Florencia Freijo: “La desigualdad consiste en ser siempre las que nos relegamos y posponemos”

Florencia Freijo: “La desigualdad consiste en ser siempre las que nos relegamos y posponemos”

La autora de “(Mal) Educadas” dialogó con LA GACETA sobre cómo se construyen los roles de lo femenino y lo masculino en la sociedad. “A los hombres no los educan para constituir empatía”, observó.

LA AUTORA. María Florencia Freijo, “madre” del libro “(Mal) Educadas”. LA AUTORA. María Florencia Freijo, “madre” del libro “(Mal) Educadas”.

María Florencia Freijo nació en Mar Del Plata, es politóloga y divulgadora de temas feministas. En los últimos años escribió una serie de libros que contribuyen a reflexionar sobre el rol de los géneros en nuestra sociedad. Freijo es madre soltera y aseguró, en reiteradas oportunidades, que su militancia está orientada a las madres que crían solas.

La autora de “Solas aun acompañadas” y “(Mal) Educadas” dialogó con LA GACETA sobre qué y cómo se enseñan los roles a las nuevas generaciones.

-Tu nuevo libro plantea la pregunta cómo y para qué fueron educadas las mujeres a lo largo de la historia. ¿Qué observaste en esa investigación?

-Las mujeres fuimos educadas dentro de una función y un rol social -en el que también fueron educados los varones-. Hubo siempre una educación basada en generar una división sexual y social del trabajo y de los deberes con base a la idea nuclear de familia. En ese sentido ha habido una educación desde los inicios de la historia si se quiere, como puede ser la era de los imperios, en donde los hombres explicaban que la mujer tenía una condición de inferioridad y que eran educadas para servir al amo. La capacidad reproductiva de las mujeres se extrapoló a que las mujeres sólo podemos dedicarnos a las actividades de crianza y cuidados.

-¿Cómo se pueden modificar esos paradigmas tan arraigados?

-Hay dos caminos, a grandes rasgos: las políticas públicas y la educación. El Estado y sus políticas públicas no resuelven todo, pero plantean un camino. Hay países que tienen muy buenos índices medibles de mecanismos para paliar la desigualdad de género, buenas políticas públicas, pero, sin embargo, la violencia física y sexual hacia las mujeres es muy alta, mucho más que en otros países que no han resuelto la desigualdad de género. Esto demuestra que hay un aspecto cultural muy fuerte y arraigado que tiene que ver con haber naturalizado a través de los siglos estos estereotipos de género -tanto para varones como para mujeres- que transforman nuestro comportamiento y que, si no se modifican desde la matriz cultural a través de una educación profunda, esto no va a cambiar.

-¿Cuáles son los mandatos más arraigados?

-Los roles que siguen arraigados son los mismos desde los imperios: la mujer cortesana o femme fatale; la que contiene; la que aconseja; cuida y está dispuesta sexualmente. El rol de la esposa que gestiona las tareas domésticas y de cuidado. Con esto no quiero decir que esté mal casarse, sino que hay que repasar cómo se circunscriben las relaciones en el interior porque, por lo general, las mujeres son quienes se relegan y posponen todo el tiempo: de eso hablamos cuando hablamos de desigualdad. Ahora hay un nuevo rol que es de la mujer empoderada, es decir, además ¡hay que poder con todo! Las mujeres trabajan -en todo el mundo- entre tres a seis horas más en la casa que su par masculino. Esto quiere decir que la independencia económica no se traslada a una mayor independencia personal porque la distribución del trabajo no es equitativa. En las jugueterías uno puede observar cómo generan estos modelos o roles: el 50% de los juguetes para varones tienen que ver con la pelea, la lucha, o lo relacionado a la construcción o la ciencia mientras que los juguetes para nenas tienen que ver con los roles de cuidados. A los hombres no los educan para construir empatía.

-¿Cuánta responsabilidad pueden asumir los hombres hoy y cómo pueden colaborar en esa educación?

-Los hombres y las mujeres tienen que asumir toda la responsabilidad porque el cambio es efectivamente social y la responsabilidad tiene que ser de toda la sociedad. Si todos nos pasamos la pelota, nadie se hace cargo. Si los hombres no sienten que son parte de la desigualdad va a ser muy difícil. Uno cree que los chicos de ahora vienen con otro chip, pero, en muchos casos, no es así porque no sienten que generan la desigualdad, no buscan ni revisan qué sucede. Las mujeres también deben revisar todo esto porque muchas veces perpetuamos la violencia para con otras mujeres porque les exigimos y las juzgamos más.

-¿Creés, como muchos dicen, que es "el" momento histórico de las mujeres”?

-Yo estoy preocupada con llamar así a estos tiempos porque siento que parecería que la lucha ya está ganada, que las mujeres ya pueden ser presidentas. Y sí, pero, en realidad, no superamos el 20% de mandatarias en los países del mundo porque nos falta mucho para que haya equidad.

Sus libros:

- “Solas (aun acompañadas)”

(El Ateneo)

Las mujeres transitan este mundo cargando mandatos, el “deber ser”: ser buena hija, novia, esposa, madre, amante y “femme fatale”. Desde temprana edad se despliega una enorme cantidad de exigencias sobre su cuerpo y comportamiento. ¿De dónde viene esa fuerza que las lleva a un único destino de cuidadoras una y otra vez? ¿Quiénes son y qué desean cuando no están agradando, cuidando o amando? ¿Por qué las mujeres de todo el mundo lideran todos los índices de la desigualdad y cómo se traduce esto en su vida? María Florencia Freijo propone una lectura interesantísima por la historia, y la industria cultural y del entretenimiento para averiguar en qué momento nació esta diferencia social que ha convertido a las mujeres personas con menos derechos, menos ingresos y menos justicia.

- “(Mal) Educadas”

(Planeta)

Florencia Freijo: “La desigualdad consiste en ser siempre las que nos relegamos y posponemos”

¿Cómo se ha educado a las mujeres por siglos? ¿Para qué se las ha educado? Hasta fines del siglo XIX, las mujeres no asistieron a la escuela, su única formación tendía a que fueran “buenas”: buenas esposas, concubinas, amantes, madres, hijas y abuelas. Esta educación inorgánica, esta “mala” educación, se vuelve un sustrato permanente y fortísimo que sigue formando a las mujeres aún hoy para cumplir miles de mandatos. Esto es lo que sostiene María Florencia Freijo en “(Mal) Educadas”: que las mujeres han sido y aún son preparadas tanto en la educación formal como en la informal, para amar sin condiciones a riesgo de quedarse “solas”, y para limitar su propio poder y sus posibilidades expansivas.

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