2021: mejor perderlo que encontrarlo

2021: mejor perderlo que encontrarlo

El año está perdido, ya fue. Este viejo chiste que suele hacerse en los primeros días de enero tiene, sin embargo, una importante dosis de realidad.

Broma que también acostumbramos hacer los lunes: “hermano, la semana ya está perdida…”

Chanzas que se deben haber repetido a montones durante los choques de copas de ayer a la madrugada: “¡Salud!, ¡vamos que el año ya está perdido!”

La historia nos enseña que la esperanza es un motor fuerte para inflar el espíritu, eyectarnos de la cama cada mañana, ilusionarnos con alcanzar objetivos postergados, o resolver entuertos que nos desvelan y nos angustian y que arrastramos desde hace tiempo sin poder desanudarlos. Conflictos familiares, laborales, metas educativas inconclusas, achaques de salud desatendidos, arreglos en la casa pendientes desde hace meses o años, de esos que cada vez que vemos o recordamos nos deprimen.

Esa gotera eterna, ese picaporte que baila en la puerta, esa pared descascarada, esa mancha de humedad, esa silla enclenque, ese placard arrumbado de trastos viejos, ese fondo abandonado…

Entonces llega la esperanza, esa inyección de optimismo que nos alimenta el alma, pese a que en lo profundo sabemos que es muy probable que el alma se quede con hambre.

Ya con unas copas encima, durante la madrugada del primer día del año sobrevuela la magia y nos ilusionamos, volvemos a creer, sentimos más confianza: este año pinto la casa; este año me recibo; este año empiezo gimnasia; este año seré mejor esposo, mejor padre; este año haré ese viaje soñado; este año conseguiré laburo, o un mejor laburo…

Magia que nace de una ficción, de ese insignificante cambio en el almanaque. Y es mágico porque no se entiende cómo algo tan meramente simbólico, tan exiguo, ejerce tanta influencia sobre nosotros, sobre nuestro estado de ánimo. Hasta el llanto a veces, por tristeza, por emoción o por nostalgia.

El renacimiento

A diciembre llegamos abatidos, en parte por causas reales, pero también como parte de esa sugestión que implica todo fin de ciclo, como es el fin de año. Cansancio real, cansancio psicológico, sensación de cansancio y pose de cansancio.

Nadie puede lucir espléndido en diciembre. Además, queda mal. Porque quiere decir que no trabajaste demasiado, que hiciste nada o muy poco en todo el año, que no te sacrificaste por los tuyos y, también, valga la humorada, porque no vivís en Argentina, y menos en Tucumán.

Si en diciembre no mostrás ojeras y un cutis amarillento sos de otro planeta. O sos un cómodo, un privilegiado, con demasiadas horas de reposera junto a la piscina.

Entonces, de pronto explotan los cohetes, se levantan las copas, todo el mundo se abraza y ya está, se enciende la ilusión, desaparece el abatimiento, volvemos a ser Hércules, Sansón, Napoleón, San Martín y Hulk, todo junto.

Y comienzan los anuncios de los más entusiastas, de los burbujeados. Cada uno en su zapato. Algunos brindan por encontrar trabajo, otros por superar alguna dolencia, o la de un ser querido, otros por llegar a fin de mes, a “parar la olla”, como suele decirse coloquialmente.

Para algunos, lo importante es lo más básico, “paz, pan y trabajo”. Anhelo que muta de la consigna leninista “paz, pan y tierra”.

Para otros, cuyas necesidades básicas están satisfechas, los deseos apuntan más alto: “brindo por que este año pueda viajar a la India”; “porque pueda cambiar el auto”; “porque llegue a la casa propia”; “porque me admitan en el MBA de Stanford”.

Perdido por perdido

Decíamos que la antigua broma que se repite en Año Nuevo, “el año ya está perdido”, contiene una importante dosis de realidad.

En lo personal, porque si hay anuncios que esbozamos desde hace diez años y no cumplimos, como que “este año empiezo gimnasia”, existe una altísima probabilidad -de diez a uno exactamente-, que este 2021 sea otro año desperdiciado.

En lo que no depende de nosotros, como la macroeconomía, la política, la obra pública, el progreso social y la calidad de vida, el nivel educativo, o los servicios públicos, ocurre algo similar a lo que pasa en nuestro fuero íntimo.

Si, por ejemplo, desde hace 20 años las cloacas están estalladas en Tucumán, por más fuerza que le pongamos al brindis, las posibilidades de que los ríos de aguas nauseabundas continúen fluyendo por las calles y veredas de la ciudad son enormes.

Si desde hace décadas no dejan de aumentar la pobreza y el desempleo, ¿qué misteriosa razón haría que esto cambiara en 2021?, o al menos dejaran de crecer, se estancaran. ¿Porqué?

Si la inseguridad en Tucumán es cada año más profunda, más preocupante y más violenta, ¿qué excepcional hecho debería ocurrir para que este flagelo pudiera revertirse en tan solo un año?

Emotivo mensaje

“A todas las familias tucumanas: Feliz Nochebuena, Feliz Navidad y que el año próximo sea un año de esperanza, de alegría, con mucha salud y con muchas realizaciones, y que Dios me escuche, cuide a cada familia tucumana. Felices fiestas”, expresó el gobernador Juan Manzur en su mensaje público de fin de año.

“Con mucha salud”, dice Manzur, en medio de una pandemia cuyo final es impredecible. Está bien, admitamos que es una noble expresión de deseo del gobernador, además fiel a su impronta de gobierno, una metralla de expresiones de deseos, uno tras otro. Sólo eso.

También augura Manzur que 2021 sea un año de esperanza, alegría y de muchas realizaciones.

Si el gobernador está siendo honesto, es evidente que él sabe algo que el resto de los tucumanos ignora.

“Realizaciones”. ¿Construirá las 30.000 viviendas que necesita la provincia? ¿Solucionará el drama de las inundaciones, prometido tantas veces? ¿Reparará las cloacas? ¿Le dará agua a los miles de tucumanos que no la tienen? ¿Mejorará el transporte público, las rutas, los ingresos vergonzosos al área metropolitana? ¿Limpiará y ampliará los ineficientes canales de desagües?

“Alegría”. ¿Acabará con la inseguridad que durante su gestión no deja de agravarse? ¿Bajará el desempleo que hasta ahora sólo ha logrado aumentar, lo mismo que la pobreza? ¿Frenará la creciente violencia de género e intrafamiliar, producto de la frustración social?

“Esperanza”. ¿Disminuirá el déficit fiscal que Manzur sigue engrosando? ¿Achicará la plantilla salarial ociosa? ¿En 2021 habrá elecciones limpias, sin acoples ni clientelismo? ¿Cumplirá con algo de todo lo que promete desde hace cinco años? Pensamos, para que la palabra “esperanza” tenga algún asidero.

Quizás, para algunos, en lo personal, este año pueda llegar a ser mejor que el fatídico 2020. Y ojalá que así sea para muchos, para miles, decenas de miles.

Respecto de lo que depende de las administraciones, de la gestión política, todas las estimaciones nos muestran que los índices negativos de la provincia, que son muchos, demasiados, seguirán creciendo.

Por más que le “pongamos toda la onda”, como dicen los chicos, todo el optimismo, y repitamos hasta el cansancio esos cándidos mensajes navideños, como el del gobernador, la realidad nos confirma que 2021 será otro año perdido. Ya fue.

Temas Juan Manzur
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