Ayer y hoy del rugby tucumano: ¿qué pasó en el medio?

Ayer y hoy del rugby tucumano: ¿qué pasó en el medio?

De la comparación entre dos imágenes que reflejan distintas épocas del deporte de la ovalada de Tucumán surgen algunas preguntas.

PASIÓN DE MULTITUDES. La esquina de 25 de Mayo y Mendoza, un hormiguero humano durante la transmisión de una semifinal Buenos Aires-Tucumán en 1994. PASIÓN DE MULTITUDES. La esquina de 25 de Mayo y Mendoza, un hormiguero humano durante la transmisión de una semifinal Buenos Aires-Tucumán en 1994.

Dos fotos. Una en blanco y negro, otra en color, tomadas con 22 años de diferencia. Un salto temporal más que suficiente para observar cambios significativos en una persona, pero no tanto en una sociedad. ¿O sí? Observemos ambas imágenes. La más actual no es muy difícil de interpretar: se trata de una acción de juego durante un partido de los Naranjas contra Rosario. Para más detalles, se trata de un cruce por el Argentino 2016, la penúltima edición del histórico torneo de uniones antes de que la UAR decidiera darlo de baja al año siguiente.

La segunda es menos obvia. Una multitud -que en un contexto como el actual resultaría improcedente- se agolpa en la esquina de 25 de Mayo y Mendoza frente a una pantalla gigante. ¿Qué es lo que ven? La transmisión en vivo de la semifinal entre Buenos Aires y Tucumán, por el Argentino 1994, duelo que terminaría en triunfo de las “Águilas”. A partir de esa descripción, comienza a notarse con mayor claridad el contraste con la otra imagen. En 1994, cientos de personas cortando una de las intersecciones más transitadas del microcentro tucumano para ver a los Naranjas jugando un partido de visitante. En 2016, el seleccionado provincial recibiendo a Rosario en su cancha, la de Lawn Tennis, con las tribunas casi vacías. Sí, ese mismo seleccionado que en la década del 90 llenaba Atlético sin pestañear, 20 años después afrontaba partidos oficiales del Argentino con un marco similar al que hoy rodea a los eventos deportivos por culpa de la pandemia. Y si la comparación se ensancha hasta la actualidad (obviando esta anormalidad global), el contraste se agudiza: el torneo de uniones ya ni existe y los representativos provinciales (exceptuando los de seven, que todavía tienen el Seven de la República) sobreviven jugando uno que otro amistoso esporádico a la espera de que los dirigentes encuentren la manera de articular una competencia oficial deportiva y económicamente viable.

Imposible no preguntarse: ¿por qué? ¿Qué pasó en estas dos décadas para pasar de una cosa a la otra? Respuestas posibles hay varias, y seguramente todas o casi todas sean correctas, en mayor o menor medida. Pensar en una sola causa parece demasiado simple.

Que el final de esa era dorada coincida con la llegada del profesionalismo al mundo del rugby, en 1995, no es coincidencia. Hasta entonces, Tucumán era capaz de plantarle cara e incluso ganarle a cualquiera compensando su inferioridad técnica, estratégica y/o física con un corazón enorme, pero a partir de que las potencias organizaron estructuras rentadas con especialistas en cada área y jugadores que podían vivir por y para el rugby, las distancias se hicieron insalvables. Además, fueron surgiendo nuevas competencias que hicieron innecesarias tantas giras internacionales para los equipos que antes venían con frecuencia a nuestro país.

Como sostienen algunos protagonistas de aquella época, se había desarrollado un vínculo de identificación muy fuerte con el público tucumano, que veía en los Naranjas un equipo batallador, inclaudicable, capaz de posicionar a la provincia en lo más alto del rugby nacional y hacer eco de su nombre hasta en países como Francia, Australia, Nueva Zelanda o Inglaterra. Todos querían medirse con los famosos Naranjas. Desde que los vientos internacionales comenzaron a soplar en otra dirección, la efervescencia fue disminuyendo lentamente. Además, hubo una sequía de 12 años hasta la conquista del siguiente título argentino (1993 a 2005), lapso en el que Tucumán llegó incluso a descender de categoría.

CONTRASTE. Tucumán-Rosario en Lawn Tennis, 2016. El compromiso de los jugadores era el mismo, el entorno ya no. CONTRASTE. Tucumán-Rosario en Lawn Tennis, 2016. El compromiso de los jugadores era el mismo, el entorno ya no.

La decisión de la UAR de jerarquizar la competencia de clubes en detrimento de la de seleccionados provinciales en los últimos años también jugó su papel. Desplazado al final de la temporada, las últimas ediciones del Argentino se jugaron con equipos diezmados por las lesiones o el agotamiento físico y mental de torneos locales muy exigentes.

Queda una última pregunta en el tintero, mucho más difícil de responder: ¿será posible recuperar algún día esa fiebre de los 80-90? Parece difícil, los tiempos han cambiado y de forma aparentemente irreversible. Pero quién sabe: a lo mejor, dentro de los próximos 20 años, el viento haya vuelto a cambiar de dirección.

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