Alicia María Zorrilla: “Lo que expresamos nos retrata”

Alicia María Zorrilla: “Lo que expresamos nos retrata”

“Con las palabras, también pueden cometerse sangrientos crímenes”, advierte la presidenta de la Academia Argentina de Letras, Alicia María Zorrilla, en su reciente ensayo Sueltos de lengua. Página tras página, con humor y minuciosidad, examina errores frecuentes que perpetran hablantes y medios de comunicación y plantea una apasionada defensa del idioma español. “Tiene que encenderse el deseo de decir mejor”, afirma.

Alicia María Zorrilla Alicia María Zorrilla
10 Enero 2021

Por Gabriela Mayer
Para LA GACETA - Buenos Aires

Alicia María Zorrilla no duda en concluir que el empobrecimiento lingüístico alcanza todos los ámbitos, entre faltas de ortografía, profusión de yerros gramaticales, anglicismos depredadores y muletillas de moda. Zorrilla detecta errores en noticias y zócalos televisivos, avisos diversos y charlas cotidianas. Allí aparecen por ejemplo un paciente que corre “riesgo de vida”, un cadáver que “habría muerto de un disparo”, un cartel que indica “prohibido defecar perros” y una publicidad de “la mejor leche que tomará en su vida de vaca”.

En entrevista con LA GACETA Literaria, la autora de Sueltos de lengua (Libros del Zorzal) sostiene: “En estos tiempos y también en otros, lo más grave reside en que algunas personas no reflexionan sobre lo que dicen ni manifiestan interés en hablar y escribir con cierto decoro. Lo padecemos al leer los diarios, al escuchar los programas radiales y televisivos”.

Pero estos errores, aclara, no solo provienen de los periodistas, sino también de los entrevistados y de profesionales de distintas especialidades. “Hablan o escriben, pero ¿qué comunican? A veces, solo silencio, un ‘silencio ensordecedor’”, apunta Zorrilla. “Ejemplos de esa irreflexión son los siguientes: ‘antecedentes cardiológicos previos’; ‘la ciudad natal donde nació’; ‘creación de áreas no existentes previamente’; ‘la situación continúa en la misma situación’”.

Y cita, entre muchos errores más, “los puntos suspensivos usados en lugar del punto final; los signos de interrogación y de exclamación, que nunca se abren, y, a veces, se cierran seguidos de un punto; se entrecomillan los títulos de obras, en lugar de destacarlos con letra cursiva”.

“Nos codeamos a diario con la superficialidad y con el conformismo, y los aceptamos como compañeros de ruta”, asevera. La doctora en Letras por la Universidad del Salvador y licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid se muestra convencida de que la responsabilidad por el deterioro del español compete a todos: “Cada hablante debe asumir un compromiso con lo que dice”.

Actualmente otros intereses se anteponen al buen uso de la lengua, analiza la autora de obras como Retrato de la novela, La voz sentenciosa de Borges y Diccionario normativo del español de la Argentina. Y agrega: “No queda tiempo para pensar en las palabras, para habitarlas espiritualmente desde nuestro mundo interior”.

- Los medios de comunicación y las redes sociales, ¿tienen una responsabilidad particular en el deterioro del español o no necesariamente?

- No creo que sean los causantes del deterioro. Cada hablante debe asumir un compromiso con lo que dice. Sin las palabras, ¿qué es la vida, qué somos? Los emoticonos no alcanzan para expresar todo lo que sentimos; el mensaje es mínimo. Lo peor es que, a veces, se convierten en la única respuesta.

- ¿El empobrecimiento lingüístico puede ser una metáfora de nuestra época?

-Desde mi punto de vista, es una metáfora de nuestra época tan flexible, tan amante de lo fácil, tan temblorosa y macilenta culturalmente. Todo parece escurrirse entre las manos, hasta la voluntad. Otros intereses se anteponen al buen uso de la lengua, que ha dejado de ser —lo digo con dolor— un valor estable.

