Los debates electorales, una tradición que Estados Unidos exportó y que llegó a Tucumán

Los debates electorales, una tradición que Estados Unidos exportó y que llegó a Tucumán

El martes, Trump y Biden protagonizarán un viejo acontecimiento que Argentina conoció en 2015. Importancia del debate para la democracia.

NO SE PRESENTÓ. En 2015, Daniel Scioli era el candidato oficialista pero faltó a la cita. NO SE PRESENTÓ. En 2015, Daniel Scioli era el candidato oficialista pero faltó a la cita.

El primer debate presidencial televisado, protagonizado en Estados Unidos por John F. Kennedy y Richard Nixon, cumplió ayer 60 años. Desde aquel 26 de septiembre de 1960, las discusiones entre los candidatos a una elección se popularizaron en buena parte del mundo democrático, aunque algunos países necesitaron más tiempo que otros para confrontar en televisión a sus posibles dirigentes. Así, mientras que en Francia impera una tradición comparable a la norteamericana, Argentina recién organizó su primer debate presidencial en 2015, hace apenas cinco años, y legisló su obligatoriedad al año siguiente.

En todo caso, ¿por qué los debates electorales nacieron en Estados Unidos? Según el consultor político Carlos Fara, porque defender en público y con argumentos una postura es desde hace tiempo un detalle de la cultura de ese país: “ellos debaten desde la secundaria, donde tienen torneos de debates, con lo cual el debate presidencial sería como el vértice de una pirámide cuya base es la escuela. Eso es más raro en el resto del mundo”.

Sin embargo, no todas las elecciones estadounidenses posteriores a 1960 contaron con debates previos. Lorena Sarverry, profesora de Política y Comunicación de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, cuenta que las vicisitudes de la vida y la política les permitieron al demócrata Lyndon Johnson y los republicanos Nixon y Gerald Ford arribar a la presidencia sin debatir: “después del asesinato de Kennedy, recién Jimmy Carter debatió antes de ganar la elección del 76. Pero mientras tanto la idea ya había salido de Estados Unidos y el país en donde sí se consolidaba era Francia: ahí hay debates ya en los 70 y los 80, y en el 95 hay uno histórico, buenísimo, entre (François) Mitterrand y (Jacques) Chirac”.

La silla vacía

En realidad, en la Argentina el primer intento de debate presidencial se remonta a 1989, cuando Carlos Menem no acudió al programa de Bernardo Neustadt, Tiempo Nuevo, para discutir con su rival radical, Eduardo Angeloz. En esa ocasión Neustadt colocó una silla vacía para explicitar la ausencia del futuro presidente peronista. Imagen que luego se repitió a nivel nacional en 2015, cuando en el debate previo a las elecciones generales los televidentes observaron el atril vacío del también peronista Daniel Scioli.

“Hay quienes están en contra de los debates: su regla de oro es que el que encabeza las encuestas no debe presentarse porque puede no convencer y deteriorar su imagen. Yo diría que eso es lo que la mayoría suele pensar en la Argentina y creo que es por eso que ni Menem ni Scioli quisieron debatir, y ni hablar de (Néstor) Kirchner o Cristina (Fernández de Kirchner)”, transmite Sarverry. Esta idea también influyó en Tucumán: en 2015 Juan Manzur optó por no concurrir al debate de candidatos a gobernador organizado por LA GACETA, al tiempo que Germán Alfaro tampoco asistió a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Tucumán para el encuentro de candidatos a intendente. Y en 2019 el ausente a la contienda entre postulantes a la gobernación fue el ex mandatario provincial José Alperovich.

TAMBIÉN SE CRUZARON. Chiriac y Mitterrand protagonizaron una reunión notable en el 95. TAMBIÉN SE CRUZARON. Chiriac y Mitterrand protagonizaron una reunión notable en el 95.

Democratización

Por su parte, la directora de la consultora Meraki, Alexandra Morales, observa que la ausencia de un candidato atenta contra el objetivo principal del debate electoral: democratizar la política. “Democratizar en el sentido de proveer mayor información a los electores y mostrarles de forma competitiva cuáles son las diferencias entre las propuestas -explica-. Desde este punto de vista, el atril vacío es información negativa para la ciudadanía. Pero también son información negativa los debates muy conflictivos, como el que tuvimos en Tucumán el año pasado, cuando en vez de hablar desde un lugar positivo y propositivo, los candidatos a gobernador se dedicaron al conflicto. En esos casos lo que se está transmitiendo a la ciudadanía es ese ataque constante, no una información democrática sobre las propuestas de los políticos”.

También Fara considera que los debates electorales otorgan el espacio para que los postulantes expresen sus palabras en igualdad de condiciones. “Se han convertido en un momento en el cual las reglas del juego, en cuanto a temas y en cuanto a tiempos, no las fijan los candidatos. Por eso me parece justo que existan, más allá de que vayan a modificar mucho o poco la intención de los votantes”, argumenta.

Seducir indecisos

El próximo martes el presidente de Estados Unidos, el republicano Donald Trump, y el candidato demócrata a ese puesto, Joe Biden, concurrirán a la Universidad Case de Cleveland para el primer debate previo a las elecciones del 3 de noviembre. Hasta ahora, la intención de voto favorece a Biden, que se encuentra en torno a seis puntos por encima de Trump en las encuestas, aunque el sistema electoral norteamericano (con una segunda instancia en el Colegio Electoral) no le asegura la presidencia al ganador de las elecciones populares.

¿Los debates pueden modificar la intención de voto que hoy tienen Trump y Biden? Morales responde que eso no suele ocurrir: “si bien la ciudadanía le presta mucha atención, tenemos que entender que a la hora de llegar al debate ya estamos casi al final de la campaña electoral. Entonces el debate sí puede llegar a ser determinante para el segmento de gente que todavía no tiene pensado a quién va a votar, pero difícilmente va a hacer la diferencia en el resultado de la elección”.

Acerca de cómo convencer a los indecisos, Fara destaca el papel que en los últimos años ha adquirido internet: “los debates electorales se juegan también en el posdebate que se da en la web. Hace 60 años los medios tenían, de alguna manera, el monopolio de la interpretación de lo que había pasado en el debate. Pero ahora cualquier militante puede instalar frases que se cocinan de antemano en las usinas de los comandos de campaña. Por eso el uso que hacés de las redes sociales es muy importante para atraer al público que no lo vio y para definir, en la polémica posterior, la opinión del público que sí lo vio”.

Así, aun cuando no sean decisivos, lo cierto es que los debates existen y que han evolucionado con el paso de las décadas. Mientras que Estados Unidos los inventó en la época de la televisión en blanco y negro, Argentina recién los adoptó en la era de la alta definición y la democracia en línea. Trump, de 74 años, y Biden, de 77, que eran adolescentes cuando Kennedy y Nixon se enfrentaron en la pantalla por primera vez, comenzarán a jugar en el debate del martes su suerte electoral.

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