Micromundos que se esconden en terrariosy bonsáis

Micromundos que se esconden en terrariosy bonsáis

Un emprendimiento tucumano, con mirada ecológica, hermana las plantas con la fantasía y la filosofía ikigai. Consejos para armar y cuidar invernaderos en miniatura.

Hay ocasiones en que la Madre Tierra nos sirve de inspiración para crear piezas de arte únicas. En otras -en cambio- son las mismas hojas y tallos los que se transforman en un pincel para construir fantasías.

Al ver las macetas con paisajes en miniatura que fabrica Santiago Rojas Paz tranquilamente podemos pensar que, por un designio mágico, acabamos en el hogar de Pulgarcito o de algún hada que se refugia entre el musgo. Con sus delicados bonsais y terrarios, el desafío de este artesano es que las plantas signifiquen más que un mero objeto ornamental u olvidado en el jardín y que la belleza de la naturaleza sea vista con nuevos ojos.

Su emprendimiento de vivero online (@ser_ikigai) surgió en 2017, pero luego echó una prolongada siesta hasta la llegada de la pandemia. “Sin saber del tema, un día decidí podar una planta Portulacaria afra (monedita) que estaba gigante. Mientras trabajaba me sentí el señor Miyagi (“Karate kid”) haciendo un bonsái y luego visualicé y armé una casita en el árbol. Al publicar las fotos en redes sociales, la gente comenzó a encargarme pedidos”, comenta el fotógrafo de bodas.

En sintonía con los ciclos vitales, las microarquitecturas de Santiago son elaboradas a partir de materiales reciclados y orgánicos; por ejemplo al hacer macetas livianas. “En el proceso uso maples de huevo que pongo a remojar. Después los trituro en una procesadora y con un mortero los machuco, también pueden molerse en un molino de maíz. Una vez que el papel queda desmenuzado, hay que mezclarlo con cemento hasta obtener una masa/pasta”, explica el artista.

En su hogar la regla es: nada se tira sin antes preguntar. “Algunas de las casitas están hechas con tapas de los baldes plásticos de helado que siempre le compra a mi hija -Ámbar- su abuela Marta. Otras fueron construidas con palitos chinos de madera que me regala mi suegro (el abuelo Ernesto), fósforos usados o cualquier ramita o piedra que encuentro interesante durante mis caminatas”, detalla.

Santiago no es un gran sensei de las plantas, pero afirma que sabe ejercitar el poder de la observación. “Esa es la razón por la que logro atender las necesidades de las plantas antes de que sea tarde. No soy un gran conocedor… para eso tengo el buscador de Google que me saca todas las dudas o las aplicaciones de celular que indican qué especie vegetal es y sus enfermedades”, argumenta.

Reflexión y armonía

A la hora de imaginar las diminutas escenas silvestres, los tableros de Pinterest y el encanto de Tafí del Valle son las musas del artista amateur. En una pecera de cristal, los surcos de la geografía tucumana y un zig zag de piedras nos llevan hasta una cabaña de madera veteada. La vista incluye también una tranquera y un banquito ubicado debajo de un ombligo de Venus (que hace de sombrilla) para descansar entre los pastizales.

También hay casas de vibra rústica: junto a un bonsái del árbol de la abundancia, una vivienda de piedra mantiene sus ventanas semi abiertas, a la espera de visitantes. Como en cualquier obra en construcción, para evitar que las casitas se vengan abajo con cualquier soplido de lobo, al armado no se le escapan las cuentas matemáticas, el encastre origami de las piezas y los planos previos. Algunos de los cuales nos dan hasta resorts selváticos.

“Una vez para un bonsái usé arena que traje de Arraial Do Cabo (Brasil), fui un loco con cuatro botellas de litro en el equipaje. Cada diseño es distinto, pero recuerdo que hubo un terrario que me marcó porque tenía stone balancing. Quién hizo el pedido me contó que le simbolizaba algo que en ese entonces buscaba: el equilibrio en su vida”, recuerda.

Terrarios desde cero

Armar un terrario no es difícil, pero debemos ser pacientes y seleccionar bien las especies a cultivar. “Como pasa con las personas, hay plantas que se llevan mal entre sí porque necesitan de sustratos o nutrientes diferentes para crecer. Por ejemplo, al plantar cactus y crasas (suculentas) la base debe ser árida e incluir arena. En cambio, las hierbas aromáticas progresan mejor en tierra suave y fertilizada”, explica la especialista en arreglos florales Karen Nishimura.

Una vez hecha la lista, la parte más divertida es el montaje. Al haber forma de quitar el excedente del agua de riego, en la base de los terrarios siempre debemos colocar una capa de grava o piedras para el drenaje natural. “Después va una delgada franja de carbón vegetal o perlita que mantiene la frescura del suelo y absorbe los olores. En tercer lugar toca la tierra (con un grosor mínimo de cuatro centímetros) y -por último- otra capa de piedras o musgo para optimizar el filtrado de agua”, detalla.

Durante el (sofocante) verano tucumano, lo mejor es elegir recipientes con buena circulación de aire. Los terrarios crean microclimas, así que un exceso de humedad puede convertir nuestro sueño botánico en una seta gigante. La revisión es sencilla: los vidrios empañados demuestran un exceso de vapor de agua por lo que debemos transportar el invernadero a un ambiente seco y dejar de regarlo tan seguido.

Además -para evitar los cambios abruptos de temperatura- hay que chequear que las estructuras no estén expuestas al sol directo, ni próximas al aire acondicionado o el calefactor. Ante cualquier S.O.S lo mejor es tener un kit de pinzas y palitos que nos permitan manipular las hojas sin movimientos bruscos.

“Al ensamblar, el último detalle de atención es chequear que los brotes y los gajos no vayan muy cerca de las paredes del terrario porque facilitarían la aparición de hongos. También hay que desinfectarlos de antemano”, acota Nishimura. Con el tiempo, es lógico que nuestras plantas crezcan y el espacio quede reducido. Acá hay dos caminos: podemos podar los excedentes o trasplantar los brotes a una maceta y reconstruir el invernadero con nuevas especies.

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