Cartas de Lectores
Cartas de Lectores
06 Septiembre 2020

María Soledad

Ya pasaron 30 años del caso María Soledad. La corrupción fue tal que impactó en muchos argentinos y generó desazón. Es que al observar la mezcla del poder político con el poder judicial es como la carcoma que aniquila la madera. Espero que reflexionemos sobre el sufrimiento de los padres de María Soledad y como ellos los de muchos. La corrupción mata y no nos pasa lejos, no podremos decir yo no la vi. Si la vemos pasar no seamos cómplices de ello: alcemos nuestras voces. Basta de corrupción. Es el futuro de nuestros hijos lo que está en juego. Les tocó a los padres de María Soledad y a muchos más.

María Ofelia Sal

Ejemplaridad política

Son muchos los avatares de la ejemplaridad política: la corrupción, su aliada la impunidad; el nepotismo, la mala educación, las malas maneras, las agresiones verbales, la falta de formación y condiciones para ser buen gobernante, parlamentario o juez, ministro o tener un cargo público destacado; el sectarismo, la mentira, etc. Son vicios que acompañan a un número apreciable de los elegidos en las urnas. El cansancio al que conduce la reiteración de hechos de este tipo llevan al desánimo, a la desconfianza y al pasotismo político, lo cual es inaceptable, pues la política es necesaria. Pero la política que desde hace décadas tenemos en nuestro país, que es practicada por muchos de los que dicen representarnos, no es más que una ilusión. A los ciudadanos nos da la impresión de que toda la energía de los políticos se consume en agresiones y luchar contra los ex y los actuales, como adolescentes mal criados, haciéndolo para conservar el poder y con ello sus privilegios, o sea todo lo contrario a lo que supone debe ser el principal motivo de sus quehaceres como gobernantes, que no debiera ser otro que el procurar el bienestar de los ciudadanos, sobre todo en estos graves momentos que vivimos. En este sentido, el filósofo Confucio se expresó con toda claridad: “El soberano sabio es el que se preocupa por el bienestar de su pueblo”. Y esto suceda 500 años AC. Ni tan siquiera por el momento de angustia que estamos atravesando son capaces de ponerse de acuerdo, dejando la contienda partidista, la soberbia, y todos unidos hacer causa común frente a esta delicada situación; eso lo dice todo respecto a las manos en que estuvimos y en que estamos. Al parecer algunos políticos sin distinción de ideología, tienen su propia vara para medir si se trata de juzgar actuaciones propias o ajenas. No juegan la inteligencia, la ética o la realidad, sino el partidismo o, mejor dicho, el sectarismo. Lo que hacen los nuestros está siempre bien; lo que hacen los otros es siempre perverso. Hay algunos de nuestros “patriotas” políticos que debieron faltar a clase cuando explicaron lo del reconocimiento de nuestros propios errores y lo de la autocrítica. “De tanto ver triunfar las nulidades, de tanto ver prosperar la deshonra, de tanto ver agigantarse los poderes en manos de los malos, el hombre llega a desanimarse de la virtud, a reírse de la honra, a tener vergüenza de ser honesto”. Roy Barbosa De Olivera.

Pablo José Giunta

Ecocidio en Tucumán

Solamente los que padecemos alguna enfermedad respiratoria (Asma, EPOC, insuficiencia respiratoria, falta de aire al caminar, alergias, etc.) y los que  tenemos en nuestra familia o vecinos o amigos que sufran de  estas patologías, sabemos lo riesgoso de vivir en la provincia de Tucumán, con los altos niveles de contaminación ambiental, afrontar enormes costos en salud, desde la consulta médica, los medicamentos para  poder respirar que son carísimos, los corticoides, los inhaladores en aerosol, los antibióticos. Los nebulizadores, los tubos de oxígeno y las internaciones de urgencia para rescate en las crisis respiratorias afectan a miles de tucumanos. Sus vidas peligran ante cada crisis y disminuye la calidad de su existencia a la que  tienen derecho. Nadie ni nada puede atentar en contra de la calidad de vida de sus habitantes sin tener que responder ante la Justicia por los daños y perjuicios que ocasionan por malas prácticas en la producción de azúcar, la quema de cañaverales, de pastizales, la basura urbana, el lanzamiento a los ríos de aguas servidas , la vinaza y todos los efluentes de las fabricas, papeleras; la contaminación a niveles peligrosos de los colectivos, camiones, autos y motos (monóxido de carbono). Todas estas malas prácticas ponen en riesgo no sólo la vida de las personas sino también las sufren los animales y las plantas. La provincia vecina de Santiago del Estero también se ve perjudicada por los malos manejos de las industrias y servicios de agua y cloacas de Tucumán que ellos reciben a través de los ríos tucumanos y van a parar en el dique Frontal en Termas de Río Hondo, generándole múltiples inconvenientes:  mortandad de peces, crecimiento incontrolable de algas que le sacan el oxígeno al agua, en la potabilización tienen gastos adicionales para lograr una mejor calidad de agua potable. No son pocas las acciones legales realizadas por las autoridades santiagueñas para que las resarzan por los  daños causados. El ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, Juan Cabandié, le habia reclamado a la Justicia Federal que identifique y sancione a los responsables del ecocidio en las islas del Delta del Paraná (Entre Ríos); el fiscal Federal de Victoria (Entre Ríos), Carlos García Escalada, le pidió al Juez Federal de Paraná que ordene la inmediata detención de los propietarios de terrenos donde se producen los incendios de pastizales por irresponsables e inescrupulosos que producen un enorme daño al medio ambiente. El diputado nacional Leonardo Grosso presentó un proyecto de ley que proteja el medio ambiente y a los ciudadanos afectados por estas acciones llevadas a cabo por empresas, industrias, productores agropecuarios, transporte, etc.  Las grandes consecuencias ambientales exigen que se cambie de actitud; el mundo pospandemia no soportará ni tolerará más daño al planeta; la participación activa de los Estados y países del mundo más los distintos sectores de la sociedad global crean una ética que promueva una forma de habitar dignamente nuestra casa común en el planeta Tierra.

