Todos seguirán hablando de Boca

Todos seguirán hablando de Boca

Hasta hace apenas unos días, la queja generalizada era la atención desmesurada que, especialmente los programas de TV, le daban a Boca. Como que el resto de los clubes no existía. Sólo River, claro. Pero Boca como centro. La protesta, por supuesto, tenía mucho sentido. Pero la queja incluía también el sentimiento generalizado de que esos programas, esos periodistas, eran más o menos todos de Boca. En rigor, todo suele ser algo más sencillo. Se llama rating. Boca genera rating. Y la tele muere por el rating. Seguirá hablando de Boca. Como sucedió casi siempre. Eso sí, ahora más concentrado que nunca. Disney-Boca.

Lo más curioso sucedió apenas días después. Lo que hasta hace unos días era visto como un programa “pro-Boca” o un periodista “pro-Boca”, ahora, en cambio, como Boca entró en crisis de rumores, se dice que esos mismos programas, esos mismos periodistas, son “anti-Boca”. Ni uno ni lo otro. Y otra vez lo mismo. Boca vende. A favor y en contra. Vende.

Salta una chispa y se recurre al abuso de archivo. Y vemos también abuso de interpretación. Porque si nos remitiéramos a los hechos, vemos que Boca, bajo su nueva gestión, ganó dos de tres títulos y que su jugador bandera, Carlos Tevez, recuperó esa condición también desde el arribo del presidente Jorge Ameal y de Juan Román Riquelme. ¿Por qué entonces tanto escándalo? ¿Cómo fue que se llegó a este momento de supuesta crisis? ¿Sólo porque la tele precisa de rating? ¿O acaso el duro 0-3 propinado por Santos en la revancha de la semifinal de la Libertadores no nos estaba avisando que estaba incubándose algo complejo dentro del vestuario que quería levantar la Copa?

La sospecha no fue exactamente por el 0-3. Fue por la actitud. Boca fue una sombra. No parecía estar conciente de lo que estaba en juego. Y un Santos discreto, un equipo en formación, lo eliminó de modo inapelable, por mucho que le doliera al periodismo que sí o sí precisaba un equipo argentino en la final. Tal vez le hubiese gustado también a la Conmebol, es cierto, que por algo ubicó a River y a Boca como primero y segundo, respectivamente, en su último ranking. Y también es cierto que la final del último sábado en el Maracaná fue pobrísima. (En Brasil, la Justicia debate en estos días una ley sobre el “derecho al olvido”. Tal vez esa final podría ser un primer gran caso. El que una vez fue el país del “futebol-arte” no se merecía eso y Palmeiras, nuevo campeón, hará lo que pueda contra Bayern Munich si llega a la final del Mundial de Clubes en la que debuta hoy en Qatar).

Pero volvamos a lo nuestro. Al Mundo Boca. La nueva dirigencia, basta hacer un poquito de memoria, inició su gestión con problemas. El habitual recambio en el manejo de inferiores que se produce en muchos clubes cuando se inicia una nueva administración ocupó esta vez demasiadas quejas de supuesto maltrato por parte de los desplazados. Quedó claro que la gestión anterior de Daniel Angelici disfrutaba de vínculos más aceitados con el periodismo. El mundo casi siempre más hermético de Riquelme (como jugador primero, como dirigente luego) sumó complicación a ese cuadro, sólo atenuado porque el nuevo Boca se encontró con un tropezón inesperado de River y se coronó campeón. También la Libertadores parecía un camino a la medida del nuevo Boca. El equipo, es cierto, ya se mostraba más irregular. Pero alcanzaba. La paliza en la revancha contra Racing asomó como certificado de garantía. Hasta que llegó Santos.

La Copa Diego Maradona sirvió de salvavidas en los primeros días pos-Libertadores. Pero la pelota dejó de rodar y, de uno en uno, aparecieron los tiros que no se habían escuchado antes. Tevez, el “Carlitos-bandera” recuperado por la actual gestión, blanqueó todo y a su modo. Foto incluída con el presidente anterior, su amigo Angelici. Es cierto, en su momento, Riquelme también jugó políticamente en Boca y a él le debe Ameal su triunfo. Pero Román lo hizo cuando ya no jugaba. Tevez no sólo sigue jugando. Es capitán y símbolo del equipo. Y “el Patrón” Bermúdez, acaso el más directo del Consejo de Fútbol, debería saber que a él le cabe ahora la vieja ley. El ya no es más jugador. Es dirigente. El club, es cierto, es el que debe decidir los lineamientos de trato del plantel con la prensa, política salarial, contratos, etcétera. Ese es el mundo ideal. El real va por otro lado. Y el plantel, con el caso del destrato a Pol Fernández como bandera, deja trascender que se plantará en caso de nuevo conflicto y el DT Miguel Angel Russo, queda inevitablemente envuelto en la puja. Mundo Boca. A favor y en contra. Y los demás (el resto del fútbol argentino) que se arreglen.

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