Dos figuras detrás del Presidente

Dos figuras detrás del Presidente

Bernabé Aráoz contó en la República de Tucumán con la sagacidad de su tío Pedro Miguel Aráoz y con la experticia del talentoso Felipe Bertrés.

Dos figuras detrás del Presidente
20 Septiembre 2020

Por Sebastián Rosso (LA GACETA) y Facundo Nanni, doctor en Historia.

El Tucumán de 1820 prometía progreso. El Ejército del Perú se había marchado un año atrás, dejando un  buen número de oficiales y técnicos amalgamados con una sociedad civil efervescente. Salvador Alberdi, Serapión Arteaga, Pedro Venavídez, Gerónimo Helguera, Egmidio Salvigni, el mismo Belgrano... No eran pocos los que destacaban. Entre ellos, dos serán de gran importancia para el orden de la República de Bernabé Aráoz. Necesarios y singulares podríamos decir, fueron relegados por la historia y por las efemérides: Pedro Miguel Aráoz y Felipe Bertrés.

“Perico”

El primero, apodado “Perico” Aráoz,  por los ángulos prominentes de su rostro, se desempeñó como sacerdote tucumano de gran experiencia política. Fue el principal aliado de Bernabé Aráoz. Además de la convicción con la que juntos diseñaron la República de Tucumán, los unía la pertenencia al tradicional núcleo familiar de los Aráoz, de fuerte estirpe colonial.

En efecto, además de la lealtad entre el tío sacerdote y el sobrino Bernabé, la llamada facción bernabeísta incluía a otros referentes de aquel grupo genealógico, tales como Diego Aráoz y Cayetano Aráoz. El escudo que diseñaron para su República bien puede sintetizar la amalgama de elementos que lograba esta sólida dupla, que se valió de la pluma y de la espada. Bernabé representaba la fuerza, y era un líder que había podido reunir unos 4.000 gauchos en más de una oportunidad. Si el poder ejecutivo y el dominio de las armas quedaban en manos de quien asumiría como Presidente de la República de Tucumán, para el sacerdote quedaba una función de menor visibilidad pero de gran importancia. Fue el redactor del periódico “El Tucumano Imparcial”, que defendía al gobierno de sus opositores, y en simultáneo fue uno de los cuatro diputados que integraron desde mayo de 1820 el Congreso Provincial que escribió, discutió y sancionó la Constitución de 1820.

Sus ingeniosas metáforas y juegos de palabras, que remitían a la Biblia y a imágenes grecolatinas, otorgaron un fuerte discurso a cada una de las proclamas y manifiestos con los que Bernabé buscó controlar a los pueblos de Catamarca y Santiago. Hay otro dato interesante acerca del socio de Bernabé, y es que aún tras el fusilamiento del líder, el sacerdote tucumano continuó gravitando en la provincia, y generando por ejemplo la sorpresa del viajero inglés Joseph Andrews, que  describió en 1825 a “Perico” Aráoz como el vecino con los mejores caballos de la región.

Durante la República, Bernabé Aráoz fue un líder hábil para rodearse de letrados que tuvieran saberes técnicos necesarios para su invención política. Si “Perico” Aráoz funcionó como su publicista por su excelso manejo de la palabra, un francés, capitán ingeniero, fue una pieza fundamental por su experticia en la imagen técnica. Imagen y palabra formaban un poderoso soporte para la edificación política.

Felipe

Phillipe, transformado pronto en Felipe, traía consigo las credenciales derivadas de su educación en la École Polytechnique de París, reformada y ampliada en tiempos de Napoleón Bonaparte como gran apuesta para preparar un plantel militar de alta estirpe. El viajero francés manejaba con precisión el dibujo técnico, el cálculo matemático y la confección de planos. En marzo de 1820 fue nombrado funcionario de la República de Tucumán, precisamente Agrimensor General.

Pasaba así, el Capitán de Ingenieros del Ejército del Norte a formar parte de la administración civil de la República. Fue el momento en el que, al decir de sus biógrafas, Olga Paterlini y Elena Perilli (2001), se convirtió en “constructor de ciudad y territorio”. La concesión de tierras públicas a quienes habían servido en el ejército necesitaba planificación. Para noviembre, Bertrés levanta un primer plano de la ciudad. Se concentra en los terrenos cedidos “a título de gracia, merced y remuneración a su Excelencia el Sr. Don Bernabé Aráoz”. En febrero del 21 dibuja otro, conocido como “Ejidos de la ciudad de San Miguel de Tucumán”, un impresionante proyecto gráfico que prevé el crecimiento ordenado de la ciudad.

El diseño seguía la cuadrícula original de la ciudad colonial. Una urbe hipotética, que se extendía organizando la ciudad en sus cuatro sectores según una clave básica de colores. De los dos planos, el primero se guarda en el Museo Casa Histórica. El original del segundo desapareció, salvándose la imagen en una copia que hiciera el geógrafo Antonio Correa, a fines de ese siglo.

La tarea de Bertrés llegó más lejos que nuestra pequeña República. Luego de la caída del Presidente Aráoz se pudo trasladar a Buenos Aires. Como urbanista levantó el plano de la ciudad porteña más famoso de su tiempo, organizó sus calles e intervino en el hoy famoso cementerio de La Recoleta. Volvió a Tucumán un par de veces, siempre con intervenciones destacadas. Fue autor de importantes edificios en Bolivia. La Catedral de Salta es obra suya. Fue docente en la Escuela de Matemáticas del Ejército y en la primera Escuela Lancaster de Tucumán. Dejó un buen número de discípulos entre los peritos agrónomos que le siguieron. En el Archivo Histórico de la provincia se guarda un puñado de sus pequeños y puntillosos trabajos, esos que sirvieron para delimitar terrenos o, al decir de La Madrid, “para traer paz a las familias”. Son breves intervenciones judiciales, elaboradas con la dedicación profesional de un artista.

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