El “regalito” del peronismo tucumano que Alberto no querrá abrir

El “regalito” del peronismo tucumano que Alberto no querrá abrir

Los curiosos significados del 62, la edad que hoy cumple el mandatario.

El “regalito” del peronismo tucumano que Alberto no querrá abrir ARCHIVO

Para los cabuleros, el 62 es la “inundación”, para los que interpretan significados este número es al que le gusta llevar el mando en diversas situaciones. Sesenta y dos, justamente, es la cantidad de años que cumple hoy el presidente, Alberto Fernández. Nació el 2 de abril de 1959 en la ciudad de Buenos Aires, origen que aprovecha para repetir su frase favorita: “soy el más federal de los porteños”. Seguramente el mandatario recibirá regalos este día, y de los más diversos. En ese marco, el presente que le hace el peronismo tucumano no le debe provocar demasiada alegría, menos desde el discurso de unidad que baja constantemente para sostener su Gobierno.

Hace 11 días que Alberto asumió al frente del Partido Justicialista nacional. En la integración de la mesa de conducción de más de 100 dirigentes de todo el país se contempló, precisamente, que todos los espacios internos estén representados; fundamentalmente porque se avecinan elecciones y porque la única forma doctrinaria que reconoce el peronismo para encarar las luchas electorales es la de ir juntos para triunfar entre todos. Justamente es lo que no está sucediendo hoy en Tucumán, sus compañeros del norte no se están comportando según pretende. No es un buen “regalito” para el Presidente el descubrir que el peronismo tucumano se ha fracturado por una disputa por el liderazgo provincial y por el adelantamiento de una situación interna -la sucesión- que debía resolverse en 2023, dentro de dos años.

El quiebre que se ha dado entre los dos conductores, Juan Manzur y Osvaldo Jaldo, supone un riesgo para la jefatura central del peronismo: que se ponga en peligro el resultado electoral y la oposición, frente a la división del oficialismo, le birle bancas en la votación intermedia. Alberto, principalmente, y Cristina necesitan un PJ tucumano compacto y encolumnado detrás de la gestión nacional, pero no es lo que hoy pueden disfrutar y observar en este bastión electoral del Norte. Manzur y Jaldo, cada uno por su lado, le juran lealtad a la conducción nacional pero no le garantizan un partido unido.

¿Alberto, el peronista, se meterá en el conflicto tucumano para acercar a las partes y evitar que la fractura se verifique en las urnas y termine mellando su gestión? Puede mirar qué dicen las encuestas sobre su imagen en Tucumán como para pensar una estrategia política a seguir en el distrito. Según una encuesta de la firma local Meraki, de Alexandra Morales, la imagen del Presidente para el 40,67% de los tucumanos es positiva, mientras que el 41,50% dice tener una imagen negativa del mandatario nacional. El 14,50% votó regular. El muestreo es de marzo.

Si eso puede extrapolarse -reinterpretando caprichosamente los números-, y llevarse a un plano electoral y político de manera forzada, tal vez no dudaría en mediar para que, por lo menos para los comicios, las partes se sienten a dialogar. Por lo menos muestren la foto. De mínima para contener a los propios. Sin embargo,el Presidente permitió que funcionarios nacionales ligados al jaldismo se alejaran de sus puestos, lo que implicó un guiño a Manzur. A Jaldo no le quedó otro camino que empezar a nombrar, repetidamente y con insistencia, a Cristina. En quien busca respaldarse.

La crisis interna en el peronismo tucumano no parece frenar, y sigue sumando capítulos, como la sesión del consejo provincial del PJ, que sesionó con lo justo para imponer una decisión del gobernador: la designación de los apoderados. Los números dicen que están 11 a 9, eso es un indicativo de quiebre del PJ, por lo menos en la conducción, pero también de que la grieta es grande. Por eso, tal vez si Alberto lee “Tucumán” en el regalo que le llega del norte dude en abrirlo, porque en una de esas le mandaron la Caja de Pandora.

Retomando el cumpleaños del mandatario nacional y atendiendo los curiosos significados del número 62, se pueden disparar un par de preguntas muy actuales pero de contenido crítico respecto del Presidente; si implica inundación, ¿será porque su gestión hace aguas?, o bien al ser un número relacionado con el mando: ¿el manda? La oposición es crítica y dura con respecto al desarrollo de la gestión del mandatario nacional, le encuentran errores por doquier -se aferran como cualquier oposición, al manual-, al contrario del oficialismo que sólo ve un esfuerzo notable por salir adelante. También de manual. La pregunta adquiere más relevancia en función de la presencia de la vicepresidenta en el escenario, cerca, detrás de él, líder, su mentora y compañera de fórmula.

Cuando comenzó la pandemia, la imagen de Alberto creció a límites insospechados, un tiempo en el que Cristina guardó prudente silencio. Sin embargo, a finales de 2020, la ex presidente comenzó a aparecer, a opinar, y -al parecer- a tomar las riendas de la gestión imponiendo cambios en el gabinete y sumando a funcionarios de su confianza. ¿Él realmente manda? La pregunta la responden de distinta manera opositores -que hasta lo calificaron de títere- y oficialistas -el que tiene la lapicera manda-, pero la fuerte presencia de Cristina permite que el interrogante surja casi natural, más allá de la curiosidad del significado del 62. La fórmula hoy tranquilamente podría decir, Alberto en el gobierno, Cristina en el poder.

La vicepresidente tiene 68 años, y para aquellos a los que se les despertó la curiosidad, uno de los significados del número de la edad de la ex jefa de Estado es: “protección”.

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