¿Sabías que...?: la moneda de cambio en la Edad Media

¿Sabías que...?: la moneda de cambio en la Edad Media

La historia económica de la Edad Media está caracterizada por el predominio de una serie de monedas que representan sucesivamente el valor más acreditado y prestigioso por encima de las monedas locales. Hasta mediados del siglo XIII hubo dos monedas fuertes en el Mediterráneo con prestigio internacional, ambas eran de oro y procedían de fuera de Europa: el solidus aureus bizantino y el dinar musulmán. Desde la mitad del siglo XIII hasta fines de la Edad Media, las repúblicas italianas acuñan monedas de oro puro y de 3,50 gramos que se vuelven competitivas. Estos nuevos valores fueron el florín de Florencia y el ducado de Venecia. De tal forma que esos cuatro valores para los estudiosos de la época se los consideró el “dólar” de aquellos años, ya que representaban un valor monetario de prestigio, reconocido en toda la región y tomado con el mismo valor uno que otro. Su valoración estaba respaldada por economías fuertes con participación comercial internacional, estabilidad intrínseca en cuanto a peso y pureza del metal y un valor unitario importante. El florín surge en 1252, momento en que la fuerza expansiva de la economía florentina la lleva a afianzar su vida mercantil en Europa, para lo cual necesita una moneda de aceptación y calidad universal. La moneda tenía una flor de lis en el anverso y a San Juan Bautista en el reverso. Aparece con una ley de 23 3/4 quilates y un peso de 3,39 a 3,50 gramos. Era la mejor ley conocida entonces y, por lo tanto, las monedas más apreciadas. En un principio equivalía a 20 sueldos, que era igual a una libra, pero con el tiempo esta equivalencia fue cambiando y en 1272 equivalía a 30 sueldos, a 32 en l282 y en la recesión de 1422 volvió a su valor de 20 sueldos.

Esa moneda fue imitada, debido a su valor, en varias partes de Europa. En el siglo XIV lo acuña Alemania con Luis V de Baviera, Inglaterra con Eduardo III, Francia con Felipe IV y los Países Bajos, Portugal, Suecia, Polonia, Rusia y, en España, el reino de Aragón con Pedro IV. Las diferentes clases de florines recibieron el nombre del país emisor. En España se le llamó de Aragón, no por ser del reino, sino por ser del rey, moneda de acuñación reservada al monarca por ser de oro, y su creación responde a la política seguida por Pedro el Ceremonioso y al área monetaria en que se desenvolvió. El florín tuvo un competidor de importancia en el ducado de Venecia que reunían las mismas características en su cara y ceca estaban San Marcos y Jesucristo. Ambas fueron acuñadas durante varios siglos con pocos cambios: el florín hasta 1533, tras la institución de Alejandro de Médici como primer gran duque de Toscana y, en el caso del ducado, hasta la supresión de la República Veneciana por el tratado de Campo Formio en 1797. Pero, como en todo, las imitaciones y variaciones en la ley de conformación fueron desprestigiando a ambas monedas que fueron quedando en desuso.


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