Un paisaje de Catamarca que cumple 70 años

La popular zamba de Polo Giménez fue registrada el 2 de noviembre de 1950. El “monstruo” que se convirtió en letra.

Roberto Espinosa
Por Roberto Espinosa 03 Noviembre 2020

Triste. La rebeldía de 15 años ha quedado de patitas en la calle. Y todo, porque el tata se ha calentado, a causa de tener un chango que no quiere estudiar, solo ser musiquero. El piano le toca las puertas del consuelo. Lo lleva por senderos del folclore. Las orquestas típicas de tango lo tienen de huésped con frecuencia en ese Córdoba juvenil a donde ha llegado en la niñez.

Una zambita titila ahora en el asombro de Catamarca. En boliches. Clubes. Escenarios. Bajo un algarrobo… La gente se la pide siempre. La melodía le reclama a gritos una letra. Los 25 años han llegado a la patria de la Virgen Morocha. Una flor le pone una zancadilla al corazón y le da dos hijos. El regocijo de los sentidos rueda con frecuencia por la Cuesta del Portezuelo:

Y al atardecer, cuando baja el sol, una majadita volviendo del cerro

Otras piezas van regando su inventiva: “Pinceladas del pago”; “Vaya pa’ que sepa”; “Volvamos pa’ Catamarca”; “Zambita del misachico”; “Cantale chango a mi tierra”; “Córdoba linda”; “Según me brotan las coplas”; “Viejo corazón… pero una asignatura sigue sin aprobar. Se separa.

1947. Buenos Aires le abre los brazos. La Contaduría General de la Nación lo cuenta ya en su plantel de empleados. El tiempo le presenta a una nueva compañera. Con el Payo Solá (bandoneón) y con Atuto Mercau Soria (guitarra) funda “Los musiqueros del tiempo e’ ñaupa”. Pero esa zamba no le deja en paz los desvelos. Lee en los rostros oyentes el deseo de cantarla.

Con una escoba de pichanilla, una chinita barriendo el patio. Y sobre el nogal, centenario ya, se oye un chalchalero que ensaya su canto.

“Y en donde la tocaba me decían: ‘¿Por qué no le hacés poner letra?’ A raíz de eso pensé en Osvaldo Sosa Cordero para que me escribiera los versos. Y en la Contaduría -fue en 1950-, haciéndole la pata ancha a los expedientes, me puse a borronear el ‘monstruo’ de la letra. Y se lo llevé a Sosa Cordero. Este lo leyó. Y ante mi asombro, comentó: ‘Esto que usted ha escrito como ‘monstruo’ para hacer la letra, tiene que ser la letra misma de su zamba. Aquí no hay que cambiar ni corregir nada’, me dijo. Así fue como el ‘monstruo’ quedó de letra definitiva. ‘No han de ser tan fieros mis versos -pensé- cuando un hombre como Sosa Cordero me habla así’. Y ahí nomás me inicié como letrista. Pura casualidad”, recuerda.

1950, 2 de noviembre. Registra esa zambita que, sin imaginar, hará camino al andar.

Desde la Cuesta del Portezuelo, mirando abajo parece un sueño… hay un ranchito sombreau de higueras, y bajo el tala durmiendo un perro… y un pueblito allá, otro más allá, y el camino largo que baja y se pierde…

1969, 26 de noviembre. Una semana atrás, sus 65 años han celebrado con alguna moderación porque el reiterado infarto se ha convertido en un adversario de fuste. En el local de la dulce cantora Margarita Palacios, embajada donde cobija a sus comprovincianos, está presentado su long play que reúne sus 50 años en la música. Ese estrujón de empanadas, vino y canto le alborota la alegría. De pronto, el zurdo tartamudea un bailecito (“ya te estás poniendo viejo, pobre corazón. Te presiento ya sin ganas de seguir, lo mismo que yo…”) Camino a la clínica, el aroma de un bienbec tinogasteño le ronronea tal vez un sentimiento querido: “Paisajes de Catamarca, con mil distintos tonos de verde. Y un pueblito allá, otro más allá, y el camino largo que baja y se pierde”, esa zamba de Rodolfo Polo Giménez que late hace 70 años en el pecho catamarqueño.

Paisaje de Catamarca - Música y letra de Polo Giménez

Desde la Cuesta del Portezuelo,
mirando abajo parece un sueño:
un pueblito allá, otro más allá,
y un camino largo que baja y se pierde.

Hay un ranchito sombreau de higueras,
y bajo el tala durmiendo un perro.
Y al atardecer, cuando baja el sol,
una majadita volviendo del cerro.

Y ya en la Villa del Portezuelo,
con sus costumbres tan provincianas:
el cañizo acá, el tabaco allá,
y en la soga cuelgan quesillos de cabra.

Con una escoba de pichanilla,
una chinita barriendo el patio.
Y sobre el nogal, centenario ya,
se oye un chalchalero que ensaya su canto.

Estribillo

Paisajes de Catamarca,
con mil distintos tonos de verde.
Y un pueblito allá, otro más allá,
y el camino largo que baja y se pierde.

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