¿La tecnología es una necesidad o una adicción?

¿La tecnología es una necesidad o una adicción?

Todo depende de su uso. Profesionales comentan cuándo el uso se vuelve adicción, lo positivo y lo negativo de las tecnologías y cuáles son los signos de alerta.

09 Abril 2021

La pandemia trajo grandes cambios a nuestra forma de comunicarnos. Quienes acostumbraban el uso diario de los medios digitales se vieron obligados a mantenerse online todo el día y, quienes no los utilizaban, a fuerza debieron amoldarse a la nueva realidad. Así, todos tuvimos (tenemos y tendremos) que vivir con el celular casi pegado a la mano.

Luego de más de un año de pandemia y con una segunda ola entre nosotros, las tecnologías tomaron un lugar preponderante en nuestra vida. Y así como nos permiten comunicarnos con nuestro entorno también nos quitan horas. Puede suceder que finalizadas nuestras actividades no nos despeguemos del móvil.

En diálogo con LA GACETA, la psicóloga María Florencia Lazarte explica que con la pandemia se agravó el consumo problemático de la tecnología, sobre todo en los jóvenes. “Perdieron el acceso a los deportes, a actividades al aire libre, a encuentros con amigos. Esto hizo que muchos de ellos tuvieran contacto a través de las redes sociales usando dispositivos, lo que llevó a un abuso en el consumo”, asevera la profesional que ejemplifica narrando que ha tenido casos en su consultorio de adolescentes encerrados todo el día en su habitación frente a una computadora, incluso hasta para comer.

La especialista en adicciones aclara desde un inicio que de toda la población consumidora (es decir, los que usan las tecnologías), sólo un 5% puede terminar en adicción, por eso prefiere hablar de consumo problemático. “Hago esta diferencia porque las personas tienden a considerar que cualquier persona que consume mucho es adicta”, alerta.

Agrega que hay tres niveles de consumo: 1) uso, 2) abuso y 3) adicción. “En el uso hay un consumo esporádico y ocasional. El consumo problemático puede estar presente, por ejemplo, en alguien que consume alcohol y lo hace moderadamente, pero sale manejando un vehículo y protagoniza un accidente. En el abuso hay mayor frecuencia y cantidad e intención en el consumo y se ven afectadas algunas de las áreas vitales de la persona (trabajo, escuela, entorno familiar). En la adicción, la persona tiene afectada todas las áreas vitales, hay una compulsión hacia el objeto y todo su interés gira en torno a ese objeto”, expone.

Lazarte enumera señales de alerta que hay que tener en cuenta frente al consumo problemático: tendencia a alejarse de los vínculos sociales y familiares, disminuir las salidas con amigos y la comunicación con la familia, dejar de lado actividades deportivas o recreativas, bajo rendimiento escolar o laboral, perdida de las rutinas habituales como horarios de comida, aseo y descanso y tener nuevos amigos online sin conocerlos.

Sólo un síntoma

“En cuanto a los consumos problemáticos y adicciones, consideramos que son un síntoma, como la fiebre. Una persona que tiene fiebre no está enferma de fiebre, sino que la fiebre alerta que algo no está funcionando bien en el cuerpo. Es un síntoma de una enfermedad”, explica la también coordinadora del área de prevención del Programa Universitario para el Estudio de las Adicciones (PUNA).

Las señales de alerta, entonces, pueden dar indicios de qué algo está sucediendo. El consumo problemático puede traducirse en una adicción, que significa que algo sucede en el interior del individuo. Esa adicción hoy sirve -considera Lazarte- como una esperanza frente a la pandemia y la angustia y ansiedad que genera en muchos. “Muchos la utilizan (a la tecnología) como vía de escape, para no pensar, para que la soledad no se sienta tanto, para sobrellevar los problemas económicos que trajo la pandemia. Sirve como refugio”, subraya.

Un buen uso

Por supuesto, la antigua frase de “todo depende del uso”, aplica también al celular. “El objeto no tiene que ser considerado ni bueno ni malo, sino que depende del uso que las personas le demos. La tecnología, los dispositivos, las redes sociales, son muy positivas porque acortan distancias, no nos hacen sentir solos”, dice.

