mi vida. Los temas van desde la naturaleza, las pérdidas, el amor, siempre considerando que al haber tanto escrito sobre este último tema, es de las temáticas más difíciles a las que me enfrento, para lograr que un poema no esté lleno de lugares comunes y frases cursis. Mucha gente suele preguntarme por qué mi poesía, en general, es triste. Suelo responder que la poesía, a diferencia de la prosa, surge a partir de una necesidad no de contar una historia, aunque puede que esta esté dentro de un poema, sino de expresar el sentir, la necesidad imperiosa de sacar el dolor, las aristas que tocan a la vivencia del ser humano, para convertirlo en algo bello. Posiblemente triste, pero bello. En general, la alegría no genera esta necesidad porque no es introspectiva y la vivencia de la nostalgia, la pérdida y el amor visto desde una perspectiva diferente, sí lo son. El poeta se desnuda ante el lector.

- Tu mirada interior habla de angustias, vacíos…

- Habla sobre mis pérdidas y demonios, buscan la belleza desesperadamente. No hago un panfleto del sufrimiento, sino que busco que ese dolor se canalice en algo bello, a pesar de todo. En ella están, obviamente, la desaparición de mi hermano, el sufrimiento de mi madre ante este y muchos otros momentos de su vida. Vengo de un hogar desestructurado y de un padre que también fue poeta y eso marca mucho la forma de abordar temas como la niñez, los amores tormentosos y muchos recuerdos de ese Tucumán de mi infancia, sobre todo. Mi juventud no suele aparecer dentro de mi poesía. Es como un corte entre el Daniel niño y el adulto. Desconozco el porqué de este hecho. La elegía aparece necesariamente, ante tantas pérdidas importantes en mi vida. Posiblemente, en primer lugar la pérdida de mi propia identidad. La muerte de mi hermano, de mis padres y de mi hija, sobre todo, marcan a fuego textos que, como te dije, no suelo tratarlos como una exposición al sufrimiento, sino como el embellecimiento del dolor. Esa es una de mis búsquedas: sentir, querer crear un universo en el que la belleza del arte, nos salve de la catástrofe de la existencia. Como dice Luis Alberto Spinetta, ¿quién resistirá cuando el arte ataque? Es una estrofa que llevo siempre en mi mente.

- ¿Seguís alguna línea estética en particular?

- Actualmente, y siempre, he estado en la búsqueda de una línea estética y una voz propia. Es muy complejo en todas las artes, y en la poesía es un trabajo de años de escritura y sobre todo, lectura. El empezar a leer un poema e identificar esa voz, esa línea que solo posee ese autor, está al alcance de unos pocos. En la música, por ejemplo, a mí me basta oír una nota, para saber si el que toca es André Segovia o Paco de Lucía. Pero hoy en día, ante el vacío que sufre la creación, lo que impera son los prodigios que tocan o escriben muy bien y suenan, con una técnica perfecta, todos iguales. Eso no es propiamente lo que yo entiendo como arte de valor, sino más bien como fuegos de artificio y alarde de técnica sin contenido. Lo otro, es muy difícil de conseguir y además, creo, viene de serie. De joven leía poca poesía, y mi línea estética era más bien como una cuerda que vibraba en frecuencias aleatorias. Creo que se reconocía una voz, pero faltaba conocimiento y orden. Con el tiempo y la lectura, fui de alguna manera copiando algunos estilos para así incorporarlos a mi voz y línea estética. En eso baso mi composición, pero adaptándola a mi forma de escribir, aunque después de mi libro, ha habido una ruptura con todo lo anterior. Sale un nuevo escritor que rueda entre la prosa poética, historias que se acercan a la narrativa.

Una trayectoria

Nacido en Tucumán, en 1961, Daniel González Soria se graduó en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNT. Estudió guitarra con Carlos Podazza, Artemia Gómez. En 2019 obtuvo el segundo premio nacional de poesía de Bibliobús y el segundo premio de poesía de la Ciudad de Cartagena, donde su poema premiado fue “Viaje por la sangre”, incluido en el libro “Visiones de luz”. “Escribir poesía es herencia de mi padre, el poeta Juan González, que supo transmitirnos el amor hacia el arte de forma pasiva, sin imponer nunca nada”, dice.

Daniel González Soria:  “mis poemas buscan que el dolor se canalice en algo bello”

Ecos

Está lloviendo
salgo a la calle
y me adentro en el hueco
del otoño evidente.
Apenas se oyen
sonidos a lo lejos
voces
pájaros que no sé nombrar
y el eco púrpura de los pasos.
Entonces sé
que a pesar de todo
la lluvia permanecerá
cuando se haya ido.
Miro adelante y acaso
la marea del sueño
me sigue acompañando
a pesar de todo.
Intento darme prisa
escapar del eco sombrío
de los anzuelos verdes
y lo logro a veces.
Cada vez
con más y más frecuencia.

Daniel González Soria

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