Los cracks se lo deben a Bosman

Los cracks se lo deben a Bosman

Curioso que el nuevo “The Best” que desplaza a los eternos Leo Messi y Cristiano Ronaldo sea un jugador de 32 años, como el polaco Robert Lewandowski. Leo, que ayer igualó a Pelé con el récord histórico de 643 goles oficiales para un mismo club, inicia un momento decisivo para saber si seguirá o no en Barcelona cuando finalice su contrato en junio. El 2-2 de ayer contra Valencia confirmó que esa sociedad que parecía irrompible con Barcelona sigue lejos de sus tiempos dorados y que el final de ciclo podría sonar más que lógico. A Cristiano no le alcanzará un nuevo scudetto con Juventus y seguir marcando goles (de penal o como sea) si la Champions, como sucedió la temporada pasada, queda rápidamente fuera de órbita. El premio que la FIFA concedió pues a Lewandowski tiene pura lógica, aunque sorprende que la corona pase a manos de un “veterano” como el polaco y no de herederos como Neymar o Kylian Mbappé.

Lewandowski tiene familia de deportistas. Está casado con una karateca y nutricionista que ganó medalla plateada en el Mundial 2012. El polaco llenó de masa corporal su cuerpo delgado con buena alimentación y mucho gimnasio. Y, así, de suplente inicial en su Polonia natal, se convirtió en goleador formidable primero en Borussia Dortmund bajo las órdenes de Jürgen Klopp y luego en Bayern Munich, donde terminó ganando todo, 10 títulos, inclusive la última Champions, credencial del premio que le acaba de conceder la FIFA. Las crónicas que lo destacaron estos días por el premio omitieron un dato: que Lewandowski pasó en 2014 a Bayern Munich gracias a un jugador ignoto cuya historia cumplió 25 años en esta última semana: Jean Marc Bosman.

Casi nadie lo conoce, pero Bosman, a su modo, cambió al fútbol más que Messi, Cristiano, Lewandowski, Pelé y tantos más. La TV británica le dedicó un documental el fin de semana pasado. Se llamó “El hombre que cambió el deporte”. Bosman tenía 26 años en 1990, cuando su club, Royal FC de Lieja, le rebajó el 75 por ciento de su salario en el nuevo contrato y se negó a transferirlo a Dunquerke, de Francia. A contrato terminado, interpretó Bosman, mi club no puede retenerme más. No puede adueñarse de mi vida. La UEFA y la FIFA le dijeron que no. Los reglamentos de entonces indicaban que, aún con contrato terminado, el club seguía siendo dueño de la ficha del jugador. Bosman fue a la justicia ordinaria. Y en 1995 el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (UE) dictaminó primero que los jugadores quedaban libres cuando terminaban contrato. Okey para Bosman. Pero, además, afirmó la libre circulación de jugadores de la UE. Fue el puntapié inicial para que surgieran clubes poderosos y campeones sin un solo jugador nativo en el equipo titular. Éxodo masivo de cracks sudamericanos. Con pasaportes reales y hasta con pasaportes inventados.

La historia de Bosman, que recibió una indemnización de 400.000 euros, es conocida. Sufrió depresión, alcoholismo y hasta cárcel. Fue un paria. La industria del fútbol no le perdonó que fuera a la justicia ordinaria.

FIFpro, el sindicato internacional de jugadores, le paga 2.000 euros mensuales. Está enojado con el fútbol. Su abogado se hizo tan famoso que fue contratado por los clubes poderosos. Bosman dice que él viviría algo mejor si los jugadores que se hicieron millonarios gracias a él le dejaran al menos una partecita mínima de sus ganancias. Y Lewandowski no fue el único beneficiado. La lista es larga. Desde Andrea Pirlo a Zlatan Ibrahimovic. Hasta Messi podría sumarse en pocos meses más. Son todos cracks que, terminados sus contratos, pasaron a precio cero a clubes poderosos con los que firmaron acuerdos multimillonarios. La nueva situación agravó las diferencias entre clubes poderosos y chicos. Entre Europa y Sudamérica. Basta con mirar los números de Copas Mundiales de selecciones y de clubes.

Pero Bosman no es el “culpable” de que haya crecido la desigualdad, como sugieren muchos informes. El belga, simplemente, reclamó un derecho laboral. “La Corte europea fue mucho más lejos de lo que yo pedía”, dijo el propio Bosman días atrás. El poder económico le ganó a cualquier regulación. Los grandes multiplicaron presupuestos. La TV infló dineros. Y la brecha se hizo gigantesca. Ya insalvable. El fútbol sudamericano tiene desde hace años a uno de sus mejores equipos de la era moderna. El ciclo del River de Marcelo Gallardo. Su distancia con los poderosos de Europa, sin embargo, es grande. Consecuencias del fútbol moderno. Del mundo moderno.

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