Sean Connery y el Oscar se confiesan frente a la chimenea

Sean Connery y el Oscar se confiesan frente a la chimenea

Sólo queda aceptar que James Bond no es un personaje, sino un destino que se materializa más allá de Hitchcock, Umberto Eco y “Los intocables”.

Sean Connery y el Oscar se confiesan frente a la chimenea

“Danos una película, Sean” -le pidió la Academia-. Danos una película como la gente y te prometemos el Oscar que te merecés. Danos una película cuanto antes para que el mundo te vea sobre el escenario, así, soberbio, en la flor de la madurez, y después te llevás la estatuilla a casa y tomás todos los scotchs que se te ocurran mientras el Oscar reposa sobre la chimenea”.

“Danos una película que nos permita lavar las culpas -prosiguió la Academia-, porque al premio lo merecías el año pasado por ese William de Baskerville que le quitó la respiración al mismísmo Umberto Eco. Ni siquiera te postulamos y los ingleses, nada menos que los ingleses (¿hay algo peor para un escocés?) te dieron el Bafta. Perdón Sean, ni siquiera te metimos con fórceps entre los candidatos y, ¿te acordás de quién se llevó el Oscar? Paul Newman, Sean. Sí, por “El color del dinero”. Le dimos el Oscar porque, está bien, lo aceptamos, la peli no era nada del otro mundo, pero ¿cómo no vamos a darle un Oscar a Paul Newman? Y el de reparto fue para tu amigo Michael Caine. Nunca podríamos ponerte a competir con él. Así que, por favor, danos esa película que tanta falta nos hace y saldemos la cuenta”.

“Está bien. Voy a darles esa película -replicó Sean Connery-. Ahí la tienen. ‘Los intocables’. De acuerdo, es el reboot de una serie de televisión. Pero la dirige el maestro Brian De Palma. Y está Bob de Niro haciendo de Bob de Niro, o sea, de gangster (y nada menos que de “el” gangster, Al Capone). Y ya estoy viejo para meterme en la camisa de Elliot Ness, dejémosle ese spot a Kevin Costner, que está de moda. Me quedo con Jimmy Malone, el policía incorruptible. Y además me asesinan en el momento clave. ¿Hay algo que asegure un Oscar de reparto con mayor potencia que una buena muerte en cámara?”

“Gracias, Sean -respondió meses después la Academia-. Gracias por servirnos en bandeja ese ‘momento Oscar’ que las cámaras aguardan. Cuando el teatro se pone de pie y la leyenda de turno sube la escalerita bañada en aplausos. Es tuyo, Sean. ¿Sabés quiénes te lo van a entregar? Nicolas Cage -perdón, es lo que hay- y Cher. Sí, Cher. ¿Quién podría rechazar un beso de Cher? ¿Pero sabés una cosa? Detrás de la puesta en escena, y de la ovación, y de esa sublime y efímera Polaroid teñida de gloria, sabemos que es una injusticia, porque no fue tu mejor papel. Si tuviéramos dos dedos de frente se lo hubiéramos dado a Denzel Washington porque encarnó a Steve Biko con las tripas. Hasta Vincent Gardenia estuvo mejor en ‘Hechizo de luna’. Pero te pedimos una película, y cumpliste, y cumplimos”.

“Te damos el Oscar -enfatizó la Academia, subiendo un poco la voz-, más que por ‘Los intocables’, por lo que representás. Porque llenás la pantalla, Sean. ¿Sabés lo que cuesta encontrar un actor que se lleve puesta una escena con una mirada, un gesto, el andar? Te damos el Oscar porque escucharte es un placer que sólo nos proporcionaba gente como Laurence Olivier, o John Gielgud, o Peter O’Toole. Pensar que hay mercados en los que cometen el sacrilegio de doblarte a otros idiomas. Salvajes. Si tu fraseo, esa marca registrada que implica sonar como un caballero artúrico sin perder el alma de barrio, genera un placer auditivo único. No hablás en inglés, ni en algún dialecto incomprensible de las highlands, hablás en Sean Connery. Vienen imitándote desde hace décadas, pero el original es tan genuino como las gaitas y los kilts”.

Sean Connery y el Oscar se confiesan frente a la chimenea

“Te damos el Oscar, querido Sean -reafirmó la Academia a modo de resumen y de confesión-, por tu sonrisa, porque todos te quieren, y porque sospechamos que en un futuro no demasiado lejano se van a quedar sin Sean Connerys cada vez que busquen un actor capaz de convertir un thriller de poca monta en una película que vale la pena ir a ver”.

“Es verdad -reflexionó Sean Connery con el paso de los años-. Hice demasiadas películas de relleno. Algunas un poco vergonzantes. ¿Por qué me habré metido en “Sol naciente”? ¿O en “La roca”? Mejor pasar página. Hay demasiado bueno en el camino. Sidney Lumet. John Huston. Fred Schepisi. Buenos directores. Terry Gilliam y esa peli preciosa, ‘Los aventureros del tiempo’. Spielberg. Y pensar que 20 años antes el papel de Indiana Jones hubiera sido mío...”

Entonces, no tan lejana pero omnipresente, la Academia se une para reconstruir aquel ida y vuelta ochentoso. Se une a los pensamientos de Sean Connery porque la Academia ama profundamente a los actores populares y Sean Connery simboliza, como pocos, a los preferidos del público. “Una gran carrera Sean, magnífica -lo alienta la Academia-. ¿Quién no vio ‘Un puente demasiado lejos’? Esas épicas, con John Milius, con John Boorman... ¡Hasta colonizaste la Antártida haciendo de Roald Amundsen! Pero sabemos en lo que pensás. Puede que no sea algo que te preocupe, pero sí que te ocupa. Le das vueltas. Les pasa a todos los actores marcados por los personajes. No querés que el día de tu muerte se hable de ‘Highlander’ o de ‘La caza del Octubre Rojo’. Temés que el galán, las comedias y la estampa reduzcan tu legado a un poster. Ese poster. La copa de Martini. La pistola con silenciador. El smoking. Mirás con recelo a Ian Fleming porque filmaste con Alfred Hitchcock pero, inevitablemente, los números del obituario van a ser 007”.

“¿Se puede escapar de eso?”, preguntó y se preguntó Sean Connery mientras el fuego se consumía y sobre la chimenea el Oscar, carente de ojos, se empecinaba en mirarlo con fijeza. “Por más que me haya retirado en el momento justo. Cuando una peli -justamente llamada ‘La trampa’- encendió la falsa ilusión de que la pantalla podía conseguir el milagro de emparejarme con Catherine Zeta-Jones dije basta. Del ridículo nadie vuelve, ni siquiera Sean Connery. Por eso después hice una película mucho más a mi medida, ‘Descubriendo a Forrester’, con ese jovencito talentoso, Gus Van Sant. Pero la pregunta era otra. ¿Se puede escapar de esa clase de destino?”

Roger Moore, y Timothy Dalton, y Pierce Brosnan, y Daniel Craig, y hasta ese muchacho, George Lazenby, hicieron bien el papel. Algunos muy bien -sentenció la Academia-. Pero vos, querido Sean, no hiciste el papel. Vos sos James Bond”.

“En fin”, filosofó Sean Connery, haciéndole un guiño al Oscar para servirse otro scotch. Así que después de acomodarse en el sillón, de levantar una ceja y de sonreir como sólo Sean Connery puede hacerlo, mira a esa cámara que lo adora desde el día en que nació. Corte.

Comentarios