“De 952 aspirantes, sólo uno (alumna) logró ingresar en la primera instancia, luego de rendir por tercera vez consecutiva...” reza el texto de LA GACETA, refiriéndose al examen de ingreso a Medicina convocado por la UNT en su sede de Salta. Este amargo resultado obliga a una profunda reflexión: algo estuvo mal. De una u otra parte. O de ambas. Se habla de: Imprecisión en las preguntas del Multiple Choice Test. Hojas borroneadas. Opciones difíciles de ubicar, etc. De parte del alumno: Dificultades de comprensión, tanto de preguntas como de respuestas. Escaso tiempo, etc. Resultado: Fracaso total. Triste final para tantos años de estudios previos. ¿Qué factores incidieron sobre este vergonzante resultado? ¿Erróneo enfoque u obsolescencia de la currícula en el tramo de la Secundaria? ¿Demasiado descuido o exigencias laxas en su implementación? ¿Falta de seriedad y esfuerzo en las tareas cotidianas, que ayuden a conformar la personalidad del educando? En fin, muchísimos factores de diversa índole pueden arruinar una vocación de vida. ¿Dónde está la falla nunca advertida que creció alegremente en el jolgorio del Secundario hasta hacerse imposible desatar, cual nudo gordiano? No son los estudiantes los únicos responsables. Debe haber otros graves factores nunca advertidos por los responsables de una educación seria y sostenida con controles, supervisiones, cuerpo docente de nivel y autoridades conspicuas en el delicado tema de la formación de la juventud. Todo esto, por razones estrictamente políticas, como suele ocurrir, puede haber causado este desastre. Es lamentable, pero a la amargura generada en el estudiante, ya nadie se la quita. Y, peor aún, los adultos debemos admitir la responsabilidad de no haber cumplido con nuestro deber de organizar y vigilar la marcha de las planificaciones docentes obligatorias, merecedor de una seria y exhaustiva investigación. Estas reflexiones podrían concluir, para ser justos, sobrios y racionales en: si los test fueron elaborados sobre unas bases lógicas de exigencia, no sería culpa de la UNT y si los aspirantes minimizaron su importancia y concurrieron con gruesas fallas de preparación, es culpa de una candidez imperdonable del secundario, por habilitar a sus egresados con títulos de sospechosa calidad.
Darío Albornoz