Luis Marcaida

Vergüenza y hartazgo

Hace un tiempo solíamos ver o leer, atónitos y con cierta incredulidad, las actitudes que tomaban algunos gobiernos autoritarios del mundo con su pueblo o con opositores; Uganda en África y Nicaragua en Centroamérica, vayan como ejemplos. Esos procederes, que atentaban contra todo ordenamiento legal establecido, ni imaginábamos que iban a llegar por estas latitudes. Pero llegaron. De otras formas, pero llegaron. O van ahora saliendo a la luz. La impensable e inaudita denuncia local de un juez del Tribunal de Impugnación contra un miembro de la Corte Suprema nos dejó desalentados, abatidos, desmoralizados y desesperanzados. Si ese tipo de procederes, de actual conocimiento público, se manifiestan en esas esferas ¿qué nos depara a los ciudadanos comunes, amparados constitucionalmente por una igualdad ante la ley, en muchas ocasiones no aplicada o ignorada? En este caso, considero que corresponde que el denunciante y el denunciado den un paso al costado con un pedido de licencia, como gesto prístino, hasta que se investigue y determine, o no, la veracidad de lo denunciado, y una vez dilucidado este gravísimo hecho que se sigan las vías institucionales que correspondan, con el debido derecho a defensa. Es menester, además, no encubrir ni proteger a ningún tercero, origen de esta discordia cortesana, y que baste con investigar debidamente, sin ninguna intromisión, sobre lo que se le imputa a este, condenando o absolviendo, como incumbe al transparente desempeño de un estado justo y democrático. La degradación de uno de los poderes que integran una República, que equilibra la balanza entre el Ejecutivo y el Legislativo, y donde acudimos en busca de justicia o protección de nuestros derechos, hace que la ciudadanía sienta un afligente desvalimiento y una tremenda vergüenza, ajena en este caso, impotencia, bronca y un evidente hartazgo, que sumado al desorden sanitario, económico y social imperante, hace más difícil, por no decir imposible, la convivencia armoniosa en una sociedad que anhela y exige el bien común, propio de comunidades civilizadas. El escritor y jurista brasileño Roy Barbosa de Oliveira escribió: “De tanto ver triunfar las nulidades, de tanto ver prosperar la deshonra, de tanto ver crecer la injusticia, de tanto ver agigantarse los poderes en manos de los malos, el hombre llega a desanimarse de la virtud, a reírse de la honra, a tener vergüenza de ser honesto”. Evitemos llegar a lo que describe penosamente esta cita, en resguardo y protección del buen futuro de las nuevas generaciones.

Ramón Alfredo Maldones

Distanciamiento social

En la edición del 26 de agosto pasado, LA GACETA publicó en su portada una foto con el título “Exigencias y responsabilidad”, donde se observan largas filas de gente “portando barbijos y con distancia social”. La foto está tomada en calle San Martín al 600 y la gente está obviamente haciendo cola para entrar a algún banco. A simple vista  se nota que el “distanciamiento social” brilla por su ausencia. Lo que acabo de comentar es una situación que se repite todos los días en que hay actividad bancaria...o sea… ¿De qué vale que el Gobierno exhorte a la población a cuidar el distanciamiento social, si luego se producen aglomeraciones de gente que no tiene más remedio que ir al banco porque el sistema no permite la gestión on line de la mayoría de los trámites? Ni hablemos de los cajeros automáticos, que están colapsados o simplemente no tienen plata. Ahora bien, el Gobierno decidió prohibir el funcionamiento de los bares y restaurantes, haciéndolos responsables de una de las principales causas del contagio de la covid 19, cuando es justamente al revés... ¿Por qué? En un bar/ restaurante, el distanciamiento social está automáticamente resuelto por el distanciamiento entre las mesas, así que, ¿Por qué castigar a una de las actividades que mejor respeta los protocolos establecidos por el Gobierno?

Nicolás Enrique Maisano

Catamarca 1.057

San Miguel de Tucumán

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