¿La pandemia nos hizo mejores?

¿La pandemia nos hizo mejores?

“Esta pandemia nos hará mejores personas”. Esa aseveración usaron diversos líderes del mundo para brindar esperanzas cuando todo se oscurecía porque el coronavirus ya se había desparramado por todo el planeta y hacía colapsar los sistemas sanitarios más preparados y comenzaba a cobrarse miles de vidas cada día. Se percibía entonces una sensación de unidad para enfrentar lo desconocido y el compromiso de cada uno para cumplir con su parte: de hacer todo lo que esté a su alcance para no contagiarse y cuidar al otro; de sacrificar visitas a los seres queridos para protegerlos; de dejar de lado las mezquindades políticas; y de colaborar con el esfuerzo de los trabajadores de salud y de reconocer su entrega. Pero así como el alcohol en gel diluye la capa protectora del SARS-CoV2 y lo destruye, también se fue disolviendo el aporte individual. Y así como el virus ha demostrado que es capaz de mutar, la afirmación del principio ya se transformó en pregunta: ¿la pandemia nos hizo mejores personas?

En las calles -y en las redes sociales- poco se ve que la sociedad tucumana haya mejorado en estos nueve meses. Ni las más de 1.400 vidas que se cobró la enfermedad en la provincia parecen haber logrado permear las conductas. El individualismo de siempre se pasea por las calles del microcentro sin barbijo ni distancias, o suma corazones en alguna publicación de Instagram, a pesar de las campañas de concientización y de que a estas alturas todos sabemos qué se debe hacer y qué no para reducir los riesgos de contagio. Están quienes pretenden llevar una vida como lo hacían antes de la pandemia, aunque en Tucumán persiste la circulación comunitaria del virus y los contagios comenzaron a incrementarse como consecuencia de las reuniones de fin de año. Decenas de médicos, enfermeros y demás personal sanitario perdieron la vida a causa de la pandemia, pero a un sector importante de la sociedad parece haberse olvidado o no darle importancia. ¿No aprendimos de la experiencia?

Una ventana al “futuro”

Desde afuera, como si de una película premonitoria se tratara, vuelven a llegar noticias trágicas de la pandemia. El virus está fuera de control en países del primer mundo, potencias económicas con sistemas sanitarios mucho más robustos y sólidos que el nuestro. Alemania superó los 40.000 fallecidos y tiene el 80% de las camas críticas ocupadas; en Bélgica sobrepasó el umbral de 20.000 muertes; Reino Unido, donde se detectó una nueva cepa muchísimo más contagiosa tiene su sistema sanitario al borde del colapso; España y Francia, con casi 52.000 y 68.000 decesos desde que se desató la pandemia, endurecen las restricciones, e incluso apelan al toque de queda para disminuir los contagios y quitar presión a sus sistemas de salud; y en Estados Unidos, con más de 23,2 millones de casos y 372.000 decesos acumulados, las funerarias están desbordadas y sumaron remolques refrigerados para almacenar los cadáveres. Ya sabemos que lo que sucede afuera aterriza en la Argentina y en América Latina unos meses después. ¿Será tan difícil tomar conciencia de lo que se puede venir?

Restricciones y controles

Esta madrugada hizo su debut en Tucumán la restricción de circulación nocturna, una medida que se planteó por 14 días para reducir el ritmo de contagios de coronavirus y desalentar las fiestas clandestinas, sin ir en detrimento de las actividades económicas. Entre la 1 y las 6 sólo se podrá circular en las calles por cuestiones laborales o razones de fuerza mayor, con el permiso correspondiente. Fuentes sanitarias reconocieron que se trata de una medida “liviana” como para tener un fuerte impacto epidemiológico, pero lo suficientemente clara desde lo comunicacional, tanto para la ciudadanía como para la actividad comercial: la pandemia no pasó, hay que seguir cumpliendo las medidas preventivas y se deben aplicar los protocolos que los distintos sectores se comprometieron a cumplir ante el Comité Operativo de Emergencia (COE). A la vista de todos está que en el mismísimo microcentro hay algunos -por suerte pocos- locales gastronómicos que: incumplen con la distancia de dos metros de separación entre las sillas de distintas mesas; que tienen los salones con una ocupación claramente superior al 50%; o que los pulverizadores de las mesas tienen un porcentaje cada vez más reducido de alcohol en su interior. ¿Acaso no dimensionan que estos incumplimientos, quizá en son de recuperar lo perdido el año pasado, juegan en contra de la situación epidemiológica y que pueden provocarles pérdidas superiores si la situación empeora? Y si es sabido que se incumple, ¿por qué las autoridades municipales o gubernamentales no hacen que se cumpla lo pactado? Si no hacen cumplir lo que se infringe a la luz del día, ¿qué certezas hay de que incrementen los controles nocturnos para evitar las fiestas clandestinas?

Aunque la vacuna es una realidad y la Argentina es uno de los primeros países en aplicarla, restan varios meses como para alcanzar una inmunidad significativa. Eso se puede traducir en grandes pérdidas humanas y económicas si cada uno no hace su parte. Por lo que se ve en el resto del mundo, una nueva ola de coronavirus es inevitable. Pero podemos hacer que tenga el menor impacto posible para que no se cierren actividades. Tenemos tiempo de demostrar que la pandemia sí nos hizo mejores personas.

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