Las “moscas” del básquet

Las “moscas” del básquet

Escuchamos la trasmisión el viernes por la noche del triunfo cómodo de Denver Nuggets ante Houston Rockets. Y escuchamos que Facundo Campazzo confirma que es como una “mosca”, siempre encima de quien le toque marcar, respirándole la nuca y atento a la primera distracción para quedarse con la pelota. “Mosca” lo describió tiempo atrás Mike Malone, su propio entrenador en los Nuggets. Contra los Rockets, vemos que Campazzo, por su marca pegajosa, tiene un pequeño incidente con la estrella del alicaído rival. “La peste”, lo describe elogiosamente el comentarista oficial de la TV de los Rockets. Y recuerda que los argentinos son “duros”. Que allí mismo tuvieron a Luis Scola y que además conocieron a “Manu” (por Ginóbili, tal su luz propia que el comentarista dice simplemente “Manu”). Es decir, Campazzo, que era “el mago” en Real Madrid, llega a Denver y es una “mosca”. Es “la peste”. Es, sencillamente un integrante de la Generación Dorada que sigue siendo útil al juego colectivo. Cuando se lo precisa “mago” es “mago”. Cuando se lo precisa “mosca” es una “mosca”.

Así como “Manu” abrió camino, ahora es Campazzo el que lo está haciendo. Casualidad o no, su ex compañero en Real Madrid, el santiagueño Gabriel Deck, el mismo que llegó sin siquiera zapatillas a su primer club (Central Argentino Olímpico de Ceres), ya arregló para incorporarse a Oklahoma Thunders. Y ahora llega la noticia de que Florencia Chagas, base-escolta bonaerense de 19 años, con paso por varios clubes locales (Casa de Padua, Vélez, Indios de Moreno y Berazategui), hoy en la Liga de Italia, se convirtió el jueves pasado en la primera jugadora argentina elegida en el draft de la WNBA, la NBA femenina, por la franquicia Indiana Fever. Ya destacada en selecciones juveniles, Chagas fue parte del Proyecto Nacional Formativo de la Confederación Argentina de Basquetbol (CABB) que desarrolló jugadoras de entre 13 y 17 años de edad. Proyecto, sí, palabra no reconocida muchas veces, y hasta despreciada en otras, cuando sólo se buscan éxitos, podios y medallas.

No soy especialista en basquetbol y tengo apenas videos vistos de la WNBA, pero sí tomé conocimiento de la liga femenina de Estados Unidos cuando sus jugadoras fueron parte importante en la reconstrucción reciente más democrática de su país, para ayudar al triunfo electoral del candidato opositor Joe Biden y echar de la Casa Blanca a ese terremoto llamado Donald Trump. ¿Recuerdan el último triunfo en la segunda votación de Georgia que permitió a Biden control del Senado? Georgia es un estado sureño, cuna de derechos civiles, pero también viejo territorio del Ku Klux Klan y que antes de las elecciones tenía como candidata firme a una mujer alineada con las peores políticas conservadoras de Trump. Sin embargo, movimiento de las jugadoras mediante, pero que, jugadoras de la WNBA mediante, la votación de Georgia terminó consagrando para el Senado por primera vez en la historia a un negro y a un judío, ambos opositores y apoyados por Biden, claro.

El judío (Jon Ossof, de apenas 33 años) se vio favorecido en realidad por el impulso del negro, el reverendo Raphael Warnock, que en agosto pasado estaba cuarto en los sondeos, con apenas un 9 % de intención de voto, hasta que las jugadoras de la WNBA decidieron darle su apoyo. Comenzaron a salir masivamente a la cancha con camisetas que decían “Vote Warnock”. El reverendo fue creciendo y en enero pasado triunfó con el 51 por ciento de los votos. Primer senador negro por el Estado de Georgia. Las jugadoras casi no conocían a Warnock. Lo apoyaron tras advertir que podía ser su mejor candidato para derrotar a Kelly Loeffler, que era la candidata de Trump y dueña a su vez del equipo Atlanta Dream. Las jugadoras se dieron cuenta un día que criticar a Loeffler por sus posturas racistas era darle más publicidad entre sus potenciales votantes.

Las jugadoras decidieron entonces dejar de hablar de Loeffler, la senadora más rica del país, “pro militar, pro muro y pro Trump”, como ella misma se declaró. Y hacer campaña por Warnock. Como sucedió con la selección femenina liderada por Megan Rapinoe, campeona mundial y olímpica, las mujeres del básquet se convirtieron en el colectivo más rebelde del deporte de Estados Unidos. Porque no fue sólo una jugadora o un equipo. Fueron todas en bloque. Loeffler, que consideraba que decir “Black Lives Matter” (las vidas negras importan) era marxista, perdió el Senado y tuvo que vender el equipo. Una de las nuevas propietarias es la ex jugadora Lynx Renee Montgomery, campeona con Minnesota en 2015 y 2017 y que se retiró en 2020 preocupada con el coronavirus y para trabajar en temas de justicia social. Recibió el saludo inmediato de LeBron James. Y le respondió: “Es emocionante estar aquí”. Es, aunque distinta, acaso la misma emoción que hoy siente “Flor” Chagas.

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