El nuevo invento persecutorio de la prensa

El nuevo invento persecutorio de la prensa

Las penas y las vaquitas /

se van por la misma senda.

(Atahualpa Yupanqui, El Arriero)

Éramos pocos (dirían tierra adentro) y en una empresa ganadera del senador José Alperovich aparecieron vacas robadas. Son parte de las 4.500 reses sustraídas de emprendimientos vecinos, en lo que ha sido llamado “el robo del siglo” (el valor es de $ 150 millones), aunque bien podría ser “la cuatreriada del milenio”, e igual sería una expresión humilde.

Los representantes del establecimiento alperovichista La Galesa plantearon a principios de esta semana que fueron víctimas de una estafa cuando, en un allanamiento, les encontraron entre su ganado unas 240 cabezas saqueadas a tres firmas porteñas. Eso, además de otros animales con marcas de fuego dudosas. A mediados de semana, consecuentemente, promovieron en la Justicia penal la correspondiente denuncia contra el ex presidente de la Sociedad Rural de Jesús María, Luis Magliano, quien tenía a su cargo la recría de los ejemplares. Se ve que estaban emperrados con estafarlos (o en todo caso, “envacados”) porque para el final de la semana les encontraron un centenar de vacas robadas más. Con lo cual el número supera las 400 bestias y se acerca al 10% de todo lo sustraído.

La gerencia de La Galesa sostuvo que nunca imaginaron que un hombre del prestigio de Magliano, con quien habían trabajado durante mucho tiempo, pudiera estafarlos en su buena fe. Y el hijo del ex gobernador, Daniel Alperovich, deploró que haya quienes “intentaron sacar un rédito político” de la situación. “Principalmente los medios”, agregó en el informe publicado en LA GACETA por el periodista Daniel Salvador este miércoles.

Es una suerte que todo esté debidamente aclarado: no se trata de ningún escándalo que en la empresa de un senador que se encuentra en abuso de licencia de su banca, luego de la doble denuncia de abusos sexuales de una familiar suya, ahora encuentren centenares de animales que han sido objeto de abigeato. Aquí, a lo que se asiste, es otra vez a una maniobra de la prensa. Qué desgracia la de este país: en todo occidente el periodismo es garantía de república porque mantiene informado al único soberano, que es el pueblo, de los asuntos de la cosa pública, menos en este país. Aquí, cuando los patriotas de 1810 clamaron “El pueblo quiere saber de qué se trata” la estaban arruinando.

Mito

Nótese que la prensa no se ha ocupado por explicar que las estafas con vaquitas cuatrereadas es antiquísima. Tanto que aparece en la mitología griega. Heracles (malviviente también conocido como Hércules) era un ladrón reincidente de vacunos. El muy criminal, incluso, lo llamaba sus “trabajos”. De su prontuario se conserva, por ejemplo, el robo del Toro de Creta (padre del Minotauro), al cual se llevó a través del mar (otra que las “trazas” del Senasa) hasta Micenas donde se lo entregó (claramente, una venta “en negro” y por tanto no declarada como tal) a Euristeo. Ese fue el “sexto trabajo”. En el décimo, directamente, le roba el rebaño completo a Gerión y, definitivamente lo vende por ahí porque ya no se sabe del ganado cuando este saqueador, empecinado en los delitos rurales, se va a robar las manzanas doradas del Jardín de las Hespérides. El que compró las vacas rojas y los bueyes de Gerión, ¿cómo iba a dudar de la procedencia de los animales si se los estaba vendiendo el hijo de un Dios? Sin embargo, no hay una sola denuncia publicada en un diario contra este probado delincuente. ¿Por qué? Porque no había sido ni gobernador, ni senador, ni presidente, ni abogada exitosa ni ninguno de esos honores que los resentidos periodistas tanto envidian.