- ¿A qué atribuye que se haya perdido el interés por hablar y escribir correctamente?

-Considero que, en no pocas personas, existe un deseo desmedido de decir, de mostrar la vida que llevan por un inmenso temor a la soledad. Entonces, no queda tiempo para pensar en las palabras, para habitarlas espiritualmente desde nuestro mundo interior. No queda tiempo para que cada uno dialogue consigo mismo y tome conciencia de que lo que expresa lo retrata. Lamentablemente, cunde la abstinencia de conocimiento, y algunas personas se conforman con vivir en la superficie, presas del consumismo.

- ¿Cómo surgió la idea de escribir Sueltos de lengua?

-Mi exalumno Roberto Gárriz, abogado y novelista, y autor del “Prólogo”, copiaba en su cuaderno —sin que yo lo supiera— las bromas que yo decía en clase relacionadas con los temas de Gramática Normativa que estaba enseñando. Pasó el tiempo, y, un día, me mandó por correo electrónico todo ese material y me dijo que debía convertirlo en un libro. Por supuesto, desestimé la idea. No obstante, insistió hasta que me comunicó con el editor de Libros del Zorzal, Leopoldo Kulesz, quien se entusiasmó más que él con la propuesta. Así, me convencieron, y empecé a escribir, es decir, a disfrutar de las palabras, a vivirlas de otra manera, ya que la escritura es mi pasión, mi trabajo gustoso.

- ¿Qué opina del lenguaje inclusivo?

-El idioma español es inclusivo sin que reemplacemos unas letras con otras y nos instalemos fuera del sistema gramatical. La sociedad debe entender que el respeto y la defensa de otros valores nos iguala a todos. Nadie debe sentirse discriminado o excluido.

- Si, citando al académico español Manuel Alvar López, “somos lo que de la lengua hacemos”, ¿cómo describiría a los argentinos hoy en día?

-Con el celular continuamente en la mano o pegado a la oreja, prisioneros de Facebook y enamorados de Twitter, creemos que nos comunicamos mejor con todos convirtiendo en espectáculo nuestra intimidad; que tenemos amigos en todas partes, pero nos olvidamos de nosotros mismos, y este es el más triste de los olvidos. ¿Cuándo nos preguntamos quiénes somos; cuál es nuestra misión cada día de nuestra vida; cómo podemos servir a los demás con nuestro trabajo? Nos codeamos a diario con la superficialidad y con el conformismo, y los aceptamos como compañeros de ruta; todo lo demás parece aburrirnos, incomodarnos, no satisfacernos. ¿Queda un lugar para el asombro, para la imaginación, para leer sin la vertiginosa frivolidad que tienta y devora? ¿Cuál es el espacio que les damos a las palabras? Creo que esta última pregunta contesta la suya.

- ¿De qué manera podría recuperarse el placer de la palabra bien dicha?

-Eso depende de la filosofía de vida de cada uno. Desde mi punto de vista, debe asumirse un compromiso de búsqueda, tiene que encenderse el deseo de decir mejor o de cómo decir mejor, la voluntad de hacerlo. Muchos saben ya qué significa estudiar con profundidad la propia lengua. Cada palabra es un universo para descubrir y un poema para gozar.

© LA GACETA


Perfil

Alicia María Zorrilla es presidenta y miembro de número de la Academia Argentina de Letras, miembro correspondiente hispanoamericana de la Real Academia Española, doctora en Letras por la Universidad del Salvador, licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y profesora especializada en Castellano, Literatura y Latín. También es miembro de honor de la Unión de Correctores de Madrid y directora académica de la Fundación LITTERAE. Es autora, entre otros libros, de Retrato de la novela; La voz sentenciosa de Borges; Diccionario de las preposiciones españolas. Norma y uso; Dudario. Diccionario de consultas sobre el uso de la lengua española; Diccionario gramatical de la lengua española. La norma argentina y Diccionario normativo del español de la Argentina.

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