La Justicia, esa debilidad del peronismo

La Justicia, esa debilidad del peronismo

El caso del juez Pedicone, cuya suerte ya está echada, más que nunca antes puso en evidencia la debilidad del peronismo por manejar la Justicia, desnudó su necesidad de convertirla en un apéndice de la gestión; los compañeros suelen sentir la imperiosa necesidad de definir cómo deben ser los vínculos de los magistrados con el poder político para no padecer incomodidades judiciales, e imponer esa suerte de dependencia tácita de los integrantes del Poder Judicial con los gobiernos surgidos del PJ. La independencia de la Justicia es sólo para los discursos de ocasión porque subordinan la institucionalidad al interés político con el más absoluto pragmatismo. Se trata de una mirada partidaria que refiere a una Justicia peronista, justicialista o peronizada, sobre la que unos observan disciplinamiento y otros impunidad.

Si se destituya al juez de impugnación -lo que podría ocurrir en un par de meses si el oficialismo apura los tiempos- los peronistas interpretarán claramente el sentido disciplinador que portará el mensaje. La sociedad hará su propia lectura y la oposición tendrá una bandera más para cuestionar al oficialismo y reforzar su malestar con el funcionamiento de la Justicia y pedir, como en el caso del diputado radical José Cano, la intervención del PJ, del Poder Judicial, claro. Entendible, pero altamente improbable; menos con Cristina ejerciendo el poder y promoviendo cambios en la Justicia, justamente, para que el poder político tenga más facilidades en la designación y remoción de jueces. Es la debilidad del peronismo en el poder, que se va acrecentando cuando más tiempo está al frente del Gobierno, y cuando consigue contener una fuerza propia en los cuerpos parlamentarios.

La ex presidenta maneja a piacere el Senado y en Diputados el oficialismo tiene aliados que le permiten obtener el quórum; mientras que en Tucumán hace tiempo que en la Legislatura el PJ domina su funcionamiento y administra las leyes con mayoría absoluta. En la provincia, el peronismo cumplió el sueño de establecer vasos comunicantes fluidos entre los integrantes de los tres poderes. No se desconocen, no se niegan, aunque algunas veces, entre ellos, se manden mensajes políticos con acciones teñidas de institucionalidad. O chisporroteos.

De hecho, la integración actual de la Corte Suprema de Justicia fue definida en gestiones peronistas; cuatro vocales pasaron por el Poder Ejecutivo -tres de ellos salieron de la Fiscalía de Estado- y la presidenta fue designada durante el gobierno de José Alperovich. Una curiosidad: justo bajo la presidencia de la primera mujer que llega a la conducción del máximo tribunal estallaron los conflictos internos en la Justicia y hasta se pide la intervención del Poder Judicial. Tal vez pura coincidencia.

Lo concreto es la impresión que la sociedad tiene sobre el funcionamiento de la Justicia. Una encuesta reciente de la consultora Meraki, de Alexandra Morales, arroja un par de datos contundentes: revela que el 64,5% de los tucumanos no confía en la Justicia y que un 20,83% confía poco; y que respecto de la frase “la justicia es independiente de la política” un 53,3% de los consultados dijo estar nada de acuerdo con esa afirmación, mientras que un 17,17% dijo estar poco de acuerdo.

Desde la Justicia no se hace demasiado esfuerzo por mejorar su índice de credibilidad y desde la política siempre se le da un empujoncito para sumarle una cuota de descrédito. Tal vez porque en los sondeos la inquietud ciudadana por la labor de Justicia como tal no aparece primero en la lista es que el oficialismo se despreocupa, y persiste en imponer su visión sobre las vinculaciones interpoderes. Según el mismo muestreo, realizado entre el 16 y 19 de este mes, los principales problemas para la gente son, en orden: inseguridad, corrupción, desempleo, inflación, coronavirus. Educación al último.

Una frase que anticipa finales

La suerte de Enrique Pedicone en el Jury de Enjuiciamiento puede enmarcarse en todo este contexto, y hasta puede anticiparse el resultado del proceso de destitución del juez. Parafraseando a Julio César se podría decir: alea iacta est. Hasta es posible que los tiempos del proceso se aceleren, políticamente, y que ni siquiera haya feria para este caso, por lo que no hay que descartar que en enero pueda haber novedades. Sería un mensaje cargado de intencionalidad política para los compañeros, muy interno, porque al oficialismo no le importa demasiado qué pueda pensar la sociedad ni lo que pueda hacer la oposición con esa bandera de lucha: total, la provincia sigue siendo peronista. No interesa correr el riesgo por las consecuencias electorales de una sanción al juez.

Casualmente, el mismo trabajo de la consultora revela un dato que viene al caso y sobre el cual se pueden sostener las intenciones del oficialismo. Ante la pregunta ¿con cuál de los siguientes espacios o partidos políticos usted se siente más cercano?, las respuestas fueron: peronismo (40,5%), Fuerza Republicana (16,5%), Cambiemos (16,1%), izquierda (3%) y ninguno (23,8%). Es decir, más allá de que en las últimas elecciones siempre haya ganado el justicialismo, estos datos hacen su aporte para entender por qué todo aquello puede suceder.