Cuento

Claro que esto no es ninguna cosa de mitos. Estafar gente con vacas es tan común, y desgraciadamente tan popular, que hay hasta cuentos infantiles que, cual verdaderas apologías del delito, envenenan las mentes de nuestros niños y narran estas maniobras penales como si tratara de relatos mágicos. Es el caso, por ejemplo, del expediente “Juanito y las habichuelas mágicas”. Es la historia de un delincuente precoz que va a la feria llevando una res. Se la entrega a un pobre comerciante, quien a cambio del animal paga nada menos que con frijoles mágicos que hacen crecer plantas que llegan al cielo, donde hay palacios llenos de oro (ya entonces eran más negocios los granos que la actividad ganadera). Conclusión: al pobre hombre de la feria lo curraron. Es más, científicos sociales del instituto de investigaciones antropológicas “Paka-Paka” hacen una arqueología de cuentos antiguos porque hay rumores de que, precisamente, la vaca que entrega Juanito era robada…

La conclusión periodística es ineludible: si en la antigüedad te arruinaba Hércules y en la Edad Media te curraba un niño, ¿cómo, en plena Modernidad, no ser víctima de una estafa con 400 vacas robadas si, en definitiva, se las vendió un amigo? Pero la prensa y sus intereses espurios callan esta verdad, que por fortuna salta a la vista y está en boca de todos los ciudadanos.

Interpretación

Es hora no sólo de desenmascarar al periodismo sino, fundamentalmente, de exponer el oprobio burgués que lo anima: la constante evolución hacia la perversidad. Como el capitalismo, que mutó en colonialismo y más tarde en imperialismo, con el periodismo pasó otro tanto. Antes era cosa de carteros, artera actividad disfrazada de oficio que satisfacía las necesidades de comunicación e intercambio de información entre las personas. Una patraña infame: si no hubiese habido carteros, nadie hubiera recibido jamás una carta documento, una intimación judicial o un telegrama de despido.

Los carteros evolucionaron perversamente para que la transmisión de información ya no fuera privada, ni de persona a persona, sino masiva. Así fundaron los diarios, que llevan esa historia en el nombre. Por citar dos ejemplos, “The Washington Post”, en EEUU; y el “Corriere de la Sera”, en Italia.

Pero los medios no sólo heredaron la denominación, sino fundamentalmente la naturaleza abominable: trabajan de dar malas noticias. Si no hubiera periodismo, todos serían felices. Bueno… en un principio, todos en el poder político. Pero por algo hay que empezar.

Como el correo y como el capitalismo, el periodismo también evolucionó perversamente. La ecuación es simple: si el negocio son las malas noticias y los gobiernos populistas sólo le dan buenas noticias al pueblo, entonces los dirigentes nacionales y populares son los enemigos del periodismo. Por eso -digamos todo, compañeros-, la prensa inventó una herramienta de persecución contra los dirigentes bien amados por su pueblo: el “lawfare”. Una cacería judicial contra abnegados servidores del pueblo, a los que se acusa falsamente de corrupción. En realidad, lo que se busca, más que encarcelar a esos patriotas, es exterminar la alegría del pueblo. Por eso son cómplices del “lawfare” los jueces: nunca tuvieron sentido del humor.

Discurso

Por suerte, el “lawfare” está siendo revertido en el orden nacional. En lo que va del presunto gobierno de Alberto Fernández ya liberaron a 20 funcionarios y representantes de la gran masa del pueblo, que fueron injustamente encarcelados cuando estaban combatiendo al capital. Julio de Vido seguirá en libertad hasta que no haya condena firme en su contra (o hasta que se encuentre petróleo en Tucumán: lo que ocurra primero) y podrá seguir dedicado en el living de su casa a la milenaria técnica del bonsai: el empresario de la construcción Juan Chediack declaró en la causa “Cuadernos de la Corrupción”, como arrepentido, que al lado de esos arbolitos dejaba las coimas cuando, supuestamente, el ex ministro de Planificación Federal se hacía llevar el soborno hasta su casa. Es increíble lo que la envidia por no saber podar plantitas puede hacerle inventar a la gente…

Amado Boudou ahora es catedrático de la UBA, para dar testimonio de que nunca quiso quedarse con Ciccone Calcográfica, como malintencionadamente difundió la prensa y sostuvo la Justicia. ¿Nadie pensó que ese hombre, que nunca quiso nada para sí hasta el punto de que siendo vicepresidente de la Nación tenía por toda propiedad un médano, en realidad quería legarle a su pueblo una imprenta de billetes “nac&pop”?

