De ser lo atrasado pasó a ser lo promovible

16 Marzo 2021

Carlos Molinero - Miembro de la Academia Nacional del Folclore

El 16 de marzo de 1921 se presentó ante la sociedad porteña (en el Politeama de la calle Corrientes) “un modesto profesor argentino, don Andrés Chazarreta en quien hallé la rarísima virtud de la fidelidad y la justa noción del patriotismo” (Leopoldo Lugones, “El Payador”, 1916). Nada más. ¡Nada menos!

Don Andrés había intentado desde 1906 difundir las canciones y bailes criollos, en su Santiago del Estero (negándosele el teatro 25 de Mayo) y en Tucumán igual). “Sus botas sucias de gaucho” afrentaban un escenario donde iba lo más granado de la sociedad. La tradición era barbarie, la civilización era el progreso, citadino y europeizante. Si, dicen, no todos los asistentes del Politeama quedaron complacidos por esos ancianos y gauchos descalzos, incluso retirándose, hubo sin embargo otra consecuencia, esencial, de esa jornada. Ricardo Rojas lo aplaudió en La Nación y Lugones en La Prensa. Esto modificó todo. Montevideo, varias ciudades y volver a la calle Corrientes para 30 actuaciones, le siguieron. ¿Qué había pasado? Frente a la “amenaza” de esa inmigración masiva, que el éxito de la política de la generación del 80 provocó, fueron el poder y la misma sociedad quienes cambiaron… no la música criolla. La intelectualidad del Centenario canalizó ese cambio, y modificó el valor y lugar de la cultura tradicional en la construcción de la Nación.

Entonces, si el de Chazarreta no fue un suceso de público masivo, tuvo en cambio otro, profundo y muy importante éxito. Su imagen en la clase dominante (como la revalorización del Martín Fierro) provocó que esta recuperara la apreciación por esa “ingenua” paz y orden de la campiña nacional, también en lo musical. Y ese especial y segmentado “suceso” inauguró una inflexión positiva y duradera en el “capital simbólico” de lo que luego se llamaría “folklore”. Pasaba de ser lo atrasado y despreciable a ser lo promovible, cual verdadero repositorio de las esencias nacionales. El boom (autoral, y de público) de los sesenta puede concebirse hijo de este cambio. Esa es la trascendencia de aquel 16 de marzo. Gracias, don Andrés.

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