Con una excepción, cuando el gobernador y el vice pelean, el oficialismo pierde el poder

Con una excepción, cuando el gobernador y el vice pelean, el oficialismo pierde el poder

En los 90, el peronismo primero, y el bussismo después, se desangraron por los enfrentamientos entre sus máximas autoridades políticas. El mirandismo ensayó, en la década siguiente, otra variante. Luego llegó la reforma y la continuidad. Ahora, detonó una interna en el Gobierno.

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Hasta un techito le negaron a Ortega

La intervención federal promulgó en 1991 la Constitución reformada el año anterior. Así entró en vigencia la figura del vicegobernador. La primer fórmula electa, para el período 1991-1995, fue la de Ramón Ortega y Julio Díaz Lozano. Al poco tiempo, comenzaron las diferencias.

Los análisis periodísticos de la época dan cuenta de un hecho que, si no es la causa, cuanto menos es el detonante. Antonio Bussi no reconoció su derrota y denunció fraude. Ortega esperaba que el fundador de FR lo visitara y, con esa audiencia, quedara tácitamente admitida su legitimidad. Pero Bussi fue recibido en Casa de Gobierno por Díaz Lozano cuando “Palito” estaba de vacaciones en Miami. Y la relación, luego, nunca se encarriló.

En la Legislatura se llegó a denunciar a Ortega de de  haber ordenado investigar a estudiantes y a gremialistas. Y hasta le rechazaron a “Palito” la construcción de un alero en el acceso al ascensor externo de Casa de Gobierno, para evitar mojarse durante los días de lluvia. El PJ perdió el poder en los siguientes comicios.

La pelea demoró, pero terminó en fractura

Fuerza Republicana fue el único partido opositor que, a partir del retorno de la democracia, le ganó al peronismo tucumano en las urnas. Pero aunque ganó el Poder Ejecutivo, no fue mayoría en la Legislatura. En ese contexto, las diferencias entre Antonio Domingo Bussi y Raúl Topa demoraron mucho más en aparecer que en el caso de la anterior gobernación peronista, pero el desenlace fue mucho más traumático.
La “interna” se radicalizó y se aceleró cuando al gobernador se le inició juicio político, al conocerse que tenía cuentas secretas en Suiza. 

Los “paladares negros” llegaron a plantear, ante la suspensión de Bussi, que Topa no debía asumir interinamente la gobernación y así forzar un conflicto de poderes y la consecuente intervención federal de la provincia. Pero el vicegobernador se hizo cargo del Ejecutivo. Las fisuras se tornaron irreconciliables y a 45 días del cambio de gobierno, y siendo intendente electo de la Capital, Topa y siete legisladores de FR renunciaron al partido.
FR ya había perdido el poder en los comicios.

El número dos sostuvo el timón en la crisis

La segunda experiencia de gobierno del peronismo con fórmula de gobernador y de vice fue diferente a la anterior: el binomio de Julio Miranda y de Sisto Terán gobernó sin enfrentamientos ni rupturas entre 1995 y 1999.
Terán, inclusive, se convirtió en el sostén de la gestión durante la segunda mitad del mandato. El gobierno enfrentaba, en el plano político, el escándalo por la denuncia de la esposa de un legislador respecto del pago de coimas para aprobar la ley que declaró la necesidad de la reforma constitucional (la norma luego fue fulminada por la provincia); y en el plano social, Tucumán era noticia en el mundo por la muerte de niños por desnutrición. Todo ello, en el contexto de debacle económica durante el fracasado gobierno de la Alianza en la Nación. Miranda se ausentaba por semanas de la provincia, en nombre de encarar gestiones en Buenos Aires, y el timón de la Casa de Gobierno quedó en manos de Terán. La Legislatura fue una cantera de funcionarios en la segunda mitad de la gestión.
El PJ retuvo el poder en los siguientes comicios.

La reforma cambió las reglas y alteró la fórmula

La reforma de la Constitución fue un punto de inflexión para la sociedad política entre José Alperovich y Fernando Juri. Aunque empujaron en conjunto la enmienda, la nueva Carta Magna refleja las tensiones: la Legislatura dicta su propio presupuesto; el gobernador sólo puede ser sometido a juicio político con una mayoría agravada; el vice que reemplace a un gobernador destituido debe llamar a elecciones sí o sí; salvo que quede menos de un año de gestión; el vice, tras cumplir dos mandatos, puede ser candidato a gobernador. Cuando a la Convención Constituyente la presidió Juan Manzur quedó claro que la fórmula de 2003 no se reeditaría en 2007. La Legislatura (donde se rompió el bloque) aprobó leyes para darle el 82% móvil a los jubilados provinciales, para regularizar todos los organismos intervenidos y para que haya voto electrónico. Alperovich las vetó y en campaña criticó el presupuesto de la Legislatura.
El PJ retuvo el poder en los comicios siguientes: eran los primeros en los que un gobernador pudo buscar su reelección consecutiva.

Una sociedad política que funcionó a la distancia

A finales de 2007, la fórmula José Alperovich - Juan Manzur se impuso con el 78% de los sufragios emitidos. En la Legislatura (ahora de 49 miembros), el oficialismo se quedó con las tres de cada cuatro bancas. Pero los problemas políticos y electorales que el peronismo no enfrentaba en Tucumán debió afrontarlos afuera. En 2008 estalla el conflicto con el campo. Y en 2009, Néstor Kirchner (había declinado buscar la reelección en 2007, pese a su alta imagen positiva), perdió los comicios como candidato a diputado por Buenos Aires. Fue un cimbronazo para la gestión de Cristina Fernández. En ese contexto, Manzur, que había sido ministro de Salud Pública de Tucumán entre 2003 y 2007, asumió como ministro de Salud de la Nación. La Legislatura le otorgó una inédita licencia, que renovó en 2011, cuando fue reelecto como vicegobernador, a la vez que fue ratificado como ministro por la reelecta Presidenta. Manzur reasumió el cargo en 2015, para afrontar la campaña de gobernador.
El PJ retuvo el poder en los comicios de ese año.