Y está el comprovinciano José López, que ahorró uno a uno sus aguinaldos para donarlos a un convento, y que estuvo preso durante cinco años y 10 meses acusado del hilarante cargo de “enriquecimiento ilícito”. No se engañen: el capitalismo no quiere que ahorren, sino que se endeuden con créditos. Por eso lo demonizaron. Y aunque lo presenten como un “corrupto confeso”, seguramente sacaron su declaración de contexto, cosa que hacen siempre los periodistas y los magistrados.

Relato

Como se tambalea el “lawfare” ahora que ha quedado al descubierto que es una impía inquisición contra ex funcionarios justos, un “martillo de las brujas” contra hombres y mujeres que han gobernado dando todo al pueblo, un “malleus maleficarum” contra esos ex funcionarios franciscanos que no guardaron nada para ellos, el periodismo debía evolucionar hacia otra perversión. Y a eso se asiste con el escándalo del ganado robado que apareció en La Galesa. Si la persecución no se va a dar a través de la ley (en inglés, “law”), entonces que se dé a través de la vaca (en inglés, “cow”). Más claro, imposible: estamos en presencia no de un caso de “lawfare” sino de la prueba piloto del “cowfare”.

El periodismo no quiere escuchar todas las voces sino que sólo busca imponer su versión: todos son corruptos (“lawfare”), todos son cuatreros (“cowfare”). Por suerte, en el país, hay un gobierno que hace un culto de la multiplicidad de voces; de la discusión coral; del disenso pluralista; de la duda democrática frente a las certezas fanatizadas. En el oficialismo barajan numerosas hipótesis para desbaratar el “relato” del “cowfare” mediático ahora que se sabe (la mentira tiene patas cortas) que muchas de las vacas denunciadas como robadas, en realidad, estaban muy probablemente por voluntad propia asiladas en la propiedad de un compañero.

Una alta fuente gubernamental, referente de la agrupación “Héroes retroactivos” (sector juvenil sin vivencia ni lecturas sobre el pasado reciente de la Argentina, que le toma lecciones de historia a todos, todas y todes) advierte que estamos ante un claro caso de estigmatización vacuno. A saber: hoy, en Tucumán, hay radicales que se sienten bussistas, bussistas que se asumen peronistas, “correligionarios” que se proclaman macristas, manzuristas que se revelan jaldistas y jaldistas que se reconocen manzuristas. Y la prensa presenta todo ello como parte del “juego de la democracia”. Eso sí -reniega-: un grupo de vacas independientes se reivindican alperovichistas y el periodismo arma un escándalo.

Y eso para no profundizar en otras tesis vinculadas al derecho a la autopercepción de las vacas y su incidencia en la autodeterminación de la propiedad (de la corriente “Ponele ‘derechos humanos’ a todo”); a la advertencia de maniobras macristas para demonizar al peronismo del NOA y reivindicar las administraciones porteñas (de la corriente “Justificar o muerte”); y a la denuncia de que, en otro capítulo de la interna entre Juan Manzur y Osvaldo Jaldo, operadores del mandatario “colocaron” esas vacas en La Galesa al sólo efecto de desautorizar al vice, que supo proclamar a Alperovich como “el mejor gobernador de la historia”.

Es que la prensa, para contar una mentira, dice mil verdades. Es cierto que las penas y las vaquitas se van por la misma senda. Pero los tucumanos ya no se dejan engañar. Saben perfectamente que las penas son de nosotros. Y que las vaquitas son ajenas.

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