Chau 2020; hola 2020
Chau 2020; hola 2020

Mañana continuaremos en 2020. Al menos en Argentina, el país que parece imaginado por Julio Verne y que posee la capacidad para viajar al centro de la tierra, pero que apenas logró la “magia” de viajar al pasado.

El año maldito se aleja sólo en el calendario porque todo indica que los problemas que nos aquejan en 2020 persistirán en 2021.Con suerte, mucha, el año nuevo arrancará en el segundo semestre.

La pandemia persistirá y ayer mismo Alberto Fernández, Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta se reunieron preocupados por el incremento de casos en Ciudad y Provincia. Si la historia se repite, cuando estalla todo en Buenos Aires es cuestión de tiempo para que el desastre llegue al interior del país. Los indicadores internacionales ponen en duda la efectividad del Gobierno nacional en la gestión de la covid-19. Según el informe de cierre anual del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), el país culmina este ciclo calendario con 1,5 millón de casos, primero en enfermos, segundo en muertes y sexto en cantidad de tests realizados por millón de habitantes a nivel Sudamérica (sobre 10 países, en base a datos de la Organización Mundial de la Salud).

Según reconocidos infectólogos, el “efecto vacuna” podría haber servido a Fernández en lo político, pero la insistente campaña de que la Sputnik ya está aquí habría contribuido al relajamiento en los cuidados sanitarios de la población. Los mismos especialistas recordaron un hito similar con otra enfermedad: la del HIV. Cuando cundió el pánico, la población mundial comenzó a cuidarse, pero cuando se empezó a hablar de que ya no era una enfermedad “mortal”, cayó el uso de preservativos y se elevó el número de casos. El costo del relato puede llegar a ser altísimo.

El virus golpeó al mundo y, por supuesto, a la Argentina en todos sus aspectos, además del sanitario. Sufren la economía, las finanzas, el empleo, la pobreza, la educación y hasta el deporte. Es un mal compartido por todas las naciones. Sin embargo, nuestro país lo siente más, por un lado, porque ya venía de cuatro años de macrismo que dejó la economía por el piso. Por otro, porque el Gobierno está encaprichado en volver al pasado. Ayer cerró la exportación de maíz y cabe la posibilidad de que restrinja más actividades agrarias y otras de exportación. La “maquinita” de emitir billetes no se detiene y de su mano la inflación crece. El gasto público no cesa, las grandes multinacionales se toman el buque y las inversiones escasean. Con la marcha atrás puesta, ninguna empresa seria se atreve a desembolsar millones.

El dólar posee más valores que la tabla periódica elementos y la especulación -tan criticada al macrismo- persiste, pero con otras “herramientas”. También hay ajuste, aunque el Gobierno evite la palabra. Eso significó el cambio que también ayer se hizo con la nueva Ley de Movilidad Jubilatoria. Se lo habría solicitado el FMI, como parte de lo que exige para renegociar la deuda. Se diga lo que se diga, los previsionalistas no políticos coinciden 100%: la suba acumulada de los haberes hubiera sido, con la ley macrista, de 42% para todas las jubilaciones y pensiones. Con la albertista, el aumento acumulado entre lo otorgado en marzo, junio, septiembre y diciembre, es de entre 24,3% y 35,3%, dependiendo del nivel de ingresos. Otra vez, el tan celebrado impuesto a las grandes fortunas huele a relato, porque en realidad se quita ingresos a 8 millones de jubilados mientras que los millonarios que harán un “aporte extraordinario” son apenas unos 12.000.

La pobreza tampoco cede y, para colmo de males, seis de cada 10 niños son pobres y el ingreso promedio de las familias es de $ 26.000, muy lejos de los $ 45.000 que necesitan para salir de esa condición. En educación, según la Unesco, la pandemia desnudó falencias y desigualdades tremendas: uno de cada cinco estudiantes de la primaria no tienen acceso a internet, dos de cada cinco docentes tienen una sola PC en su hogar y ocho de cada 10 escuelas no tomaron evaluaciones desde que arrancó la pandemia. La situación del país es crítica en casi todas las áreas. Necesitamos que aparezca un Marty McFly.

Los desafíos del 2020 versión “segunda ola” se profundizan con el año electoral, donde claramente en la Argentina se prioriza el poder por encima de las necesidades sociales. Costará mucho entrar en el 2021 con el que muchos soñarán en el primer minuto del nuevo año, cuando levanten las copas deseando que la pesadilla pandémica se esfume junto a las burbujas de champán.

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