15 años para leer a Charly García

15 años para leer a Charly García

Los periodistas Daniel Riera y Fernando Sánchez acaban de publicar un libro con entrevistas que le hicieron entre 1992 y 2007. El músico habla de internaciones, colegas y canciones. Todo con los autores acompañándolo en su casa, en un estudio de grabación o en un recital donde las revoluciones son de 2.000 por hora y dormir no está en los planes de nadie.

25 Octubre 2020

Por Alejandro Duchini

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

Hay dos buenas maneras de saber quién es Charly García. Una es escuchando sus discos; la otra, leyendo García - 15 años de entrevistas con Charly (1992-2007), el libro que hicieron Daniel Riera y Fernando Sánchez y que acaba de publicar la editorial Vademécum. Una tercera -y recomendada- es escuchar canciones de Charly mientras se lee este libro.

Riera y Sánchez se hicieron lugar en la vida (y confianza) de uno de los músicos más importantes de Argentina. Estuvieron en su famoso departamento de la avenida Coronel Díaz en Palermo, pasaron noches y hasta amanecieron con sus músicos tras maratónicas jornadas de grabaciones y lo acompañaron a recitales. Si a eso le sumamos que Riera y Fernández saben contar las historias y las entrevistas, estamos ante un gran libro. Sobre todo porque no hay mejor manera de acercarse a un artista y hasta entenderlo que dejándolo hablar y escuchándolo. Por eso el valor de los reportajes que ponen en el foco al personaje y no al periodista. Este es el caso.

Las entrevistas arrancan en el 92, el año que marcó el cierre de la etapa ochentosa de García. El 92 fue también el año de quiebre para nuestro rock. Entonces apareció El amor después del amor, el disco que le cambió la vida y la popularidad a Fito Páez, por ejemplo, y que lo puso a la altura de Charly y el Flaco Spinetta. 1992 fue cuando Andrés Calamaro se rearmaba en España con Los Rodríguez y volvía al ruedo de la popularidad en el país, aunque aún no daría el salto a la masividad. Y Spinetta ratificaba su vigencia con el disco Pelusón of Milk y una canción emblemática: Seguir viviendo sin tu amor. En medio de ese panorama, Riera y Fernández visitaron el departamento de Coronel Díaz. La foto de contratapa ratifica el paso del tiempo. Ahí empezó la relación que ahora se puede leer en 200 páginas.

Son 11 entrevistas. La más extensa, titulada Charly recuerda y séptima en el libro, fue publicada en la Rolling Stone y está fechada entre marzo y junio de 2002. Es un texto que hace justicia a Charly. Ahí habla de todo. Hay sinceridad y relajo. Se lo nota cómodo. Tal vez porque no sufre el asedio periodístico de esos tiempos. Esta versión, aclaran los autores, es más extensa que la original. Hay otro reportaje que se publica por primera vez en este libro y los restantes aparecieron en La Maga, Mix!, Soho, Soy Rock, Darwin y la ya mencionada Rolling Stone. El periodista Mariano Lucano también hizo su aporte.

“Maradona es el número 10 y yo soy el número 9”, dice Charly en uno de los reportajes que tiene como eje su disco La hija de la lágrima. Discazo con el que no se hizo justicia. Mercedes Sosa “me bancó afectivamente y me valoró intelectualmente”, refiere en 1997 sobre la cantante tucumana que lo defendió cuando otros se oponían a su presencia en el Festival de Cosquín. Tres años después, habla de sus internaciones y de su hijo Miguel. En algún momento de 2001 mostrará sus autoquemaduras y autocortes en brazos. Hablará de su admiración por Spinetta, de su incomodidad en el colegio -“la escuela me aterrorizaba”- y dirá que “tocaba para levantarme minas”. Desmenuzará letras de Sui Generis, recordará su paso por el Partido Comunista y recordará sus tiempos de marihuana y ácido. Repasará sus lecturas de Artaud, Bradbury y Orwell y dirá que después del show de Adiós Sui Generis se fumó 27 porros.

Nos hará reír cuando cuente que los integrantes de La máquina de hacer pájaros fueron juntos al mismo psicólogo.

Luego hablará de la época de Serú Girán y de los temazos que hicieron. Y continuará con su carrera como solista, que está llena de obras de arte que pintaron la realidad como pocos. Por eso les recomiendo que si leen este libro lo hagan con canciones de Charly de fondo.

Repasará la experiencia a dúo con el Flaco Spinetta y Rezo por vos, vinculada al incendio de su departamento.

Hablará de la importancia de Pedro Aznar y contará detalles vinculados a Sandro, Jorge Luz y Alfredo Alcón en la grabación de Tango 4.

Interiores

Desayunar con un Rivotril no es recomendable. Con dos, ni hablar. Eso, contó Charly, le daban en la clínica en que lo internaron por gestión de su madre y “la gente que estaba alrededor, algunos por desconocimiento”. Tegretol, Fenergan. Pastillas y más pastillas. En marzo de 2003 seremos testigos, como lectores, del frenesí de varios días de grabación. En 2005 lo acompañaremos en su gira al Cosquín Rock. Estaremos en los camarines, sabremos de groupies, de sus noches seguidas sin dormir, de su marcha a 2.000 por hora. Lo veremos descansar en la pileta de un hotel, pero a punto de romper todo si no sacan la música de Diego Torres que no quiere escuchar. Lo recordaremos cantando de buena gana con León Giecco y de mala gana con Pappo. Demasiado ego.

“La gente no es como cree que es. Somos muy indulgentes con nosotros mismos, y la verdad es que el ser humano es agridulce”, dirá en 2007, ya más tranquilo. Para entonces, Charly -según la prensa escandalosa- ya habrá muerto más veces que el fantasma de Canterville. Pero no. Nada que ver.

“Prefiero ese supuesto caos, esa supuesta intranquilidad que te da hamacarte entre notas que no conocés y por ahí con gente que no conocés, historias que no conocés, melodías que no conocés, vas descubriendo cosas… Prefiero eso antes que el otro estado que por suerte a mí no me agarró mucho nunca, esa especie de meseta que le agarra a mucha gente, tipos que decís qué brillante que es y a los dos años no hace nada más. No entiendo mucho eso de secarse artísticamente. Tampoco sé si hay tanta gente que tenga tanto amor por la música como el que tengo yo”, se describirá.

Se nota que García leyó y lee la realidad como pocos. Y que a esa realidad le puso las mejores canciones que nos describen a nosotros, varias generaciones de argentinos. Bienvenido sea, entonces, este libro de Vademecum. Los que admiramos a Charly tenemos algo más para disfrutarlo. Y los que no, podrán dar un paso para descubrirlo.

© LA GACETA

Alejandro Duchini – Periodista.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios