Astor Piazzolla: zapando en el “fueye” una tangata en la eternidad

Astor Piazzolla: zapando en el “fueye” una tangata en la eternidad

Hace una centuria nació uno de los músicos más importantes que dio el país. La niñez en Nueva York. Encuentro con Gardel, Rubinstein y Nadia Boulanger.

 Astor Piazzolla: zapando en el “fueye” una tangata en la eternidad

1921, marzo 11. Una ausencia de muelles perfora la madrugada. Las olas salpican el viento en Mar del Plata. La felicidad florece en el sudor de Asunta cuando siente la vida salir de sus entrañas. La emoción sacude a Vicente. “Y va a ser algo grande. Acordate bien lo que te digo”, dice. El llanto de madre lo sobresalta: “¿por qué tiene el piecito torcido?” Siete operaciones aguardan al changuito. La familia corre la coneja. Unos primos la invitan a Estados Unidos, donde el destino del peluquero sea tal vez más promisorio. La mala conducta acompaña las trapisondas del changuito. La zurda lo ha hecho famoso en las trifulcas entre tanos y judíos. La armónica es la compañera de “Lefty”. El tata le regala un bandoneón, pero lo detesta porque su padre llora de nostalgia al escuchar los tangos. “Era muy atorrante, no me gustaba mucho la escuela, me rajaron de varias y andaba mucho por la calle. Ese ambiente me hizo muy agresivo, me dio la dureza y la resistencia necesarias para enfrentarme al mundo y, sobre todo, a las bataholas que 25 años después iba a levantar mi música”, afirma.

1934. Gardel en Nueva York. Nonino le pide que le arrime un obsequio al hotel. El Morocho queda encantado con el changuito, que oficiará luego de canillita en la película “El día que me quieras”. Acepta la invitación de comer los ravioles domingueros de doña Asunta. Le falta un bandoneonista; lo invita ir de gira por Centroamérica y Colombia. Vicente no lo permite porque “es muy chico”.

1935, junio 24. En un accidente aéreo en Medellín la muerte se lleva la sonrisa de Carlitos.

1940, julio. La tos de 19 años toca nerviosamente el timbre. La puerta se abre. La servilleta con salsa de tallarines, invita pasar al muchacho. “- ¿De qué quiere hablar conmigo? - Lo escuché en el Teatro Colón y me quedé enamorado de su forma de tocar. Entonces fui a casa y le escribí un concierto para piano”. El músico despliega la partitura en el atril. Toca. Se detiene. “- Ajá, esta es la parte de piano y ¿la de la orquesta dónde está? - Bueno, no sé, yo escribí un concierto de piano... - Pero todo concierto lleva orquesta, si no, sería una sonata o una suite. ¿A usted le gusta la música? - Sí, claro. - Entonces ¿por qué no estudia?” Las palabras de Arthur Rubinstein son un eco en sus pensamientos. Se convierte en el primer alumno de Alberto Ginastera.

Cambiar de religión

“Allí comienzan mis primeros estudios de la música, empiezo a escribir y a entender un poco más lo que es la música. Y debido a ese conocimiento, a esa nueva cultura, empiezo a hacer arreglos nuevos, escribo para cuarteto de cuerdas, para gran orquesta. En ese momento, estaba tocando en la orquesta de Troilo. Los arreglos eran muy avanzados para la época y mucha gente que escuchaba no le causaba ninguna gracia, porque desgraciadamente en el 39 o 40, como hoy también, en la Argentina se puede cambiar todo menos el tango. Era como convertirse a otra religión: de ser cristiano pasarse al budismo. El tango no debía cambiarse, tenía que quedarse en el estilo de 1940. Yo tuve la feliz idea, para mí, de cambiarlo y desde 1940 hasta ahora, he tenido los problemas más tremendos en mi vida por una sola causa: querer cambiar, evolucionar en una música popular”, cuenta.

