Padres quemados: así es el síndrome que se agudizó con la pandemia

Padres quemados: así es el síndrome que se agudizó con la pandemia

La sobrecarga de tareas y el encierro contribuyeron al agotamiento de los progenitores. Los especialistas dan consejos para remarla en estos meses hasta que llegue la tan ansiada “nueva normalidad”.

Padres quemados: así es el síndrome que se agudizó con la pandemia

“Ya no sé qué hacer; no quiero ni pensar en la segunda ola. Mi hijo va a primer grado y está en pleno proceso de lectoescritura. Tengo que hacer malabarismos para ayudarlo con la tarea, para cumplir con mi trabajo y  para hacerme cargo de muchas cuestiones domésticas. Y vengo agotada del año pasado: la cuarentena fue demasiado peso para la mayoría de las mujeres”, expresa Eliana Orellana, abogada y mama de Máximo, de seis años.

Mónica Rodríguez se siente totalmente desbordada. “Los padres de niños especiales hemos sufrido un estrés tremendo, difícil de explicar”, explica la mamá de un adolescente con trastorno del espectro autista (TEA). “En general, los chicos con TEA no se adaptaron a las clases virtuales y llevan un año sin terapia. Esta situación ha llevado a muchos, incluido mi hijo, a autolesionarse y a agredir a sus familiares”, confiesa.

Estos testimonios encajan perfectamente en el perfil de las “madres quemadas” o lo que ya se conoce como “burnout parental”. Lo mismo que le pasa al trabajador agotado y desbordado por sus tareas laborales, pero trasladado a la tarea de educación y crianza de los hijos.

Es algo que están viendo cada vez más los psicólogos en sus consultas: hay un cansancio mental y físico en muchos padres, que se agudizó durante esta pandemia por covid-19.

El burnout o desgaste parental se ha expandido por las dinámicas del confinamiento, el teletrabajo y la educación a distancia y afecta más a las mamás que a los papás. La mayoría de los que sufren este síndrome, evidencian serias dificultades para cumplir con sus obligaciones familiares.

Como en una prisión

La psicóloga Graciela Chamut, en contacto con algunos padres, escucha cómo se repite la frase “estoy exhausto o exhausta”, “ya no puedo soportarlo más”, “necesito un respiro” o “me voy a caer a pedazos”. Hay papás y mamás que empezaron a sentirse como en una prisión y ya no tienen herramientas para manejar más esta situación de encierro, explica. Otro punto que no ayuda: desde hace un año las obligaciones en la casa han aumentado muchísimo, y las opciones de esparcimiento se redujeron demasiado, apunta.

Tradicionalmente, el concepto de burnout se ha aplicado al ámbito laboral. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo reconoce como una enfermedad. Surge como “resultado de un estrés laboral crónico que no ha sido manejado exitosamente”. El burnout parental, en cambio, se define como el estrés crónico cuyos rasgos principales son: el agotamiento extremo ligado a la paternidad, el distanciamiento emocional respecto de los hijos y una pérdida de la sensación de realización  parental.

La crisis global del covid-19 puso el foco en el sufrimiento de los padres, y la necesidad de entender mejor este tipo de burnout, según escribieron las investigadoras del Instituto de Psicología de la Universidad de Louvain (Francia), Isabelle Roskam, María-Elena Brianda y Moïra Mikolajczak, quienes desarrollaron una escala para medir el nivel de agotamiento que estaban sintiendo madres y padres. Antes de la pandemia, quienes más padecían este burnout parental eran los progenitores obsesionados por controlar a proyectar su imagen en sus hijos.

Contexto familiar

“El concepto  burnout se define como una exposición prolongada a un estrés contextual, utilizado en el área laboral hoy se usa este término también en el área familiar. El trabajo a distancia, la rutina del hogar, la crianza de los hijos deben realizarse en un mismo espacio, sumado a la incertidumbre propia de la pandemia. Aparece una reducción de recursos y apoyo de las distintas instituciones que colaboran en la crianza de los hijos: escuela, actividades especiales como deportivas artísticas, etcétera, que nos permitían tener una mañana o tarde libres. Este escenario aumenta las probabilidades de experimentar un agotamiento, físico y emocional”, explica a LA GACETA la psicóloga Ana Carrascosa.

¿Cómo reconocerlo?

La culpa y el cansancio se apodera de los padres. “No quiero llegar a casa, así evito peleas”, confiesa Lourdes Barrios, mamá de dos adolescentes. Carolina V., que tiene tres niños, cuenta avergonzada que algunos días les llegó a permitir que estén hasta cinco horas prendidos a las pantallas a cambio de que “no la molestaran”. “Me siento muy mala madre: prefiero que vean la televisión a que me pidan ir a la plaza o que me siente a jugar con ellos”, cuenta.

Según los terapeutas, estas son frases comunes que ilustran el desgaste emocional de los adultos frente a la reacción natural que implica el cuidado de los hijos. Este estado de agotamiento, al mismo tiempo, los obliga a distanciarse de ellos, para poder evitar sentir más cansancio, irritabilidad o ansiedad.

