Tucumán es pionera en la sanción de una ley de salud menstrual

Tucumán es pionera en la sanción de una ley de salud menstrual

La norma asegura la entrega gratuita de toallitas y otros productos íntimos a mujeres de bajos recursos. Un avance social en un tema poco abordado. La feminización de la pobreza.

DERECHOS. La nueva ley provincial de gestión menstrual abarca también a personas que se encuentren en la etapa de la menarca o del climaterio. DERECHOS. La nueva ley provincial de gestión menstrual abarca también a personas que se encuentren en la etapa de la menarca o del climaterio.

Como sintetiza la socióloga feminista Dora Barrancos: “sin igualdad de género, no hay justicia social”. En lo que refiere a las diferencias existentes, basta con reflexionar sobre nuestras rutinas para notar que la inequidad entre hombres y mujeres aparece en las escuelas, el trabajo y hasta llega al ámbito de la salud. Por fortuna, esta también es una época de revueltas y cambios.

En diciembre, Tucumán dio un gran paso al aprobar la Ley N° 9.349. Según la norma -a partir de ahora- el Estado deberá proveer de productos de gestión menstrual gratuitos (toallitas, tampones, ropa interior absorbente, etcétera) a todas las niñas, adolescentes y mujeres que se encuentren en situación de vulnerabilidad socioeconómica o educativa.

La ley sienta un precedente a nivel nacional porque Tucumán es la primera provincia en lograr una legislación tan abarcadora. “La falta de dinero y la estigmatización hacen que muchísimas mujeres transiten su menstruación en soledad. Si tenemos 14 años y vemos que nuestra familia no cuenta con lo suficiente para comprar comida, esta necesidad queda relegada. Sumado a la vergüenza, la situación hace que se intente solucionar el problema por cuenta propia. En las visitas a distintos barrios y comedores las chicas se ponen nerviosas y se miran unas a otras cuando les preguntamos sobre el tema. Hay quienes dijeron que van a las farmacias a pedir que les regalen un paquete de toallitas”, explicó la legisladora Sara Alperovich, autora de la propuesta.

El problema de la falta de recursos va de la mano con condiciones paupérrimas de higiene y prácticas poco seguras. “Hay chicas que usan trapos sucios u elementos que luego producen graves infecciones o patologías. Además, la falta de insumos de contención impide que puedan ir a trabajar e influye en la deserción escolar y ausentismo. La Organización Mundial de la Salud señala que el 20 % de las estudiantes no vuelven a clases por la vergüenza de mancharse en un lugar público”, acotó la integrante del bloque Hacemos Tucumán.

Para arrancar a deconstruir los mitos que se esconden en el paraguas de “cosas de mujeres” se requiere de un esfuerzo multidisciplinario. Es por eso que la ley abarca la entrega de los dispositivos de control menstrual tanto en instituciones de aprendizaje y hospitales públicos como en penales y alojamientos diurnos/nocturnos destinados a personas en situación de calle.

En este argumento, la (correcta) implementación de la Educación Sexual Integral es el otro pilar fundamental. “Incorporar la menstruación en los contenidos de la ESI es fundamental y el Ministerio de Salud deberá regular que se realicen campañas de sensibilización y visibilización. La prevención y la educación nos dan poder sobre nuestro cuerpo. Aún hoy hay mujeres que desconocen sobre la llegada mensual del ciclo o se cuidan en los encuentros sexuales sólo calculando fechas”, agrega Alperovich.

Doble beneficio

Al intentar abogar por una menstruación digna, uno de los mayores problemas es la falta de estadísticas que midan la realidad tucumana. Motivo por el cual la normativa servirá de puntapié para realizar -a futuro- estudios propios sobre la gestión menstrual y para recabar datos sobre el impacto ambiental de los productos.

Los desechos femeninos (sin recurrir a un tratamiento especial por sus posibles patógenos) tardan entre 500 y 800 años en degradarse. “Lo ideal es que en el futuro podamos pensar en alternativas sustentables que cuiden el medioambiente. Por ejemplo, repartir toallitas biodegradables o copas menstruales, pero primero debemos lograr que cada hogar tenga las condiciones sanitarias adecuadas. En varias zonas son mayoría las casas con letrina o sin baños”, explica. Además, la legislación enfatiza que el Estado deberá darle prioridad a las empresas fabricantes locales.

“Debemos entender que estos productos son de primera necesidad porque remiten a una condición biológica. Su compra y uso lleva a una desventaja económica real y contribuye a la feminización de la pobreza. En espacial, al tener en cuenta que las mujeres perciben un menor salario y que las tasas de desempleo y la brecha laboral es mayor”, detalla María del Carmen Carrillo, titular de la Secretaría de las Mujeres, Géneros y Diversidad.

Algunos avances parecidos en la búsqueda de igualdad se dieron en el Municipio de Morón (provincia de Buenos Aires), al aprobarse una ordenanza municipal que aseguraba la provisión gratuita de apósitos menstruales. También le siguieron la ciudad de Santa Fe y San Rafael (en Mendoza).

A nivel internacional, Escocia pasó a ser (en noviembre del 2020) el primer país en aprobar la distribución gratuita de apósitos menstruales en establecimientos públicos. En la lista se incorporó por igual Nueva Zelanda (minimizando la propuesta a la jurisdicción educativa) y Francia (hace apenas unos días) con la instalación de dispensers en las residencias estudiantiles y los consultorios universitarios.

En números

La historia del sangrado es a la vez una cronología de eufemismos, estereotipos y metamorfosis culturales. Desde las conversaciones en susurros con una compañera de banco a los comerciales con modelos sonrientes, el acto de menstruar no solo está recubierto de desinformación sino también de emociones negativas que nos han enseñado a sentir.

El año pasado, una encuesta hecha por la Defensoría del Pueblo de Buenos Aires a 1.653 usuarias, registró que el 43 % de las participantes habían aprendido sobre el período luego de la menarca. Y que, en promedio, la primera consulta ginecológica se realizó recién cinco años después de iniciar su menstruación.

En paralelo, siete de cada 10 entrevistadas afirmaron que debieron modificar sus hábitos de gestión menstrual por dificultades económicas. De este total, más del 70% tuvo que optar por marcas low cost y el 26% debió comprar menor cantidad de productos u optimizar su uso con reduciendo los intercambios.

Algunos costos a tener en cuenta:

- Entre $110 y $325
cuesta el paquete de toallas femeninas (por 16 unidades) en las farmacias y en los supermercados tucumanos.

- Entre $119 y $260
es el precio de los tampones (por 16 unidades) en las farmacias y los supermercados tucumanos.

- Entre $600 y $1.200
cuesta cada toallita ecológica/reutilizable hecha por emprendimientos locales.

- Entre $1.400 y $2.200
salen las copas menstruales según la empresa fabricante, el tamaño y combo.

- Entre $800 y $2.200
puede valer una bombacha lavable para menstruación vía e-commerce.

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