Cada país llora a sus cracks como puede

Cada país llora a sus cracks como puede

Pocas personalidades tan opuestas como las de Maradona y Sabella. Diego perfil siempre alto. Sabella todo lo contrario.

Cada país llora a sus cracks como puede

En pleno inicio de la pandemia, cuando el fútbol estaba completamente paralizado, la televisión no hacía más que recordarnos sus viejas campañas. Las de Diego Maradona en México 86 y en Italia 90. Y también las de Alejandro Sabella como DT de la elección finalista en Brasil 2014. Una y otra vez los goles contra Inglaterra en el Azteca. Los penales contra Holanda en San Pablo. Fue paradójico que, ahora que se juega fútbol otra vez a toda hora, Diego y Sabella hayan muerto en apenas dos semanas. Tan distintos ellos y tan parecido todo.  

Diego, tras el llanto popular, volvió a ser Maradona. Ahora es “El Caso Maradona”. Crónica policial. Crónica judicial. Programas de chimentos. Pujas por herencia y patrimonio. Videos y fotos que se filtran. Hijos nuevos o truchos. Pobre Diego. Maradona (y Diego tampoco fue enteramente inocente) jamás lo dejará en paz. Y, lo peor de todo, es que la historia de Maradona muerto recién comienza.    

Pocas personalidades tan opuestas como las de Maradona y Sabella. Diego perfil siempre alto. Sabella todo lo contrario. Si Diego entraba donde fuere siempre con el pecho erguido, Sabella, en cambio, lo hacía pidiendo permiso. Fueron nuestros técnicos en los Mundiales de Sudáfrica 2010 y Brasil 2014. Diego con cámara especial que registraba todos sus movimientos en el costado, donde llegó a detener pelotas con el taco, show que incluía sus conferencias de prensa, hasta que Alemania nos despidió con un 4-0 lapidario en cuartos de final. Sabella más discreto, claro, con una primera rueda sufrida que incluyó hasta una demanda pública de Leonel Messi por un equipo más agresivo y luego aquella postal jugona del “Pocho” Lavezzi tirándole agua en plena indicación.  

Lavezzi, que viajó especialmente para el funeral, lloró como pocos ante su cajón en Ezeiza. Messi sentía que, tras el fiasco de 2010, el de Brasil tenía que ser su Mundial. Resignó reclamos de más ataque cuando Sabella le mostró que un equipo más cauteloso (“más equilibrado”, dicen algunos) podría darle la Copa que él tanto quería. Estuvo a tiro de que sucediera. Pero Alemania, otra vez Alemania, volvió a frustrar todo en una final tensa. Le pregunté el viernes a Claudio Gugnali, asistente de Sabella primero en Estudiantes y luego en la Selección, si acaso esa frustración (haberle pedido el sacrificio a Messi y no darle la Copa) podría haber influido en la decisión de Alejandro de no querer seguir en la Selección tras el Mundial. Me dijo que no, que Sabella, pese al deseo fuerte de Julio Grondona de que siguiera,  tomó en soledad la decisión de dejar el cargo. Tiempo después, Messi diría que sus mejores meses en la Selección, fueron aquellos en los que fue dirigido por Sabella.  

El fútbol ofrece escenarios múltiples, intensos y continuados. Pero no hay nada como los mundiales para la memoria colectiva. A Diego lo vincularemos siempre con México y a Sabella con Brasil. Y los italianos, que lloraron también esta semana la muerte de Paolo Rossi, fijaron en su recuerdo al goleador con la corona de la selección “azzurra” en la Copa de España 82.  

Sus tres goles al Brasil favorito de Telé Santana fueron algo así como nuestros dos goles de Diego a los ingleses. Italia había jugado una primera fase de horror, con tres empates, uno de ellos polémico ante Camerún, señalado inclusive como fruto de un supuesto arreglo. Y Paolo Rossi formaba parte del desastre. Hasta que sus goles empezaron a levantar al equipo, que terminó siendo justo campeón. Italia, a diferencia de Argentina, sí le ganó la final a Alemania. Fue 3-1 con nuevo gol de Paolo Rossi. “Pablito” quedó tan marcado como héroe de esa Copa que todos le perdonaron su implicación en un escándalo de apuestas y arreglos de partidos que le había provocado una suspensión que fue reducida para permitirle llegar al Mundial.  

Los mundiales terminan siendo inolvidables. El fútbol perdona todo o casi todo. Y cada país futbolero llora a sus cracks como puede. Y, además, a la hora de la muerte, los recuerdos, piadosos, agradecen goles, golazos y docencia. Porque eso, docencia, mucho más que un subcampeonato del mundo, fue Alejandro Sabella. Docencia para pedir permiso y agradecer. Para ser digno en la derrota pero especialmente en el triunfo. Y para recordar que, aún en los tiempos malditos de pandemia y estadios vacíos, el fútbol seguirá siendo siempre de la gente.

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