Manzur siente el efecto del “fuego amigo” preelectoral

Manzur siente el efecto del “fuego amigo” preelectoral

Inquietud por la falta de reacción en el gabinete.

COYUNTURA POLÍTICA. Con barbijos, Manzur y Jaldo atraviesan un “distanciamiento” en la sociedad política. COYUNTURA POLÍTICA. Con barbijos, Manzur y Jaldo atraviesan un “distanciamiento” en la sociedad política.

Del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio al Aislamiento Sociopolítico. Así se encuentra  Juan Manzur a un año de la pandemia de la Covid-19. El dato no es menor: el distanciamiento del gobernador con su vicegobernador, Osvaldo Jaldo, es más profundo y prematuro de lo que cualquier tucumano hubiera imaginado. Sin embargo, el binomio coincide -por separado- que las diferencias son coyunturales, pero que de ninguna manera puede poner en peligro la sociedad electoral para que el Frente de Todos se quede con la mayor cantidad de bancas en juego en las parlamentarias del octubre próximo.  Los hechos y los gestos son más contundentes que esas palabras.

La “guerra fría” entre el número 1 y el 2 de la provincia no es nueva. Pero, cada tanto, se asoma una batalla. No obstante, las críticas a la gestión del Poder Ejecutivo por parte de algunos parlamentarios oficialistas (“fuego amigo”, indican), sumado al frustrado intento de la Casa de Gobierno para que Fernando Juri Debo sea reelecto defensor del Pueblo, han crispado los nervios del hasta ahora introvertido Manzur.

El lunes, tras su mensaje anual de apertura de sesiones ordinarias, el gobernador dejó la Legislatura con el convencimiento de que la armonía política era más fuerte que las críticas a su discurso, que ha causado en ese recinto una sensación más cercana a la incertidumbre que a la esperanza. Tras esa ceremonia, Manzur y Jaldo compartieron un encuentro con funcionarios y legisladores. “El jueves los espero a una reunión”, le dijo el mandatario a las autoridades del bloque oficialista. Al día siguiente dio el apoyo para que Juri Debo siga como ombudsman (recalaría en el Ejecutivo). Esa actitud ha causado airadas reacciones entre los parlamentarios que se cristalizaron luego con la exclusión de la terna del dirigente peronista. Al hasta ahora defensor del Pueblo no le perdonan que haya rendido cuentas de sus acciones en la Casa de Gobierno y no en la Legislatura, el ámbito natural de su accionar. El ombudsman se defiende afirmando que intentó en reiteradas oportunidades brindar su informe. Dice que no le permitieron hacerlo.

Independientemente de esa situación, el pase de factura será permanente y peligroso para el futuro del oficialismo. “El problema es que el gobernador ha dejado de dialogar con nosotros; no nos atiende el teléfono”, se quejó un legislador que solía acompañar a Manzur a varias recorridas de obras.  “El Gobierno es de él y nuestro; hay un respeto mutuo”, se le escuchó decir a Jaldo. El titular del Poder Ejecutivo, en tanto, se refugió en el calor político de la Casa Rosada entre el miércoles y ayer. Una visita al ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro causó suspicacias en el edificio legislativo.

El capital político actual del gobernador se sustenta, precisamente, en la relación con el presidente Alberto Fernández, en su alta exposición política a nivel nacional, y en el manejo de una billetera millonaria, presupuesta en cerca de $ 220.000 millones para este año. Sin embargo, su entorno es cada vez más pequeño. A tal punto que los propios miembros del gabinete están preocupados por lo irascible en el comportamiento de su jefe, algo poco común en su personalidad. Quejas sociales por la inseguridad, reparos al sistema de vacunación masiva, observaciones a los protocolos para la vuelta a clases y ahora la poca injerencia en la relación con la Legislatura son las causas de ese cambio de humor.  Como si esto fuera poco, Manzur carece de escuderos que lo defiendan no sólo de los embates de la oposición, sino también del fuego amigo. Algunos sostienen que es el  propio mandatario el que ha pedido a sus colaboradores no contestar las críticas. Otros, definitivamente, callan u opinan desde el anonimato. Varios ministros consultados ayer por LA GACETA coincidieron en fustigar al presidente de la comisión de Asuntos Institucionales y Constitucionales de la Cámara, Javier Morof, que fue uno de los impulsores de la exclusión de Juri Debo de la terna para la Defensoría del Pueblo. Recordaron que la Casa de Gobierno brindó el apoyo para la consolidación electoral de la lista que lo llevó a la banca. “De Morof puede decirse que es un afiliado al PJ, pero no un compañero”, ironizó un manzurista.

El año electoral se le está haciendo cuesta arriba al oficialismo. Cualquier intento de reforma constitucional puede ahondar esta crisis política interna del Frente de Todos. “La gente no se banca una Constituyente”, advierten en la Legislatura, como una manera de frenar la posibilidad de modificar la Carta Magna Provincial para ampliar la cláusula reeleccionista.

Parafraseando a Juan Domingo Perón, los peronistas siguen peleándose, pero eso no significa que estén reproduciéndose. Arrancaron el año “festejando” el divisionismo en Juntos por el Cambio, con las internas radicales pero, transcurrido apenas poco más de dos meses del año, los encuentra velando las armas, y a la espera de otra tregua. El fin de semana puede ser de cumbres, negociaciones y tal vez reconciliaciones. Todo es posible en el mundo justicialista.

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