Panorama Tucumano: Ciegos, contradictorios o mártires

Panorama Tucumano: Ciegos, contradictorios o mártires

El país en que vivimos no es el país en el que pensamos que vivimos. La contradicción es parte del ser argentino, siempre oscilando entre el amor y el odio, entre la alegría y la tristeza, entre la convicción de que somos “el granero del mundo” y la peor de las Naciones. Los argentinos somos objeto de análisis de intelectuales aquí y en Europa, que a través de ríos de tinta escribieron sobre ese gen tan particular y que abre incógnitas sobre quiénes podríamos ser, quiénes somos y quiénes nos privamos de ser.

La muerte de Diego Armando Maradona y el escándalo con los tres jugadores de Los Pumas muestran, una vez más, ese oscilante colectivo imaginario que configuramos, con el dedo acusador a flor de piel para condenar o ensalzar a través de análisis livianos.

La imposibilidad de reflexionar se apodera de la Argentina de las grandes mentes, las batallas estoicas, los ídolos inalcanzables, los inventores superlativos y los atletas sobresalientes. De a poco, en el frío mundo de las redes sociales y la intolerancia, sucumbimos en manos de fanatismos que nos convierten en el país de los pocos con niveles de inflación de dos dígitos, de los tratos -y destratos- históricos con el FMI, de la pobreza dolorosa y creciente, de la corrupción y, cada vez más, también del narcotráfico.

En el medio de la inesperada y mortal pandemia, este 2020 nos deposita en el último mes del año con las grietas rugbysticas y maradonianas tapando males mayores: la economía transita una caída histórica, el Gobierno nacional muestra debilidades en la conducción, el Covid-19 continúa haciendo estragos y el Congreso de la Nación se metió en el debate (necesario, pero quizás inoportuno o de camuflaje de otros temas) que promete sumir en una nueva grieta a la sociedad argentina: en el de la legalización y despenalización del aborto.

Las consecuencias del sinfín de discusiones impactan en la sociedad, ya harta de un año plagado de insalubridad y malas noticias. Ante ello, la clase dirigente parece sumida en un silencio que o es parte de una estrategia política o de un miedo paralizante ante la impericia para observar si lo que se avecina es el final o el comienzo de algo. A nivel nacional, las definiciones de fondo sobre cómo motorizar la economía, bajar la pobreza y gestionar la pandemia se esquivan con debates sobre la efectividad de la vacuna y -ahora- con la muerte de Maradona. Sin embargo, hasta el vuelo del Barrilete Cósmico al más allá desnudó falencias en la administración de Alberto Fernández. Mostró a un Presidente solo, poniendo la cara en medio de una batahola de fieles maradonianos y con poca gestión de ¿su? grupo de asesores. En cualquier gobierno peronista no hay peor aroma que el de la debilidad. Apenas se percibe en el aire, la administración se complica. En el histórico peor mes del año para quienes administran Poderes Ejecutivos, Fernández flaquea.

En Tucumán, Juan Manzur hace oídos sordos a los reclamos por una Justicia independiente, por mayor seguridad, por mejores salarios, por el fin de la violencia contra las mujeres y por un respiro para el personal de salud. El gobernador parece una pieza de amianto inmune a la inflamación social. Ni toma medidas ni se pronuncia sobre el tembladeral institucional y gremial que sacude a Tucumán. ¿Será parte de su estrategia política? Hasta aquí, el Gobierno provincial parece decidido a centrar todo y justificar todo con la pandemia. Lo que se hace y lo que no es culpa del virus. Así comenzó y así culminará el año el Ejecutivo. En marzo, la pandemia amainó los duros reclamos salariales de estatales, educadores y médicos, que tenían a la administración a mal traer. En este fin de año, la única explicación a la inacción gubernamental ante los reclamos sociales diversos es la profunda preocupación que genera el virus. O simplemente no les interesa.

Hoy es el Día del Médico. Quizás el peor que pasaron en su historia profesional la mayoría de ellos y de todos los trabajadores de la salud que los acompañan. Entre ese pesar que muchos sienten es ineludible recordar a René Favaloro que, vaya paradoja, hace 20 años se dejaba vencer por la impotencia ante un país sumido en la crisis política, económica y social. Aquel 29 de julio, con su partida, dejaba una serie de cartas y junto a ellas varias reflexiones duras, que interpelan:

•Es indudable que ser honesto, en esta sociedad corrupta, tiene su precio. A la corta o a la larga te lo hacen pagar.

•En este momento y a esta edad terminar con los principios éticos que recibí de mis padres, mis maestros y profesores me resulta extremadamente difícil. No puedo cambiar, prefiero desaparecer.

•Joaquín V. González escribió la lección de optimismo que se nos entregaba al recibirnos: ‘a mí no me ha derrotado nadie’.

•Yo no puedo decir lo mismo. A mí me ha derrotado esta sociedad corrupta que todo lo controla. Estoy cansado de recibir homenajes y elogios a nivel internacional.

•Quizá el pecado capital que he cometido, aquí en mi país, fue expresar siempre en voz alta mis sentimientos, mis críticas, insisto, en esta sociedad del privilegio, donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y la desesperación. Todo esto no se perdona, por el contrario se castiga.

•No aflojen, tienen la obligación de seguir luchando por lo menos hasta alcanzar la misma edad, que no es poco.

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