El mercado y las galerías: de la realidad a la pantalla, la mayor falsificación de arte

El mercado y las galerías: de la realidad a la pantalla, la mayor falsificación de arte

El fraude de más de 80 millones de dólares en una galería prestigiosa de Nueva York. Un artista chino copiaba con gran técnica invalorables pinturas. Documental imperdible.

JACKSON POLLOCK. Algunas de sus obras “fakes” que representaban al expresionismo abstracto también se comercializaban por millones pero habían sido adquiridas por centenares de dólares.  JACKSON POLLOCK. Algunas de sus obras “fakes” que representaban al expresionismo abstracto también se comercializaban por millones pero habían sido adquiridas por centenares de dólares.

Que se conozca hasta ahora, está registrada como la mayor estafa del mercado de arte en la historia de Estados Unidos.

La falsificación de valiosas pinturas ha sido una constante en el siglo XX en Europa. Pero que una galería de arte prestigiosa, durante años haya vendido obras falsas por millones de dólares, no es un caso más.

Este mes la plataforma Netflix estrenó “Made You Look”, un documental que reconstruye el mayor caso de fraude en el país del Norte, según la presentación; pero además reactualiza la problemática sobre la falsificación de las obras con nuevos debates que perforan la noción de delito para generar reflexiones en torno al valor de la autenticidad. Precisamente en este tiempo en el que se difunde el criptomercado como garantía para los coleccionistas. ¿Acaso una casualidad?

El filme cuenta lo que ocurre a partir de que una mujer llamada Glafira Rosales busca a Anna Freedman, la directora de la galería, para ofrecerle una colección de obras (que eran falsas) que se vendieron por millones de dólares a distintos particulares e incluso a algunos museos importantes. La directora asegura en la película: “Fue creíble para mí” y no fue condenada en el juicio de 2015.

“Made You Look: una historia real sobre arte falsificado” (2020), se llama el documental de Berry Avrich. La película interroga a los actores de este fraude: la venta de más de 60 obras falsas que llevaban la firma de artistas como Jackson Pollock, Mark Rothko y otros por un monto de 80.7 millones de dólares por parte de Knoedler Gallery, una reconocida y centenaria galería de arte.

Para los coleccionistas el valor de un dibujo o pintura es único. Es por lo que paga; es una inversión. Y eso ocurre en Estados Unidos, Europa, Argentina o Tucumán.

Certificado

“Entregamos un certificado de autenticidad firmado por el artista o autenticado por alguien capacitado para hacerlo”, le cuenta a LA GACETA Mariana Sabeh, de El Taller.

La galería, que funciona en Barrio Norte y en Yerba Buena, es la única que funciona en esta provincia hace dos décadas sin interrupciones. Muchas veces el cliente pregunta con anticipación sobre certificado, relata.

“¿Les pasó recibir obras dudosas, al menos, y en tal caso qué hicieron?”. ”Sí nos pasó, y hablamos con el cliente comentándole nuestra inquietud”, responde.

La falsificación de obras de arte representa un desafío y un problema para expertos, intermediarios y coleccionistas, que buscan preservar su inversión en una obra legítima.

Al marchand tucumano Segundo Ramos le ocurrió con trabajos de Timoteo Navarro, Aurelio Salas, Ezequiel Linares y Benito Quinquela Martín, entre otros. “Uno tiene que tener los ojos muy abiertos y conocer, saber lo que está vendiendo. Con Timoteo Navarro pasó mucho, principalmente con los de su primera etapa en la que no acostumbraba firmar. En este caso consulto mucho a Cristina (Navarro) su hija, que puede distinguirlos”, describe Ramos al hablar sobre su tarea.

Los artistas vivos firman y el marchand certifica con su firma; con los muertos, certifico él y firma algún familiar. ”La firma es como una carta de presentación y va el nombre mío, cualquier problema está mi nombre”, dice el curador.

En debate

La película “Made You Look” tiene una seria documentación y se ha agendado en un momento preciso en el que tanto el arte, como su circulación y consumo están en debate y en una profunda transformación.

No es spoiler, pero el bueno de la película termina siendo el pintor, el chino que se ensucia las manos. La falsificación de las obras las hizo Pei Shen Qian, cuya habilidad lo lleva a reproducir el trazo de medio centenar de pintores, como los “maestros” del expresionismo abstracto. Es lo que se exhibe en el documental.

La agencia Télam informa que en su libro “Shanzhai. El arte de la falsificación y la deconstrucción en China””, el filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han explora y diferencia el concepto de apropiación y de copia en China, contrapone los sentidos de originalidad y lee el valor de una obra desde su tradición específica. “La creencia en la inmutabilidad y permanencia de la sustancia responde a la subjetividad moral y la objetividad normativa occidentales”, sostiene. Y explica: “el pensamiento chino desde sus comienzos es deconstructivo ya que rompe con el ser y la esencia. La creación se concibe como proceso absoluto, sin nacimiento ni muerte”, afirma.

De expertos

Pero regresando a la película está claro que expone una realidad indiscutible.

“’¡Magnífico!’” repitió David Anfam mientras examinaba el cuadro de Glafira.

A pedido de la galerista Freedman, el experto británico en Rothko había tomado el primer vuelo de Londres a Nueva York. La paleta de colores, la técnica e incluso la firma en el reverso confirmaron que fue pintado por Rothko. Pero no era así.

Una investigación de dos años del FBI lo llevó a a descubrir que fue un pintor chino llamada Pei-Shen Qian el autor de estos trabajos. Y no solo a Rothko, sino también a Jackson Pollock, Barnett Newman y Robert Motherwell.

“Sus copias eran tan precisas que incluso los supuestos expertos no pudieron descubrir que eran falsas. Para dar a sus nuevos cuadros un toque de pobreza, Qian untó sus lienzos con té verde y polvo de su aspiradora”, se indica en uno de los testimonios de la película.

La historia se terminó por culpa de un millonario que llevó uno de sus cuadros a un examen forense y al que le dijeron que los pigmentos usados en el lienzo eran posteriores a la muerte del autor. El asunto se precipitó y acabó en los juzgados, pero la cosa no acabó allí.

La historia real y de la película comienza así: en 1995, una mujer llamada Glafira Rosales entró en la galería Knoedler de Nueva York. Afirmó poseer un buen número de cuadros pintados por genios del expresionismo abstracto de los 50. Aquellos cuadros, afirmó Rosales, habían permanecido ocultos hasta ahora. La delirante historia no les pareció tan misteriosa a los propietarios de la Knoedler, y durante 20 años siguieron comprando lienzos a la misma persona.

No son pocas los interrogantes de esta historia que se desarrolló este siglo con artistas del milenio pasado, en una galería prestigiosa de Nueva York que atraviesa ambos siglos y milenios.

Números

Esa galería, con 160 años de historia pertenecía al banquero Michael Hammer.Entre 1994 y 2008, Knoedler vendió alrededor de 40 pinturas falsas llevadas por Rosales. Adquiriéndolas al principio a un precio absurdo, U$S 100 mil, las revendía por 10 veces más de ese valor. Por ejemplo, un supuesto Pollock de 1950, “The Silver Pollock” llegó a la galería por U$S 1,9 millones y salió por 17. En total, la galería ingresó cerca de U$S 63,7 millones con las ventas y Freedman obtuvo U$S 10 millones en comisiones.

Hoy, Freedman tiene su propia galería en Manhattan.

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