“Alguno de los síntomas que los padres expresan en la consulta con más frecuencia y que pueden ayudar a un primer diagnóstico son, además de agotamiento, irritabilidad cambios en el humor, dificultades para concentrarse, olvidos insomnio, falta o aumento de apetito, hartazgo y falta de motivación”, enumera Carrascosa.

“Hay otros aspectos propios de la personalidad rígida, o muy estructuradas que pueden favorecer a incrementar este síndrome, como así también la presencia de niños pequeños que requieren una mayor atención”, añade.

Ante estas señales es muy importante poder parar un momento, hacer una autobservación, así advertir lo que está pasando, para luego poder pedir ayuda y buscar los recursos necesario, sugiere la terapeuta. “El no tratar a tiempo este cuadro, puede generar deterioros en la persona en todas las áreas, a nivel físico, emocional,  cambios en la conducta que podrían llegar hasta el desarrollo de adicciones como así también un deterioro en los vínculos observando un aumento de  violencia intrafamiliar y un mayor número de separaciones”, advierte.

Tips de ayuda

Estrategias para aguantar lo que aún nos queda de pandemia

Aunque estamos objetivamente mejor que hace un año y con la vacunación ya en marcha, todavía queda convivencia intensa en familia para rato. La psicóloga Ana Carrascosa nos brinda algunas estrategias para aguantar lo que queda:

- Expresá las emociones (no hay que avergonzarse por estar padeciendo un “burnout parental”)

- Generá lugares y momentos de privacidad donde y cuando se pueda.

- Entender que estamos viviendo una situación particular y querer ser los que éramos antes de la pandemia va a aumentar la presión sobre nosotros y sobre nuestro entorno.

- Si no podés más y necesitás descansar, buscá ayuda  por un par de horas para salir y cambiar de aire.

- Si nos sobrepasamos y gritamos, o decimos cosas que afecten a otro miembro de la familia, hay que saber pedir disculpas, eso te permitirá saber que puedes equivocarte y valorar la importancia del perdón.

- Cuando sientas ira, hartazgo, frustración, tomar distancia para dar tiempo al organismo en su totalidad a procesar la situación.

- Evitá la perfección: esto no es una competencia de cuál es la familia mejor confinada. Hay que permitirse ser consecuentes con la emoción que se está experimentando, sin censurarla, y desde ahí poder buscar lo que necesita para resolverlo. Por ejemplo, si se siente enojado por no poder cumplir con el trabajo porque su hijo le pide jugar, establecer algunos horarios.

- Repartir las tareas en la casa, fomentar la idea de equipo y la importancia que tiene cada uno para que funcione ese hogar.

- Tener presente que siempre que llovió paró, esto muchas veces nos ayuda a poder tomar distancia del problema y verlo con menos carga emocional.

Cuantas veces pensamos no poder salir de una situación, no encontrar recursos y luego lo logramos, la observación de la autobiografía también nos permite observar con qué recursos cuento y así poder usarlos.

Consejos

Diferenciar los espacios de la casa y reírse son puntos claves

La logística familiar ha aumentado mucho, hubo una carga enorme de responsabilidades sobre los padres. Es normal que quienes siembre habían soñado con el teletrabajo hoy lo estén padeciendo. Por ello, uno de los consejos que dan los especialistas para disminuir el burnaut parental es -en la medida de lo posible- diferenciar bien los espacios de la casa y los horarios para cada actividad, sostiene la psicóloga Graciela Chamut.

“La fatiga familiar es una derivada importante de la fatiga pandémica; y afecta tanto a padres como a hijos. Ahora que se ha vuelto a la escuela, las cosas pueden haber mejorado un poco. Sin embargo, las casas se siguen sobrecargando de tareas y los papás cumplen muchísimos papeles: son profesores, cuidadores, terapeutas, compañeros de juegos. En las viviendas no hay espacios de desahogo, todo está dado vueltas”, describe.

¿Qué familias la pasan mejor?, se pregunta con el objetivo de dar un primer consejo: aquellas en las que  abunda el humor y la creatividad. “Debería ser un ejercicio encontrar momentos para reírse todos juntos, aún cuando la realidad sea muy dura. Hay que hacer el intento, contar chistes y buscar actividades que realmente deconecten: ver una película todos juntos y comentarla, echar mano a un juego de mesa. Tratar de hacer las cosas que inevitablemente tenemos que hacer (las tareas, por ejemplo) con  alegría. Cuando una persona está constantemente enojada y de mal humor todo empieza a fallar”, sostiene.

Hay que ser positivos. No conviene hablar de una generación perdida cuando nos referimos a los chicos que no pueden asistir con normalidad a los lugares de estudio. Esta posición catastrofista puede angustiar mucho a los padres y no ayuda a las familias-

Otro buen ejercicio es encontrar las cosas buenas que vivimos en familia, obligados por la pandemia y la cuarentena: tal vez en muchas casas ha mejorado la comunicación e incluso han llegado a conocerse mejor.

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