El dilema de Manzur

El rasgo actual de las coaliciones y pequeñas sociedades políticas es el nivel de tensión interna que soportan debido a las desconfianzas mutuas por la fragilidad de lealtades, porque todos, en medio de la crisis, no sólo deben desempeñar lo mejor posible sus roles de gestión sino que en ese proceso institucional también deben redefinir liderazgos, reacomodamientos y estrategias políticas de cara al año electoral que se viene. No sólo tienen que plantarse lo mejor posible ante la ciudadanía para la votación, sino que en ese trámite cada espacio debe resolver quién conduce, o quiénes. Y quiénes no. Le sucede tanto a oficialistas como a opositores, nacionales y locales; es un proceso de definiciones que va peligrosamente en paralelo con el aumento de la presión social por la pandemia, las secuelas económicas y la pobreza, el descontento por la inseguridad y el malestar contra la Justicia. En ese contexto: ¿qué vino a hacer Sergio Massa a Tucumán?, ¿qué significó la presencia de Manzur en la Legislatura? y ¿qué hará el gobernador con el juez Pisa?

El presidente de la Cámara de Diputados mantiene una aceitada relación con el gobernador. Su presencia en la provincia disparó especulaciones respecto de la interna nacional donde, claramente, en el seno del Frente de Todos coexisten varios sectores, algunos en pugna directa entre ellos aunque traten de disimularlo. La carta que hizo pública Cristina tuvo mil interpretaciones, sin embargo, en lugar de cohesionar al frente, alimentó las desconfianzas y el desconcierto sobre cómo y quién maneja la coalición oficialista. Dejó en una incómoda posición al Presidente y a los que fomentan un albertismo que nunca termina de asomar la cabeza; lo sugieren pero no se concreta hasta ahora porque el propio beneficiario duda de las consecuencias en materia de gobernabilidad.

Entre estos últimos se inscribe Manzur, quien no puede desdecirse de sus definiciones políticas, ni de desembarazarse de los efectos que arrastran, tales como el recordado “Cristina ya fue”, o como “el conductor del peronismo es Alberto”, que dijo cuando asumió en octubre de 2019. La que “fue” está más presente que nunca, es protagonista clave del FdT y figura central de la política nacional; mientras que la conducción del PJ por parte del jefe de Estado está verde todavía, pese a contar para ese rol con el respaldo de mandatarios peronistas y de varios referentes de la CGT nacional. En el medio de la dupla presidencial aparece Massa y su Frente Renovador como terceros en discordia. ¿Vino a charlar el tigrense con Manzur sobre las sociedades internas en el oficialismo, o sobre cómo serán las futuras?

La respuesta puede esconderse detrás de lo que ocurrió antes y de lo que sucedió después del paso del diputado nacional por el Norte. En realidad, Massa visitó dos provincias: Salta y Tucumán; en suelo salteño tiene en el gobernador Gustavo Sáenz a un aliado político personal -fue su candidato a vicepresidente-, mientras que con Manzur cultiva una relación amistosa desde hace tiempo, y con serias perspectivas a futuro. No sólo vino acompañando al ministro de Transporte, Mario Meoni, hombre del FR, para destacar que las posibles inversiones vienen de la mano de un funcionario de sus filas; sino que, principalmente, refleja que está en campaña nacional. Permanente.

Si Alberto es la transición, él bien debe pensar que puede ser la continuidad; tiene un proyecto y hasta el propio mandatario nacional remarcó que es quien más se preparó para ser presidente de la Nación. O sea, más que el presente dificultoso de la coalición gobernante a partir de los muchos frentes que tiene abiertos, el titular de la Cámara Baja no descuida sus propios intereses. Manzur está en su radar. El tucumano demostró que es un buen armador de consensos, que es capaz de sentar a la mesa a distintos actores de la sociedad y que puede convertirse en un referente regional del NOA.

El discurso del líder del FR fue el mismo en los dos distritos, pasó por un hay que trabajar juntos. Después de la visita de Massa, sorpresivamente, en un tuit Manzur se sumó a las posiciones de los gobernadores de San Juan, Sergio Uñac, de Corrientes, Eduardo Valdés, de Misiones, Oscar Herrera Ahuad y de Tierra del Fuego, Gustavo Mellela, de solicitar la suspensión de las primarias abiertas de 2021. Consideran un gasto inútil estos comicios. El tucumano no fue tan contundente al objetar las primarias, sólo aludió a los criterios sanitarios para justificarse: “acorde al difícil momento sanitario y económico que vive el país, considero prudente suspender la instancia de las PASO”.

Eliminar las primarias abiertas, al margen de que puede complicar la existencia a la oposición -porque también es una coalición que tiene que rearmarse y organizarce-, obliga al oficialismo a presentarse unido. Una suerte de autoimposición para trabajar juntos, lo que sugirió Massa. En los papeles significa apostar a la única alternativa electoral que le rindió frutos al Gobierno en los comicios; juntándose y soportándose entre todos como en 2019 para sacar de la cancha a Mauricio Macri. Colateralmente es una forma de decir que nadie debe sacar los pies del plato, o bien salir por su propia cuenta a la contienda electoral. Que eso suceda en una interna vaya y pase, pero que se quiera competir directamente en la votación final -sin PASO de por medio- implicaría quebrar al oficialismo. Y debilitarlo. ¿Mensaje para el kirchnerismo-cristinista? De nuevo todos juntos, parecería ser el objetivo del mensaje.