En la misma línea opina la psicoanalista Verónica Orieta. “En este momento es un instrumento importante, me parece que hay que tomarlo como una herramienta que nos permite conectarnos con el afuera. Se ha incrementado el uso por eso”, asegura la psicóloga.

Cree que es importante no brindar una visión reduccionista: “ha habido un incremento en el uso por la época que estamos viviendo; los niños deben tener su teléfono porque los padres van a trabajar, por ejemplo. Eso sí puede provocar mayor dependencia del aparato, pero por ahí es el momento que estamos transitando. Cuando esto pase, algunos podrán volver a sus vínculos: la plaza, los juegos, los deportes. Pero no hace falta medicalizarlo o ponerle un rotulo de adicción. Habrá que ver caso por caso, habrá algunos que sí, que no se podrán desprender del aparato y tendrá que ser pensado como una patología”, analiza.

Orieta añade que no quiere transmitir una imagen crítica del celular y de la tecnología porque esta ha permitido continuar con nuestras actividades. “Por ejemplo, nos ha permitido asistir a los pacientes con covid, que están en la soledad total, a través del teléfono”, ejemplifica.

Aclara que hay situaciones en las que no hay límites y puede generarse cierta adicción: “los smartphones tienen tantas aplicaciones que, por ejemplo, estás con una persona tomando un café y te perdés del café porque estás viendo la vida de otros, o estás con tu familia almorzando y te perdés de lo que hablan porque no te podés desconectar”, resalta. Por esto, enfatiza en no dejar que esa necesidad, esa herramienta, se vuelva una adicción. “En este momento es una herramienta muy posibilitadora, pero con algunos límites”, concluye.

Pensar en el contexto

“Siempre tenemos que entender cualquier conducta de un sujeto en el marco o contexto en el que se lleva a cabo”, aclara en primera instancia el psicoanalista Miguel López. El profesional explica que con la pandemia el uso de las tecnologías empezó a estar legalizado y promovido en, por ejemplo, las clases virtuales.

“Si tenemos un niño que todo el día está frente a la pantalla, no podemos decir que es adicto a la computadora o al celular, porque realmente está teniendo clases. Es como querer ubicar la adicción al alcohol en el carnaval de Humahuaca. ¿cómo precisás eso si todo el mundo está consumiendo bebidas alcohólicas? El marco transforma la lectura de la conducta individual”, expone el también profesor de la carrera de Psicología en la UNT, que remarca que las conductas subjetivas, individuales y posiblemente adictivas deben ser pensadas en función del contexto. En este caso, con la acentuación de la virtualidad.

Otro ejemplo: “en la cuarentena estricta, los niños jugaban juegos virtuales donde se encontraban con compañeros del colegio. En vez de estar en el patio del colegio, jugaban en la computadora, desde su casa. ¿Cómo uno puede calificar ese acto como adicción a la pantalla? Si lo que se está tratando de establecer es un vínculo con el otro”, plantea. Agrega que lo que determina la característica adictiva de una acción es la desvinculación con el otro. “El adicto es alguien que se vincula específicamente con un objeto y no establece lazos con otra persona”, justifica.

¿Cuándo hay adicción?

El psicoanalista indica que el escenario es diferente si, por ejemplo, un niño al finalizar sus actividades diarias (clases o cuestiones extracurriculares) se encierra y tiene una relación absolutamente compulsiva con un celular, o una tablet.

“Cuando hay un refugio en el objeto tecnológico en un tiempo mayor al que le demanda la actividad en cuestión, sea educativa o laboral, y en ese tiempo no hace vinculo con nadie, es para estar alerta”, advierte. De hecho, considera que esta prolongación de la virtualidad (por la segunda ola), que significa la abstracción de las relaciones, del encuentro entre cuerpos, puede causar, a futuro, problemas en algunas personas: “si hay un intento casi explícito de rehusarse a los encuentros cuando sea posible de manera presencial, si una persona termina priorizando el estar frente a una pantalla ante la posibilidad de encontrarse a nivel personal con otros individuos, es un llamado de atención; si alguien antes de la pandemia tenia una serie de actividades y después de la pandemia sostiene todo tecnológicamente, también”.

(Producción periodística: Nicolás Sánchez Picón)

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