Fulgado, otra víctima tucumana del coronavirus: su vida seguirá dando vueltas

Fulgado, otra víctima tucumana del coronavirus: su vida seguirá dando vueltas

Tristeza por su muerte; su trayectoria, deseos y logros.

GABRIEL FULGADO GABRIEL FULGADO

Hace un puñado de años, Gabriel Fulgado me dijo que dejaba de hacer recitales, que se retiraba de esa partida. Que había heredado unos campos de la familia y se iba a volcar a esa vida, tan alejada de los escenarios. Su mirada, sincera y traslúcida como siempre, y el tono de su voz impedían dudar de su palabra. Sonaba raro que el corazón del rock tucumano, el tipo que enseñó cómo producir espectáculos, la persona que mejor sabía tratar con los tiburones porteños con la precisión del abogado que estudió y nunca se recibió (una parte de su vida), dijese estar cansado.

La sensación que me transmitió entonces es que, de pronto, había perdido la mística que impregna las noches largas y los consejos certeros. Quizás habían aparecido nuevas reglas para un juego que conocía de memoria y no tenía ganas de aprenderlas. O simplemente pensó que era tiempo para un relevo, para que otros tomen su labor.

El asunto de fondo es que hay personas que son irremplazables. El Loro o Nene es una de ellas, en presente perpetuo. No habrá nada de pasado en su historia relacionada con la música, porque la reescribió tantas veces que parecía haberla creado de la nada.

Si alguien afirma que Fulgado es un productor de espectáculos, se queda extremadamente corto. Redefinió en la provincia el rol de estar abajo del escenario, para que todo lo de arriba salga bien. Más que testigo, protagonista central y conocedor como pocos de lo que necesitan los artistas para desarrollarse adecuadamente.

Hace muy pocas horas, se publicó en LA GACETA una extensa entrevista que le realizó Roberto Espinosa, en la cual contaba sus primeros contactos con The Beatles (una tarde en los 60, en un intermedio noticioso en un cine de barrio tucumano), Los Gatos, la Negra Sosa, Joan Manuel Serrat... cada vez que se hablaba con él, se recorrían tres generaciones de rock tucumano, desde los iniciáticos Los Truenos, Los Fantasmas, Los Bang y Los Sabuesos (formaron parte de su debut en la profesión amada) hasta la actualidad, con escala especial en La Pequeña Banda de Trícupa y Reed. Y no solo de rock vive el hombre, como lo atestiguan todos los folcloristas, tangueros y cantantes argentinos (de León Gieco a Ástor Piazzolla) que pisaron este suelo por él.

En sus manos estaba todo lo internacional de relevancia que llegaba a Tucumán, desde los arribos de Roxette (primer desembarco de una banda del exterior) o de Luis Miguel (llevado en un Fiat 600 cuando tenía 12 años hasta el estudo de Canal 10) hasta Marco Antonio Solis o Rosana. Toda lista que se haga estará indefectiblemente incompleta, nadie (ni él) podría recordar en cuántos shows se involucró.

A los 68 años, la pandemia pudo más que los enojos y las alegrías. Hablar de injusticia es quedarse corto; y despedirlo es mentirse un poco, es pensar que se fue, como en su momento con Facundo Pereyra, quien fue para el periodismo de rock lo que Nene para la producción de shows. Hay que hacerlo por una mera formalidad, pero su vida sigue dando vueltas, como los viejos discos de vinilo.

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