La campaña del papel higiénico olímpico

La campaña del papel higiénico olímpico

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“Planeo recuperar parte de mi salario perdido diseñando papel higiénico con las caras de los miembros del Comité Olímpico Internacional”. Se trata de apenas una de las respuestas de lectores de la prensa de Japón, furiosos porque los Juegos Olímpicos de Tokio, el acontecimiento central del deporte de 2021, siguen su marcha de esperanza, pero en medio de aumentos presupuestarios y protestas de ciudadanos.

El diseñador futuro de papel higiénico olímpico con la cara central del presidente Thomas Bach ganará millones si crece la furia y mientras la covid-19, que ya aplazó los Juegos en 2020, amenaza con alcanzar el millar de casos diarios en Japón. Es una cifra que, aún con las vacunas ya en fase de inicio, añade incertidumbre a la nueva fecha de inicio de los Juegos, fijada para el 23 de julio de 2021.

Una encuesta de semanas atrás había revelado que menos de un tercio de la población japonesa aprueba la realización de los Juegos en 2021. La cifra amenaza bajar después de que el gobierno de Japón anunció el jueves pasado que el aplazamiento por la covid-19 aumentó un 22 por ciento el costo oficial de los Juegos, fijado ahora en 15.400 millones de dólares. Auditorías realizadas por el mismo gobierno, afirma la prensa japonesa, elevan sin embargo ese total a más de 25.000 millones de dólares. Según la Universidad de Oxford, sería un gasto récord histórico para una competencia que el COI del alemán Bach había anunciado al inicio de su gestión en un marco de más austeridad. Cuando Tokio ganó la sede en Buenos Aires, el presupuesto original era de 7.500 millones de dólares.

Cerca de 70 patrocinadores locales de Tokio 2021 acordaron renovar contratos y estirar a casi 3.300 millones de dólares sus aportes, entre ellas firmas poderosas de Japón y varios de los diarios más importantes del país. Pero casi el 70 por ciento del gasto será dinero público, con pérdidas grandes que recaerán directamente en el Gobierno de Tokio, es decir, en los contribuyentes furiosos como el que planea hacer papel higiénico olímpico. Si esto sucediera en un país del llamado Tercer Mundo, la fiscalía internacional ya habría puesto su mirada cuestionadora. No sucede por ahora en Japón, donde además habrá elecciones nacionales en 2021, un dato no menor en medio de la polémica.

El caos crecería si no bajan las cifras de contagios y el miedo que genera la covid-19, porque unos Juegos sin público en las tribunas y con gente enojada por tanto gasto pueden derivar un coctel explosivo para cualquier candidato a la presidencia. De hecho, el primer ministro Yoshihide Suga está bajando cada vez más sus iniciales buenos índices de aprobación popular.

“El COI y el TOCOG (comité organizador de Tokio) quieren que el presupuesto público parezca lo más pequeño posible, no solo para protegerse de las críticas públicas, sino también para no desanimar a las futuras ciudades candidatas”, dijo Franz Waldenberger, director del Instituto Alemán de Estudios Japoneses en Tokio.

Es que también el COI está en crisis por el aplazamiento de los Juegos, que suelen generar más del 90 por ciento de sus ingresos con los derechos de transmisión y de patrocinios de los Juegos. Cuantas más ciudades aspiren a ser sedes más chances tendrá el COI de imponer sus exigencias.

Para peor, Estados Unidos, líder histórico del medallero y recaudador principal de los Juegos por sus cadenas de TV, no solo sigue con el virus en cifras alarmantes, sino que, además desafió la autoridad del COI al sancionar una flamante legislación antidoping que le permitiría encarcelar a los eventuales tramposos, sean del país que fueren. El COI está furioso con la nueva norma que firmó semanas atrás el presidente saliente Donald Trump, pero, en este contexto, no quiere confrontar con la superpotencia.

Los Juegos, es cierto, siguen siendo pensados como un escenario de pospandemia que arroje esperanzas de retorno a la normalidad y a la unión idealizada de todos con todos. Pero, hoy por hoy, ese, aceptémoslo, es un escenario todavía difícil de imaginar.

Acaso por eso, para contrarrestar la campaña del papel higiénico olímpico (pido permiso para la ironía), el COI de Bach anunció esta última semana que contrató a Lars Silberbauer, ex ejecutivo de Lego y de Viacom, como director global de marketing de marca y digital. El marketinero danés tendrá que apelar a lo mejor de sus conocimientos para que los Juegos de Tokio no terminen siendo papel higiénico.

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