Bien puede entenderse, también, que la amonestación de Cristina a algunos funcionarios y funcionarias y a la marcha del Gobierno implicó una advertencia: si no encarrilan la gestión, salir por fuera es una posibilidad. Ella tiene su Unidad Ciudadana, Alberto tendría al PJ y Massa al FR.

A la oposición, en cambio, las PASO le serviría como instrumento para legitimar liderazgos y definir quién es quién en Juntos por el Cambio, tal como sucedió en 2015, donde la UCR y la Coalición Cívica finalmente debieron ser furgones de cola del PRO y aceptar que Macri los conduzca. Ahora hay nuevas figuras en todos esos espacios internos que pueden aspirar a encabezar a la oposición. Sin las primarias, no tendrían la herramienta electoral que les ayude a dirimir esa interna, a la usanza del peronismo. O se juntan a la fuerza o se presentan divididos directamente en octubre, haciéndole indirectamente más fácil la vida al oficialismo. La oposición, de alguna manera, está en una situación más incómoda que el Gobierno.

¿Se puede considerar que la presencia de Manzur en la Legislatura tuvo que ver con la propia interna de su espacio en la provincia? Como se sabe, el gobernador participó de la jura como legislador de un veterano dirigente del interior, del PJ: el “Puma” Rodríguez; y llevó a varios de sus colaboradores al recinto. ¿Muestra de fortaleza o de debilidad en el territorio de su “adversario”, el tranqueño Jaldo? Los movimientos posteriores en el peronismo dirán cuál es la respuesta correcta, porque ahora las lecturas van en ambos sentidos. Algunos entendieron que fue a dejar en claro que el nuevo jugador en la Cámara le pertenece y que compite en rodeo ajeno; otros, por el contrario, interpretaron que fue al pie del vicegobernador al acudir a la sede legislativa y que desistió de la continuidad en el poder en 2023. Los manzuristas o los jaldistas podrán subirse a una u otra mirada, pero los compañeros, esos que suelen interpretar como corresponden las señales, dirán con sus conductas cuál es la lectura que vale.

Eso es puertas adentro del PJ, puertas afuera puede tranquilamente entenderse que fue una señal de unidad entre el gobernador y el vice, y un indicativo de que van a trabajar juntos para lo que se viene, como dijo Massa. O también de que, para lo que se venga a raíz de la crisis social, la van a tener que apechugar unidos, respaldándose unos y otros, deponiendo las diferencias para otro momento. Recuérdese que, al día siguiente de la curiosa visita del titular del PE a la Cámara, Jaldo fue al palacio gubernamental a participar de la asunción de Valentín Fernández como secretario de Gobierno. El que quiera mirar bajo del agua, que mire.

Y aquí es donde aparece el capítulo judicial, en el que entra a terciar el caso del juez Pisa y que pone en un grave dilema a Manzur, principalmente por la muerte de la joven Paola Tacacho: explicitar de qué lado está. Porque lo que resuelva sobre el futuro del magistrado dirá mucho sobre lo que él pretende del funcionamiento del sistema: proteger a las corporaciones políticas o atender un clamor que es cada vez más sonoro en la sociedad. Está en un brete. No es sólo la oposición la que se queja y realiza planteos - que por ser opositores suelen desoírse desde el Gobierno-, ahora hay una demanda social instalada en la calle. Visible, razonable, justa. Ya no es unicamente la exigencia de una Justicia independiente de los poderes políticos o económicos, sino que se le pide que satisfaga a la comunidad como una institución del Estado, y que rinda cuentas. Es paradójico que a la Justicia se le pida que haga justicia. En teoría para eso está. Pero son los hombres los que degradan a las instituciones, y las desacreditan.

Pisa es el juez dijo que los audios de Pedicone no tienen validez en la causa contra el vocal de la Corte Daniel Leiva y el mismo que sobreseyó al asesino de Paola en 2017. Y el que entre uno y otro hecho presentó su renuncia al Poder Ejecutivo. Su suerte está en manos de Manzur, debe ser una brasa caliente para el gobernador. Sobre el juez pesan los planteos de juicio político por el crimen de la joven. “No le acepte la renuncia, porque si le acepta sería como matar dos veces a mi hija Paola”, clamó madre de la joven. ¿Qué hará Manzur?, ¿qué voces escuchará?, ¿qué intereses atenderá?

“Esa chica, con 13 denuncias, que termina siendo víctima de asesinato es la demostración mas clara del fracaso de la Justicia. Cuando la Justicia ignora a un denunciante ignora al ciudadano al que tiene que servir”, dijo Massa durante su paso por Tucumán. Una postura más que clara de por dónde se tiene que cortar el hilo. El dilema de Manzur pasa por aceptar o no la dimisión al juez, porque no será una mera decisión institucional, será una resolución de tremendo contenido político, un mensaje a la sociedad respecto de lo que debe esperar de los poderes del Estado. Y de sus integrantes.

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