En cuarentena: encerrados, pero felices

En cuarentena: encerrados, pero felices

Muchas personas disfrutan de estar obligadas a quedarse en casa en este contexto de pandemia. ¿Puede ser una actitud patológica? Aquí la respuesta de una especialista.

Silvana Sisti recuerda que cuando las puertas de su casa se cerraron, en marzo, el silencio era estremecedor. Ella sentía miedo e incertidumbre. Sin embargo, con el paso de los días empezó a tomarle gusto al confinamiento. “Lejos de sentirme prisionera, me sentía libre… libre de uniformes, de maquillaje, de compromisos sociales y de correr con los horarios. Empecé a disfrutar mucho de mi familia y de quedarme haciendo mi trabajo desde acá”, explica la docente, de 48 años.

“Mi casa se convirtió en una especie de útero materno que me da seguridad. No es el miedo el que me retiene, sino una sensación de paz y felicidad”, resume Sisti, que todavía no visitó a nadie y solo salió algunas veces para comprar cosas que necesitaba y que ningún delivery se lo podía llevar.

La pandemia vino a movernos toda la estantería. Nunca antes nos habíamos enfrentado a una cuarentena. Para la gran mayoría fue un padecimiento. Según el Observatorio de la Psicología Social de la Universidad de Buenos Aires, el aislamiento provocó en gran parte de la población argentina incertidumbre, cansancio extremo, ansiedad y angustia, según el Observatorio de la Psicología Social de la Universidad de Buenos. Sin embargo, no son pocas las personas que consideran el confinamiento un estado ideal, como Sisti.

La “cabaña”

La psiquiatra Myriam Figueroa explica que la cuarentena nos obligó a replegarnos y que esta situación significó un gran esfuerzo adaptativo sobre todo para las personas más sociables. Para otros, en cambio, significó un alivio porque se sienten felices en su casa y ahora no tienen que estar lidiando con reuniones innecesarias o inventando excusas para ir a eventos que no les interesan.

“Muchas personas, sobre todo las introvertidas, se sienten a gusto con el encierro. Algunos le llaman el síndrome de la cabaña, en referencia a una situación descripta en la antigüedad cuando quedarse en la cabaña significaba estar al resguardo de ciertos riesgos, como el clima o los depredadores. Yo veo en estos días gente que se dio cuenta que estar guardada la hace feliz, más allá de esa cuestión de sentirse seguros, no expuestos al virus y a otros peligros. Muchos ven en su trabajo o en la calle climas muy hostiles y para ellos salir significa hacer frente a eso que no les gusta”, explica.

Figueroa no cree que en todos los casos sea una cuestión patológica el gusto por el aislamiento. “No podemos decir que esto sea anormal. Hay personas que se estresan por estar en una reunión o por viajar hasta el lugar de trabajo. Empezaron a darse cuenta que ahora podían disfrutar más estar en su casa, con sus seres cercanos o con una interacción mínima”, describe.

Volver a la rutina

¿Cuándo hay que preocuparse? “Cuando uno ya no puede hacerle frente a una salida a la calle. Hay personas que experimentan síntomas físicos y mentales después de haber ido a hacer una simple compra: dolor de cabeza, agotamiento extremo, mareos, sienten que les falta el aire”, enumera.

Quienes se sienten cómodos con el aislamiento creen que tal vez les cueste volver a la interacción social, cuando haya que volver a la normalidad. ¿Corremos riesgos desde lo individual y lo social de quedar cada vez más aislados o volvernos antisociales? La psiquiatra no cree que sea algo para preocuparse. “Una persona no puede pasar a ser antisocial de un día para otro, por más encierro y por más feliz que se sienta en su casa sola”, opina. De igual forma, aunque haya excepciones, Figueroa piensa que la mayoría de las personas es consciente de que la cuarentena tarde o temprano terminará y tendrá que volver a la rutina de antes.

Estado ideal

La cuarentena, para Diana Abascal, es un estado ideal. “De por sí soy una persona bastante introvertida, disfruto muchas veces estar sola. Además, me gustan los videojuegos. Entonces, tengo la chance de compartir de manera virtual con muchos amigos, aunque no estemos cerca, compartimos”, describe. Según evalúa, el aislamiento mejoró la calidad y la cantidad de tiempo que Camila le dedica a sus allegados y familia a través de plataformas virtuales, mientras estudia y se perfecciona en su especialidad: es veterinaria y se dedica al comportamiento animal.

“En mi caso particular, la telemedicina me es posible. Pude seguir haciendo todo tipo de consultas de manera virtual. Y otra cosa positiva que le encontré, es que comenzaron a realizarse muchas actividades on line, cosas a las cuales no podía acceder antes, por ser en otras provincias o incluso países, como congresos y charlas, por ejemplo”, cuenta.

Quedarse en casa solía ser el plan perfecto para muchos antes de la cuarentena. “Ahora lo disfruto más porque hay vía libre para hacerlo, sin excusas ni cumplidos”, cuenta Luciana Orsi, licenciada en Comunicación Social.

A Héctor Masuh, doctor en química e investigador del Conicet, las cuestiones que lo hacen sentirse muy buen en este aislamiento son que puede manejar sus tiempos y evitar los traslados. Para él, la cuarentena significó el freno que necesitaba en su vida. “Por suerte puedo hacer mi trabajo desde aquí; prácticamente no he salido. El no viajar dos horas diarias para llegar al trabajo me encanta y me hace bien a la cabeza”, admitió.

Justo antes de que empezara el aislamiento obligatorio, Héctor se separó y se fue a vivir solo. Además, tuvo un accidente. “Este tiempo en casa me sirvió para adaptarme y para hacer cosas que me gustan, como cerveza o whisky artesanales. No ir a la oficina me da mucho placer. A veces me encuentro trabajando a las 12 de la noche o a la madrugada y no me importa, porque valoro mechar el trabajo con cosas que disfruto”, reflexiona.

“Un nuevo día”

“Aprendí que todo lo que necesito, todo lo que amo, cabe en estas cuatro paredes”, sostiene Mariana, quien prefiere no dar su apellido. “A mí la cuarentena me salvó la vida. La estaba pasando muy mal en mi trabajo; hasta sufría trastornos de ansiedad”, cuenta la joven mamá de dos niños. “Estoy con mis hijos, hicimos de todo juntos, desde muebles hasta una huerta. Y lo más importante es que deje toda la medicación que estaba tomando. Todos los días son un nuevo día. Lo único que quiero es volver a reunirme en un asado con mi mamá y que mis niños recuperen los vínculos sociales”, resume.

Poco más de seis meses han pasado ya desde que se decretó el aislamiento. El futuro es aún incierto. Cómo volverán a su viejas rutina los entrevistados de esta nota es una incógnita. Mientras tanto, siguen aprovechando que están obligados a quedarse en casa.

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