Los héroes de los recónditos parajes

Los héroes de los recónditos parajes

12 Enero 2021

Hace sinnúmero de años se sabe que no todos los héroes usan capa. Pero a partir de marzo del pandémico año pasado se conoce que muchos de ellos visten delantales. Cuando el SARS-CoV-2, ese enemigo invisible al ojo del hombre, declaró la guerra contra la humanidad, en la primera línea de fuego se ubicaron los profesionales de la salud. Y al tiempo que defendían a la población mundial del virus coronado, en sus laboratorios trabajaban sin descanso para desarrollar las armas con las cuales eliminarlo para siempre. Dentro de este selecto grupo de prohombres se cuentan algunos que merecen una consideración extra. Se trata de aquellos trabajadores de la salud que se desempeñan en la alta montaña, ese territorio hostil donde el tiempo parece moverse más lento y hasta caminar hacia atrás, a modo de burla, cuando nadie presta atención a los relojes.

En el caso de Tucumán, se trata de una decena de localidades perdidas en la altura de los cerros de nuestra provincia: Anfama, El Nogalito, Chasquivil, San José de Chasquivil, Ancajuli, Ñorco, Lara (cuando se encuentra allí su población migrante), Las Arquitas, La Hoyada y Mala Mala -en esta última se detectaron los primeros casos de covid-19 de alta montaña-. Alrededor de 1.500 comprovincianos, repartidos en unas 370 familias, son atendidos por los médicos de alta montaña. No se trata de viajes placenteros; llegar hasta esos recónditos parajes, donde puñados de personas viven “aisladas” del mundo conocido, implica recorrer kilómetros a lomo de animales, atravesar montes y cruzar ríos, bajo el sol quemante o en medio de esas temperaturas que calan los huesos. A comienzos de la pandemia del coronavirus, los recursos humanos sanitarios de esas localidades fueron reasignados, como refuerzos, a distintos hospitales de la provincia. Durante el último mes, la atención de los profesionales en sus consultorios de alta montaña fue recuperando la frecuencia que muestran durante un año “normal”.

La nueva enfermedad se metió en cada rincón del mundo; y también en esos pequeños parajes de los cerros tucumanos. Y también allí estuvieron los médicos, para dar batalla. Dividían su tiempo entre la presencialidad, y una atención remota que se daba mediante radio, porque la internet es cosa desconocida por esas zonas.

De cualquier forma, los habitantes de la alta montaña tuvieron durante todo el tiempo la atención y la contención de sus médicos. Aun en los momentos más calientes de la pandemia. Y seguirá siendo de ese modo cuando el mundo vaya retornando a su normalidad. Pero esa normalidad nunca implica en estas localidades un relajamiento de la emergencia. Simplemente porque en las zonas de alta montaña, cualquier situación que en una urbe se resolvería de manera sencilla puede volverse una emergencia. Porque cualquier afección cuya atención pudiera esperar en la guardia de un hospital de ciudad, en el cerro puede derivar en una urgencia si no se la trata con celeridad.

Debido a su labor durante la pandemia, pero también a la que desempeñaban antes de esta y a la que continuarán desempeñando cuando la covid-19 sea sólo un mal sueño, la labor del trabajador de la salud de la alta montaña tucumana debe ser destacado especialmente. En definitiva, se trata de aquellos héroes sin capa, que vuelan más alto.

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