El hotel, desierto en el desierto

El hotel, desierto en el desierto

“Habitar en un hotel significa concebir la vida como una novela”: estas son las palabras de Bertolt Brecht citadas por Eduardo Berti en el prólogo memorable de Vidas de hotel (Editorial Adriana Hidalgo). Vivir o estar en un hotel es la forma íntima y privada –desfasada, diría– de estar y no estar en el camino. El hotel funciona como una sinécdoque desplazada del viaje.

LA DISRUPCIÓN. “El hotel, en sí mismo, implica estar en un tiempo detenido, en una especie de pausa extraña”, reflexiona Soberón. LA DISRUPCIÓN. “El hotel, en sí mismo, implica estar en un tiempo detenido, en una especie de pausa extraña”, reflexiona Soberón.
18 Octubre 2020

Por Fabián Soberón

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

A los que nos gusta viajar, nos fascinan los hoteles. Y me parece que esa fascinación es un enigma. Ya sabemos que la única respuesta a un enigma es otro enigma, como sentenció Severo Sarduy. Por tanto, intentar descifrar el sentido de la pasión es un corredor sin salida.

En el período que estamos viviendo, pienso en el destino de los hoteles que han cerrado o que permanecerán cerrados por un tiempo impreciso. El hotel, en sí mismo, implica estar en un tiempo detenido, en una especie de pausa extraña, disruptiva. Que un hotel esté detenido, estancado o cerrado, implica una pausa doble: sugiere la idea del desierto dentro del desierto, ya sea en el centro de una ciudad o en el margen, al costado de la ruta.

Los relatos contenidos en la compilación de Berti van desde la extrañeza del texto de Ricardo Piglia (uno de los más inquietantes del volumen) hasta las variaciones sobre el mismo tema en los cuentos de Ambrose Bierce o Chejov. Al leer los cuentos compilados por Berti percibimos que nos hablan de un mundo en el proceso de demolición o de una extraña ciencia fusión, como si el futuro se hubiera quedado encerrado en una botella y como si esa capsula diversa pudiera estallar en nuestras manos.

En los últimos meses escribí varios cuentos que tienen que ver con hoteles. Quizás esto se deba a que extraño pasar el tiempo en un hotel o a que es una forma del encierro ligada a una pasión inexplicable. Para mí, estar en un hotel –como eligió vivir un amigo del pasado– significa una forma de perderse, un modo del escape de la ciudad y/o de la sociedad. Es una manera de ganar a través de la pérdida voluntaria.

Incluso escribí un libro completo dedicado a los hoteles. El libro está inconcluso y creo que lo dejaré sin terminar. Encontré allí –en lo no terminado– una horma que une lo perentorio con lo indefinido. En parte por eso me encantan los hoteles: encarnan el fantasma de lo inesperado. Y en ese sentido son ellos mismos como un cuento que no termina nunca: la esperanza y la sorpresa se mantienen mientras estemos ahí.

© LA GACETA

Fabián Soberón – Escritor y cineasta.

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