“La llanura del río Salí es nuestra gallina de los huevos de oro”

Jorge García es hidrogeólogo, docente de la UNT e investigador. Sostiene que el desarrollo urbano hacia el oeste y el norte llegó al límite y pide que miremos las tierras fértiles del este del Gran Miguel de Tucumán a la hora de lotear.

DESDE EL AIRE. La cuenca del Salí va de Salta hasta Córdoba y es de una riqueza poco apreciada, al menos durante los últimos 50 años. La mirada tucumana se direccionó hacia el cerro. la gaceta / archivo DESDE EL AIRE. La cuenca del Salí va de Salta hasta Córdoba y es de una riqueza poco apreciada, al menos durante los últimos 50 años. La mirada tucumana se direccionó hacia el cerro. la gaceta / archivo

“El futuro de nuestra planificación urbana debe pasar por la llanura aluvial del río Salí. Esa es nuestra gallina de los huevos de oro”, afirma Jorge García, doctor en Geología (UNT) y especializado en hidrogeología en la Universidad Complutense de Madrid. García subraya que nos estamos equivocando al desarrollar la ciudad hacia el cerro, sostiene que es un pecado que Tucumán padezca escasez de agua y advierte que las inundaciones continuarán si no media una solución política enfocada a regular el embalse del Frontal. Son temas que lo apasionan y de los que se ocupa en su rol de docente (lleva 34 años en la UNT, enseñando hidrogeología en la Facultad de Ciencias Naturales) y de investigador (integra el staff del Insugeo -Instituto Superior de Correlación Geológica-). Más allá de estos títulos, a García le gusta identificarse como un naturalista.

- ¿Qué siente al contemplar cómo descuidamos al Salí y a su entorno?

- Como naturalista me apena, me produce una mezcla de sinsabores; me enoja, me entristece... Pero creo que no se limita al río Salí ni a Tucumán, tiene que ver con la región. Desde Ceres y Córdoba hacia el norte es otro país. Hay una cuestión cultural y política que no terminamos de entender como sociedad.

- Se da que en Tucumán miramos más a la montaña que al río. ¿A qué se deberá?

- Lo veo como una atracción que me suena extraña y superior. Por ejemplo, en esa fascinación por escalar hasta la cima buscando alguna conexión espiritual. Y también hay un tema cultural. En las montañas habitaban los dioses, ¿no?, quienes repartían premios y castigos. Por ejemplo, mandando la lluvia. Todo muy relacionado con la vida. En fin, tampoco perdamos de vista que quienes viven en la costa se van de vacaciones a la montaña y viceversa (risas).

- ¿Cómo fue cambiando la cuenca del Salí con el paso del tiempo?

- Todas esas modificaciones tienen que ver con la intervención humana. Una fue el paulatino desmantelamiento del monte, lo que generó un cambio del ambiente natural en la cuenca. A eso se suma la extracción de materiales en las orillas: grava, ripio, arena, arcilla... El suelo quedó desnudo y esa es una de las razones por las que se acelera la velocidad del agua. Al aumentar esa velocidad crece la presión y eso produce un zapado sobre pilotes y bases de los puentes.

- ¿Cómo se previenen estas situaciones?

- No hay forma de dominar la naturaleza, hay que entender que se trata de ciclos dinámicos. Si viene una creciente única en 100 años los puentes no van a aguantar, porque están proyectados con cálculos que responden a períodos mucho menores. Pensemos que la vida útil del Cadillal está cumplida. Por todo esto es fundamental invertir en nuevas obras, pero a la vez a esas obras hay que cuidarlas, controlarlas y monitorearlas.

- ¿Por qué sufrimos con la provisión de agua?

- No podemos decir que en Tucumán hay déficit de agua; lo que hay es déficit de obras. ¿Cómo puede hacer que tengamos escasez cuando llueve un promedio de 1.000mm anuales, y no suceda lo mismo en provincias como Mendoza, donde caen 300 o 400mm? Lo importante es aprovechar el excedente de agua del verano, almacenarla y usarla en la estación seca. Para eso deberíamos combinar obras de superficie, como un nuevo dique -podría ser en Potrero de las Tablas- y subterráneas. Pero en ese caso hay que tener cuidado, no se pueden hacer pozos en cualquier parte porque se explota mal el recurso.

- ¿Cómo juega en esto la contaminación del río?

- El Salí es un río de montaña, que viene bajando desde una zona selvática, así que transporta materiales sólidos. El rojizo de la arcilla del suelo termina contribuyendo para que tome ese color. Pero si sacás una muestra y dejás que la arcilla decante te queda el agua transparente. Pero otra cuestión es la físico-química y la bacteriológica. Por un lado tenemos los desechos que tiran las industrias (papelera, citrícolas, ingenios) y por otra los residuos que se arrojan en las orillas. Sumemos los desagües cloacales. El Salí termina siendo un vaciadero de basura.

- ¿Está satisfecho con la forma en que se está manejando el recurso?

- En todo el mundo al agua contaminada se la trata, se la mejora y se la emplea para usos menores, como el riego. Me llama la atención que en San Felipe no se haga ese reciclaje. Eso me hace pensar que la planta no es tan eficiente, de lo contrario no largaría toda el agua que recibe. No estoy hablando de la calidad del agua potable, sino de la funcionalidad de la planta.

- Y al mismo tiempo no podemos solucionar el grave problema de las inundaciones. ¿Por qué?

- Ríos como el Gastona o el Medinas llevan muchos materiales, pero al encontrarse con el Frontal el nivel del agua se levanta y la pendiente baja. El agua que antes se escurría queda almacenada, y los ríos pierden fuerza y velocidad. La consecuencia es la inundación de localidades como Sud de Lazarte, Monteagudo, Atahona o Villa Chicligasta. Es física elemental. La cuestión es que Tucumán tiene agua y Santiago del Estero no, así que ellos necesitan que el Frontal esté lleno, y Tucumán necesita que dejen drenar el agua para evitar las inundaciones. Hay una tensión ahí que debe resolverse con una decisión política. El problema es que cuando se produce una inundación no se soluciona en el acto abriendo las compuertas, es un proceso que lleva tiempo, un tiempo que la gente afectada no tiene.

- ¿Estamos haciendo lo correcto en materia de desarrollo urbanístico?

- Todo lo que es el piedemonte, la lomada del norte y el oeste, no presenta las mejores condiciones de suelo ni de disponibilidad de agua. Un ejemplo es la zona de Los Nogales, que tiene poca calidad hidrogeológica y depende de las perforaciones para obtener agua. En Las Talitas, por el carácter arcilloso de la tierra, hay poca disponibilidad de agua subterránea.

- ¿Por dónde pasa la solución?

- La planificación urbana debe enfocarse a la llanura aluvial del Salí. Esa es nuestra gallina de los huevos de oro, una zona rica desde la perspectiva agronómica, fértil gracias a la acción del río. Esto requiere un cambio en la elección de los terrenos para loteos y una mejora sustancial en la infraestructura edilicia y urbana que tenemos en el este del Gran San Miguel de Tucumán. Hay que empezar a mirar esa llanura de Cruz Alta, de Leales, todo ese sector comprendido entre las rutas 38 y 9, que es donde está el futuro hidrogeológico. El problema es que allí están radicadas muchas industrias, que jamás deben competir con el radio urbano, por ejemplo en la provisión de agua. Pero veo que varias de esas fábricas van mudándose hacia Famaillá, hacia Acheral.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios