Un nuevo desafío docente: enseñar por vía virtual con la mediación de los padres

Un nuevo desafío docente: enseñar por vía virtual con la mediación de los padres

Cómo hacer un buen acompañamiento y detectar dificultades.

El zoom no es el aula y el PDF no es una hoja del cuaderno. Tampoco los padres son los maestros ni los alumnos dejan de ser hijos cuando llega la hora de la clase virtual. Por eso muchas veces se hace difícil para padres, docentes y chicos sostener la virtualidad con la cabeza en el aula tradicional. Como dicen los chicos cada vez que se sienten un poco presionados: “mamá, vos no sos la señorita”. Quizás ellos tengan más en claro que algunos adultos cuál es el rol que debe tener cada uno. Hoy “re-surgió” un actor fundamental en la educación de los hijos: la figura del padre.

La docente María Angélica Chávez, especializada en Dificultades Específicas del Aprendizaje (DEA), ayuda desde la fundación que dirige, Fundemi, a padres y docentes a identificar los problemas y a hacer más fácil el aprendizaje. Dice que su objetivo es tratar de que “el papá y el docente puedan identificar el problema y que este no se termine patologizando porque en la mayoría de los casos tiene solución desde lo pedagógico, si se usan las herramientas adecuadas”.

Normalmente el docente atento es quien detecta algún trastorno del aprendizaje, pero en pandemia la casa cumple un rol fundamental porque el chico pasa menos tiempo con su maestro, apenas dos días a la semana de forma presencial. La virtualidad resta mucha información sobre el niño. Por eso es necesario que ambas partes, docente y familia, colaboren mutuamente, sugiere Chávez, que también es supervisora docente.

Más allá de las DEA, en jardín de infantes y grados inferiores los docentes deben aprender a trabajar con la mediación del padre en virtualidad. “No es fácil. A veces el docente manda la tarea como si estuviera en el aula. Cuando los chicos están frente nuestro, escribimos la consigna en el pizarrón pero agregamos una explicación de cómo hacer la tarea. En la virtualidad el papá sólo recibe lo escrito, no tiene esa explicación. Por eso la consigna tiene que ser cortita, no más de cinco palabras y bien especificada que explique la competencia que el alumno tiene que lograr. No hacer una sola consigna larga que englobe todo”, sugiere.

Otra estrategia que ayuda mucho a los padres es anticipar los temas que se tratarán en la próxima clase. Para que sea más fácil comprender la explicación del docente se puede pedir al adulto le ponga cierta película al niño o que lea un determinado cuento o que busque tales elementos para la próxima clase, de manera de hacer mucho más rico el encuentro presencial, propone.

La semana pasada, la neuropsicoeducadora Elena Kuchimpós advertía que no se trata de “virtualizar la presencialidad”, es decir, de trasladar la misma estructura del aula física a la pantalla. Decía que la virtualidad tiene sus propias herramientas para hacer “activa y dinámica” la clase, y lograr ese feedback entre estudiantes y docentes tan necesario y atractivo que tiene la virtualidad.

“Muchas veces, por más empeño que el adulto pone en el acompañamiento de las tareas, el alumno no lo reconoce como quien tiene que enseñarle, porque el docente cumple un rol irremplazable en la enseñanza”, dice la profesora Chávez. Pero también el docente puede ayudar mucho a superar inconvenientes. Por ejemplo: los códigos de internet. “la tarea está en el link” dice la maestra. Pero ¿saben todos los padres qué es un “link” cuando sólo tiene en sus manos un celular?, se pregunta. Por eso recomienda pegar directamente la tarea y mandar por WhatsApp. Lo mismo cuando se envía las tareas en PDF. “El papá no sabe cómo bajarlo y se va a la fotocopiadora para que le hagan una copia en papel. Por eso ahora hay varias fotocopiadoras que tienen el cartel “imprimo PDF”, alerta la docente. ¿Por qué no mandar la tarea al celular y que lean desde ahí? “Esto es lo que yo llamo adecuarse al ecosistema social donde vive el niño, y donde seguramente está inserta la escuela”, aclara. Hay que tener en cuenta que no todas las familias están familiarizadas con la tecnología.

Juan Bracamonte, docente y papá de una niña con dislexia (una dificultad para leer y escribir) sufrió los “bombardeos de PDF con temas muy complejos, como las divisiones matemáticas enseñadas con un método diferente al que los padres habíamos aprendido. Es un error suponer que el padre o la madre pueden reemplazar al docente. Pero también es peligroso que el docente delegue toda responsabilidad en los padres. El zoom ayudó mucho pero no es el aula, es lo más es lo más parecido que hemos encontrado en pandemia pero no es igual. El aula significa aprender con el docente, pero también relacionarse con los pares, aprender a compartir, socializar, convivir en un espacio y un tiempo determinado”, aclara.

Elsa Roger padeció al lado de su hija, que tiene dislexia. “Eran días de llanto y frustración por no saber cómo hacer la tarea. Si bien ella aprende mucho con lo visual, la pantalla del celular es pequeña y los videos se entrecortaban”, recuerda. La mortificación terminó al comenzar a usar las herramientas pedagógicas adecuadas para su aprendizaje.

Aprender a observar

En la casa no está el docente para observar las dificultades del aprendizaje. Debe hacerlo un adulto. Según la especialista los padres deben prestar atención a si el niño hace la tarea en forma autónoma, si se distrae con facilidad, si su letra es legible y si logra entender lo que lee. Todos esos datos deben ser enviados al docente para que él realice las adaptaciones necesarias. El docente sabrá usar las herramientas para resolver cada problema, dice la experta. Lo importante es que familia y escuela estén bien comunicadas.

Las formas de aprender: ¿cómo te resulta más fácil?

Cada persona tiene una forma de aprender más rápido. Son cuatro: 1- Visual: con gráficos y símbolos. 2- Lectura y escritura: debe leer o escribir para acordarse. 3- Auditivo: comprenden mejor cuando escuchan la información. 4- Kinestésico: debe hacer la experiencia, la práctica real o simulada, e involucrar sus sentidos. Conocer el estilo de cada niño ayuda a buscar su herramienta de aprendizaje.

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