Una pareja exitosa frente a la picazón del sexto año

El espantó unió precozmente a Juan Manzur y a Osvaldo Jaldo. Luego de que José Alperovich los eligiera como candidatos oficialistas, el radical José Cano y el peronista Domingo Amaya cerraron un acuerdo inédito para enfrentarlos. Los comicios de 2015 registraron escandalosas irregularidades y un fallo los anuló. Luego, la Corte validó la elección, pero la legitimidad de origen del binomio había sido magullada. En la Casa Rosada aterrizó el macrismo. Y cuando anunciaron que en 2019 buscarían otro mandato, Alperovich los enfrentó.
Tras cuatro años de trabajo codo a codo, consiguieron una reelección holgada en 2019. Pero ahí nomás hubo manzuristas que hablaron de una nueva reforma. Y Jaldo retrucó que él quería ser gobernador en 2023. Lo que siguieron fueron chisporroteos durante el año de la pandemia. Y el lunes rompieron lanzas con la elección del ombudsman. El jaldismo celebró, la Casa Rosada aguó los festejos con un pronunciamiento contra “las aspiraciones personales”, y el manzurismo encaró una purga en el oficialismo.
En octubre hay elecciones.

Díaz Lozano reivindica los controles

“Los problemas en la relación entre un gobernador y un vicegobernador surgen cuando alguno de los dos avanza sobre el otro. Entonces, aparecen las leyes que buscan transferir competencias de un poder hacia otro. O las autoridades de un poder se niegan a someterse al control constitucional encargado a otro poder”, diagnóstica Julio César Díaz Lozano.
El ex vicegobernador, compañero de fórmula de Ramón Ortega, lamenta que en Tucumán los gobernadores “reaccionen mal” cuando enfrentan instancias de contralor institucional. “Aquí pareciera que interpelar a un ministro es una catástrofe, cuando la Constitución Nacional fija, desde 1994, que el jefe de Gabinete debe comparecer periódicamente ante el Congreso”, contrastó.
“Con Ortega hubo roces porque lo que yo entendía como cumplimiento de la Constitución otros decían que eran intromisiones. Pero cuando algunos ministros perdieron vigencia, las supuestas tensiones desaparecieron. Y lejos de que quedar con malas relaciones, él me acompañó en 1995 lancé mi candidatura a diputado nacional”, concluyó.

Terán sentencia que el vice debe asistir al gobernador

“La Constitución de 1990 crea la figura del vicegobernador en Tucumán y fija que su función es acompañar al gobernador, asistirlo, y suplirlo en casos de ausencia. Cualquier actitud de un vice que atente contra esto, es un incumplimiento de la naturaleza del cargo. Y, de mínima, un acto de deslealtad o traición”, sentencia Sisto Terán, titular del plan Norte Grande.
“Bastante trabajo tiene ya un gobernante con la oposición como para, además, lidiar con su compañero de fórmula”, sostuvo.
“Hoy, que un vicegobernador proceda de esta manera es triplemente grave: por lo inoportuno dado el contexto de pandemia; por lo institucional, porque afecta la gobernabilidad; y por lo extemporáneo, porque aún quedan por delante casi tres años de gestión”, cuestionó el ex compañero de fórmula de Julio Miranda.  
“Con esa convicción ejercí mi función: me tocó atravesar la crisis de 2001 y muchos se acercaron a ofrecerme dar un ‘pequeño golpe’. Por supuesto que no lo hice, por respeto al gobernador, a las instituciones, y por respeto a mí y a mi cargo”, afirmó.
“Carlos ‘Chacho’ Álvarez tuvo una disyuntiva cuando sus diferencias con Fernando de la Rúa se tornaron irreconciliables. Y tomó un camino que no comparto, pero que tiene dignidad: se fue. Si uno es elegido en una fórmula, forma parte de un todo”, subrayó.
“Hoy Manzur es una de las 10 figuras más importantes del peronismo argentino. Lidera a los gobernadores del Norte, es vicepresidente del PJ nacional y ha sido ministro de Cristina Fernández. ¿Y de pronto aparece esta relación conflictiva con su compañero de fórmula? No se puede poner todo en juego por un capricho personal. El vicegobernador debe ser el colaborador subalterno del gobernador”, concluyó.

El desafío de ser oficialismo y minoría

“Siempre pueden surgir elementos que hacen difícil el equilibrio por el doble rol del vicegobernador como presidente de la Legislatura y como compañero de fórmula del gobernador. En mi caso, el elemento esencial fue que, aunque éramos oficialismo en el Ejecutivo, estábamos en minoría en la Cámara. Y conseguir la sanción de las leyes implicó un permanente negociación”, analiza Raúl Topa, compañero de fórmula de Antonio Bussi.
El ex vicegobernador relata que, durante el juicio político al que fue sometido Bussi, tuvo “sugerencias de todo tipo y nivel. Incluida la presión de grupos internacionales promocionando la destitución y alguna ocurrencia menor en el ámbito local, sobre todo por ignorancia de las consecuencias. Mi conducta fue hacer oídos sordos y apegarme a la Constitución.
Desde lo institucional, para observar el correto desarrollo del proceso; y desde lo político, acompañar a mi gobernador, elegido por el pueblo, hasta ser repuesto para concluir su mandato”. puntualizó.

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