Llamado de atención para el albertista Manzur

Llamado de atención para el albertista Manzur

Después de la tremenda bajada de línea de Cristina del viernes, queda claro que el que apuesta al surgimiento del albertismo como expresión política de poder independiente dentro de la coalición gobernante, pierde. Anótese en el listado a Manzur, ya que así como naufraga su aspiración de que el Presidente se convierta en el jefe de la facción peronista también debe inscribirse en proceso de debilitamiento la pretensión de una reforma constitucional para la reelección indefinida, como ya se verá.

Con la titular del Senado cuestionando la gestión de Fernández no hace falta la visión de la oposición respecto del Gobierno para mellar al oficialismo, su palabra y su visión tiene más fuerza para provocar cambios de nombres y de rumbos en el gabinete. Y por lo que interpretan varios compañeros, después de los dichos de la ex Jefa de Estado, hay que prepararse a ver modificaciones en la estructura de colaboradores y en la agenda de Alberto, el hombre que ella eligió para que presidiera el país, pero también para que lo condujera según su perspectiva política, o sus aconsejamientos. Esto ocurre al margen de que ella tenga su propia agenda personal, más ligada a la batalla que libra contra la Corte Suprema de Justicia por sus procesamientos.

En ese marco de diseño de poder, el albertismo -por ahora- es una quimera, o una trampa para los que lo alientan. Haberse negado a instalarse al frente del PJ fue un mensaje del Presidente hacia esos sectores que lo impulsaban a asirse al bastón de mariscal: no va a enfrentar a su mentora asumiendo los símbolos partidarios del peronismo, o bien dice que se niega a alentar las esperanzas de los que quieren horadar el poder de Cristina y crecer a la sombra de una nueva referencia interna.

El tucumano está en la lista negra desde que sentenció que el ciclo de la esposa de Néstor Kirchner estaba terminado. Cristina ni lo habla. Más aún, todos los albertistas deberían estar seriamente preocupados por encolumnarse detrás de quien, hasta ahora, está demostrando que su paso por la presidencia parece ser una suerte de mera transición. A no colgarse, no garantiza continuidad. El verdadero poder está en otra parte y eso, precisamente, no hace falta que alguien se los explique justo a los peronistas, expertos en la materia; como se dice siempre lo huelen; y hoy tiene perfume de mujer.

Sin embargo, así como mandó a laburar en otras ocupaciones a ministros que no den la talla y sugiera qué debe hacer Alberto el año que viene -repensar el sistema de salud (o bien, chau Ginés), una política nueva de salarios, jubilaciones, precios y otras acciones-, Cristina también instó a mantenerse juntos para enfrentar el año electoral. O sea a cristinistas, kirchneristas, massistas y albertistas frustrados, todos unidos.

De alguna manera implica un alivio para los neoalbertistas que los tenga en cuenta; les da una herramienta para negociar. Que los necesite a todos en la misma ecuación no quiere decir que simpatice con todos, se trata de conveniencias mutuas. Sólo pretende repetir la fórmula de 2019, que fue exitosa en términos electorales para todos, pero especialmente para ella desde lo personal y lo político. Para Cristina 2021 también importa un desafío y un riesgo, pues no puede ceder el poder que ha consolidado, debe mantenerlo o acrecentarlo. Para eso valen las amonestaciones públicas.

Entonces, por varias razones el gobernador debe preocuparse a partir del viernes, por la fuerza discursiva con la que Cristina no dejó lugar a dudas de cuál es su rol en la coalición; ella es la que dice sí o no. La que bendice. Hay que mirarla a ella, no apostar por Alberto. Y si no te atiende el teléfono, por más que otros de su entorno lo hagan, no es para estar tranquilos por más que se esté a 1.200 kilómetros.

Con el Presidente a Manzur le fue bien desde lo institucional, sí hay que separar las cuestiones políticas que marcan el pulso del Frente de Todos, ya que consiguió avanzar con obras que estaban paradas o bien obtuvo recursos para pagar sueldos y aguinaldos. Por ese lado no puede quejarse; Alberto lo trata bien, no lo desampara. Le paga la lealtad. La coalición debe cuidarse, con todos adentro. Pero con Cristina ordenando, todos deben acomodarse.

¿Si Alberto, por las quejas de la presidenta del Senado, hace cambios en el gabinete -poniendo a más cristinistas rodeándolo-, Manzur debería imitarlo? Desde lo institucional, el mandatario tucumano está jugado en respaldar a Alberto, en tratar de unir a los gobernadores del norte detrás del Presidente, por lo cual se fortalece regionalmente como un dirigente que aglutina voluntades; aunque va detrás del socio que tiene acciones minoritarias en la dupla gobernante; la que ordena es ella.

Entonces, todo lo que haga en favor de Alberto -ya no del albertismo, porque puede ser pecaminoso por estas horas-, lo hace en favor del conjunto de la coalición, pero lo que pueda aspirar a ejecutar en beneficio propio va a necesitar de algún guiño; como, por ejemplo, para avanzar en la reforma constitucional. Cuestión que ahora parece atada al futuro de los camporistas, o los soldados cristinistas de Buenos Aires, el bastión donde se asienta el poder de la ex presidenta. Para eso hay que detenerse en dos cuestiones que se muestran muy ligadas: la reelección de los intendentes bonaerenses y que haya o no primarias abiertas finalmente el 2021.

Como se observó, los primeros que alzaron su voz en contra del proyecto de suspensión de las PASO, impulsado por el tucumano Pablo Yedlin, fueron los integrantes de La Cámpora; se sintieron afectados y ninguneados. Afectados porque no podrían salir a pelear con listas propias en la interna del Frente de Todos y con perfil propio -casualmente contra los jefes municipales para disputarles el territorio- y ninguneados porque, como lo dijeron: se enteraron por los diarios de la iniciativa. Hay decenas de intendentes a los que se les acaba el mandato y esos puestos resultan apetecibles para los tentáculos territoriales del cristinismo, y una manera de minarlos es competir contra ellos en internas, abiertas por ejemplo.

Vaya por caso, en Tucumán, José Vitar salió a decir que armará opciones alternativas, progresistas, por fuera del peronismo tucumano si se suspenden las PASO. “Hace rato venimos elaborando la idea de salir por afuera porque todo el sistema político tucumano está realmente muy degradado”, supo decir al portal El Tucumano. La otra es que el Gobierno no les de por ley la reelección indefinida a los intendentes, en una negociación donde entrarán a terciar las lealtades y las amistades. Si esta alternativa al final no sale será porque Cristina le habrá dicho que no a Alberto y a su alumno Axel Kicillof.

El mensaje sería prístino: perpetuidad no; claro, si es que eso es lo que termina sucediendo. He ahí el detalle que puede conspirar contra las pretensiones reformistas locales del manzurismo. Sería una señal potente sobre quién tiene el poder en la coalición como para animarse a desoír. No importarán, por ejemplo, victorias contundentes del oficialismo en los comicios de medio término para aspirar a justificar una reforma constitucional. Es que con la irrupción de Cristina, y en la forma que lo hizo el viernes, obliga a replantear los tableros y los esquemas de juego.

Habrá que seguir sus movimientos, gestos y palabras, porque marcan la cancha a toda la coalición. Otra señal, en adelante, de parte de Cristina en lo que respecta a sus intereses sobre Tucumán será la integración de las listas. Ya lo dijo hace 48 horas: quiere ganar, y eso implica la incorporación de gente de su confianza en la nómina.

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