1953. Una dulce mirada se le posa en el bigote. Los pensativos anteojos de ella lo interrogan: “ha trabajado duramente conmigo. Ha compuesto sonatas, música de cámara, sinfónica; todo está muy bien escrito, pero usted no está en esas obras. ¿Qué es lo que hace en la Argentina?” Una patota neoyorquina le atraviesa la mente, recreándole secuencias del pasado: rascacielos, guetos, la nostalgia de Nonino por los tangos de Gardel. La prostibularia noche porteña iza sus banderas cruzando en el humo un dos por cuatro. Antes de contestar, el músico echa un vistazo al estudio parisino. No está seguro de decirle la verdad a su célebre maestra. Arriesga: “toco tangos en el bandoneón”. Se dirige al piano. Toca un tango de su cosecha. “El tango es una música muy hermosa y el bandoneón un instrumento maravilloso”. Nadia Boulanger hace una pausa y agrega: “allí está usted. Siga en eso que le va a ir bien”. La garúa parisina le moja el corazón.

Regresa a Buenos Aires dispuesto a defender con alma y vida su música, a veces a trompadas limpias.

A metáfora limpia

1967. El “fueye” se hermana con la metáfora del yorugua Horacio Ferrer. “Ya sé que estoy piantao… no ves que va la luna rodando por Callao, que un corso de astronautas y niños, con un vals, me baila alrededor…” gana un segundo premio y toca la sensibilidad popular. La “Balada para un loco” lleva de la mano un “Chiquilín de Bachín”. Canciones. Tangatas. Liber y violentangos. Camorras. Seducen a Gerry Mulligan, Gary Burton, Chick Corea, Gidon Kremer, Milva, Al Di Meola

“El tango es una música que se lleva dentro de la piel. Aprovecho toda la cultura musical de los años que estudié con Ginastera y Nadia Boulanger, todo ese conocimiento lo pongo al servicio del tango que yo siento y que conozco muy bien porque toqué con durante más de 20 años en las mejores orquestas de Buenos Aires. Trabajé en casi todos los cabarets, así que tengo una cabeza enorme de tango y con una cosa muy importante: música más tango igual a evolución, a búsqueda, igual a todo lo que debería ser el tango. Lamentablemente, el 99% de los compositores de tango no tienen una cultura musical y eso es lo que le impide evolucionar. Yo avancé y por suerte mi música no está muerta. La música que no cambia muere: agua que se estanca, se pudre”, afirma.

Uno nace diferente

El violín araña rítmicamente el aire, el piano inicia un contrapunto con el “fueye”. La melancolía de Nonino, su padre, se agita en ese adiós y va a eternizar su obra cumbre. “Pienso que los que más fracasan en esta vida son los individuos que se proponen ser diferentes. Uno nace diferente, no se hace diferente. Yo no soy lo que es mi música. Esta es muy melancólica, puede ser triste, violenta, hasta religiosa. Y yo no soy así: soy una persona muy divertida, me gusta mucho la vida, el deporte. Soy un ‘bon vivant’, soy antitango en la vida; soy antinoche y el tango es noche. Me gusta la mañana, el día, la naturaleza, las flores, los bosques. Para mí el tango es un sinónimo de cabaret, el ladrón, el policía, el gigoló, la droga, es todo lo torcido en la vida. Eso fue el tango, nació en los prostíbulos, en el bajo mundo de Buenos Aires”, evoca.

1992, 4 de julio. El otoño porteño está en coma. Su música, fusión de cerebro y corazón. El Doble A está languideciendo una tristeza. Un escualo corcovea una despedida. La voz de Milva hace cantar el silencio: “moriré en Buenos Aires, será de madrugada...” Ástor Piazzolla sueña un último whisky y está zapando en el “fueye” una tangata en la eternidad.

Discografía imperdible

- El Tango con Edmundo Rivero y textos de Jorge Luis Borges (1965)

- La bicicleta blanca Amelita Baltar con Piazzolla (1971)

- Concierto para quinteto (1971)

- Summit - Reunión Cumbre con Gerry Mulligan (1974)

- Lumière - Suite Troileana (1975)

- Piazzolla con Goyeneche en vivo (1982)

- En vivo en el Teatro Colón (1983)

- El exilio de Gardel (1984)

- Nuevo tango: Hora Zero (1986)

- Tristezas de un doble A (1987)

-  The New Tango junto a Gary Burton (1987)

- The Rough Dancer and the Cyclical Night (Tango Apassionado) (1988)

- Sur (1988)

- La Camorra: The Solitude of Passionate Provocation (1989)

- Five Tango Sensations (1989) con el Kronos Quartet.

- Bandoneón Sinfónico (1990)

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