Lápices con ADN de periodistas asesinados

Lápices con ADN de periodistas asesinados

CRÍMENES AÚN IMPUNES. Irma Flaquer, Alfredo Jiménez Mota y Carlos Lajud Catalán seguirán escribiendo en cada trazo de estos lápices inmortales. CRÍMENES AÚN IMPUNES. Irma Flaquer, Alfredo Jiménez Mota y Carlos Lajud Catalán seguirán escribiendo en cada trazo de estos lápices inmortales.
25 Octubre 2020

Por Daniel Dessein

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

El título no es una metáfora. Las familias de los periodistas asesinados Irma Flaquer, Carlos Lajud Catalán y Alfredo Jiménez Mota donaron objetos personales –cepillos de dientes, peines y prendas de vestir- de los que se logró extraer muestras de ADN que fueron mezcladas con grafito para la elaboración de una serie limitada de lápices. Los tres periodistas perdieron sus vidas por investigar y denunciar tramas de corrupción y criminalidad en México, Colombia y Guatemala, tres de los países más peligrosos para el ejercicio del periodismo en el mundo.

En lo que va del siglo, 151 periodistas fueron asesinados en México. 127 en Colombia. 35 en Guatemala. 500 en toda América latina.

Los directivos de la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) pensaron que esta campaña, cuyos detalles pueden encontrarse en www.lapicesinmortales.com, era una buena forma de amplificar las voces que se pretendieron silenciar, concientizando a la ciudadanía sobre la gravedad de los crímenes contra periodistas y acerca de los riesgos que corre una sociedad dominada por la impunidad, el temor y la censura.

Tres historias

Irma Flaquer, presidente y fundadora de la primera Comisión de Derechos Humanos de Guatemala, ejerció el periodismo durante 22 años en diversos diarios y radios. En 1979 salió ilesa de un atentado contra su vida, sobre el cual escribió un libro con un prólogo dedicado a “Mi querido asesino”. Un año más tarde, un grupo armado acribilló a su hijo de 24 años, quien la transportaba en su auto. Irma Flaquer fue secuestrada y nunca más apareció. Todo indica que fue asesinada en represalia por sus notas sobre la corrupción y la violación de derechos humanos del gobierno del general Romeo Lucas.

Carlos Lajud Catalán trabajó en El Heraldo de Barranquilla, El Espectador de Bogotá, RCN y Caracol, entre otros medios colombianos. Sus familiares le pedían que “bajara un poco” la intensidad de sus denuncias. El 19 de abril de 1993 un sicario bajó de una moto y le disparó. Lajud tenía una grabadora en la mano y una cartera, que se llevó el asesino, con documentos que probaban la corrupción de funcionarios públicos.

Alfredo Jiménez Mota trabajó en El Sol de Culiacán, El debate y Noroeste, de Sinaloa. En octubre de 2004 empezó a trabajar en El Imparcial, donde investigaba las conexiones delictivas del Chapo Guzmán y los hermanos Arellano Félix con integrantes del Gobierno mexicano. El 2 de abril de 2005 desapareció. Tenía 25 años.

Los tres crímenes permanecen impunes.

Carga genética

“Cada vez que uno de esos lápices sea usado, la vida y la memoria de estos periodistas será un trazo indeleble que permitirá honrar al periodista, su vida, sus palabras”, sostiene la SIP en la campaña. El mensaje tiene una potencia estremecedora. Los lápices conformados con información genética de periodistas que pusieron el cuerpo en su trabajo reviven el impulso por contar verdades incómodas y necesarias. Nos obligan a reflexionar sobre el valor de un oficio que sigue estando amenazado, sobre la relevancia estratégica de una libertad de expresión que continúa siendo atropellada. Nos lo recuerdan esos lápices hechos con moléculas en las que está inscripto quiénes fueron esos periodistas. Y que nos exigen, a todos como sociedad, que escribamos con ellos esas verdades que algunos quieren ocultar.

© LA GACETA

Daniel Dessein – Vicepresidente regional de la Sociedad Interamericana de Prensa.

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