La política ya sentenció a Pedicone, pero más que nada el peronismo. Al juez le quedará seguir el camino judicial -en ese caso- para demandar, reclamar y permanecer en la Justicia. En fin, en el terreno político-judicial, si Pedicone es una piedra en el zapato para el oficialismo -de la que se desprenderá-, el juez Francisco Pisa es un dolor de cabeza; pero en ese caso por más que abran mañana o durante la semana el juicio político y le corran traslado, este puede tener mejor suerte que el ex intendente de Monteros en manos del oficialismo.

Con Pisa hay que detenerse, justamente, en la interna del oficialismo porque lo pueden salvar por dos lados; el primero es que la comisión de juicio político se dé por satisfecha con las respuestas del magistrado y cierre el procedimiento o bien que el gobernador, Juan Manzur, le acepte la renuncia al juez. ¿Quién salvará a Pisa? ¿La Legislatura jaldista o el Poder Ejecutivo manzurista? ¿O alguno se animará a soltarle la mano? No parece eso probable. Durante la semana, el mandatario, ante una consulta periodística sobre qué hará con el juez contestó: no lo sé todavía. El expediente de la dimisión no llegó aún a su escritorio; si se la acepta se detendría eventualmente el proceso de juicio político. ¿Duda?

Una parte de la sociedad observa crítica la suerte del juez, especialmente después que se supiera que fue él quien sobreseyó a Mauricio Parada Parejas, femicida de la profesora Paola Tacacho. Hasta desde la Iglesia se oyeron voces para que no se le acepte la renuncia; la madre de la joven llegó a decir que hacerlo “sería matar dos veces a mi hija”.

¿Cuál de las dos partes asumirá el costo político respecto de cualquier determinación institucional sobre el futuro de este juez? La interna peronista en el oficialismo también se cuela por este trámite político. Justamente, un oficialismo que querrá cerrar rápido estos dos capítulos antes de que entrar en los tiempos de la carrera electoral, para cuya largada ya falta poco; aunque hay quienes ya comenzaron el precalentamiento para las candidaturas.

Bendiciones y postulantes

Esto pese a que hay que esperar las “bendiciones” que llegarán desde la Nación, cual órdenes para integrar las listas. En el PJ tucumano hay un convencimiento respecto de los comicios intermedios: Cristina elegirá a los dos senadores, básicamente porque querrá seguir hegemonizando el funcionamiento y el control de la Cámara Alta, lo que sólo puede hacer teniendo gente de su confianza y con el mismo número de congresistas que maneja hoy, no menos. Ya se han tirado al ruedo nombres de varias mujeres para el primer puesto, tres de ellas parientes entre sí -alperovichistas-, y de otras que son cristinistas de la primera hora; todas leales.

No vale la pena hacer nombres, en el oficialismo se sabe perfectamente bien de quiénes se trata, tanto como que se deberán aguardar las señales de la ex presidenta para la nómina. ¿La consensuará con Manzur? ¿Le dará el segundo lugar al mandatario? Es decir, que el gobernador ponga a un hombre de su mayor confianza en el segundo lugar. Y él ir de primer suplente. Es una probabilidad, como lo es que quiera ser candidato a vicegobernador en el 23, o que apure una reforma constitucional para establecer la reelección indefinida, o que quiebre lanzas con Jaldo y fracture al peronismo. Esto último es altamente improbable, ambos saben que una división los saca del Gobierno. Es decir, Manzur tiene un abanico de cartas para jugar el año próximo, algunas de las cuales dirán mucho de lo que pretende para su carrera política: si la quiere continuar en la provincia o si bien aspira a los planos nacionales. Se habla de que muchos funcionarios de Alberto pueden ser candidatos el año próximo, incluyendo al jefe de gabinete, Santiago Cafiero. Alguien debería sustituirlo en ese lugar. Cargo apetecible.

Si Cristina elegirá o consensuará los eventuales postulantes al Senado, ¿eso quiere decir que Sergio Massa también meterá manos en la nómina de diputados tucumanos? No. En los ámbitos oficialistas circuló el rumor que en su última visita a la provincia el tigrense deslizó el nombre de un legislador capitalino para la boleta. El comentario sacudió al Frente Renovador de Tucumán, que rápidamente salió al cruce: “ante versiones sobre supuestas candidaturas a cargos nacionales para 2021, el FR aclara que hasta la fecha nuestros cuerpos orgánicos -consejo y congreso provincial- no se expidieron sobre ninguna candidatura de extrapartidarios, ni de afiliados”. Muchos están atentos, y en guardia, esperando señales o aventando las de humo.

Por el lado de la oposición, hay que prestarle atención al intendente de Yerba Buena, Mariano Campero. Habla con todos los referentes opositores, no se priva de conversar con nadie; su estrategia, más allá de que apunta fuerte al 23, también está dirigida a alterar el tablero para el año entrante. Sueña con una gran coalición opositora para enfrentar al peronismo. Pero son demasiados para pactar. En el oficialismo, en tanto, sueñan con dividirlos.

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