Aquellas “batallas” que se convirtieron en lindos recuerdos

Aquellas “batallas” que se convirtieron en lindos recuerdos

Reynaldo Gutiérrez y Pedro “Checha” Figueroa revivieron los duelos memorables entre Juan Bautista Alberdi y Central Córdoba, que se disputaron hace casi 50 años.

AÑORANZA. Una postal de un plantel de Central Córdoba de la década del 70. AÑORANZA. Una postal de un plantel de Central Córdoba de la década del 70.

Las grandes historias se escriben a partir de pequeños momentos. El básquet tucumano tiene páginas de gloria que enorgullecen a los fanáticos de un deporte que durante muchos años ocupó el gran escenario a nivel local e incluso nacional. En las décadas del 50 y del 60, la competencia provincial disfrutó con los clásicos que protagonizaron All Boys y Estudiantes. Luego apareció Tucumán BB, de la mano de Gabriel “Tompy” Díaz, uno de los jugadores más talentos nacido en la provincia. Pronto se sumó Juan Bautista Alberdi, un equipo pasional y popular que movilizaba a miles de hinchas que vivían en Villa Alem y tenía a Alberto “Martillo” Ahumada como su mayor estandarte. Poco a poco les fueron restando el protagonismo exclusivo a “Gallegos” y “Cebras” y marcaron el comienzo de una era plagada de partidos memorables, esos que se jugaron en estadios llenos.

Lo mejor llegó en los años 70, con los enfrentamientos que protagonizaron Alberdi y Central Córdoba. Ambos clubes asumieron el protagonismo durante varias temporadas y disputaron partidos que se convirtieron en “batallas” inolvidables con el místico estadio de Defensores de Villa Luján como escenario.

JERARQUÍA. En la foto, uno de las formaciones de Juan Bautista Alberdi que arrasó con los títulos en la década del 70. JERARQUÍA. En la foto, uno de las formaciones de Juan Bautista Alberdi que arrasó con los títulos en la década del 70.

Pasaron muchos años, pero el recuerdo sigue vigente. LG Deportiva reunió de manera virtual, a tono con los tiempos que corren, a dos basquetbolistas que brillaron en sus respectivos clubes y colaboraron para que las vitrinas de ambas entidades hoy luzcan colmadas de trofeos obtenidos en esos años. Reynaldo Gutiérrez (69 años), que con el número 8 en su camiseta fue protagonista de definiciones electrizantes y más de una vez inclinó la balanza de partidos cerrados para el lado de Alberdi cuando tuvo que resolver en la última jugada. En la otra vereda aparece Pedro César “Checha” Figueroa (71), un salteño que se crió en Jujuy, pero recaló en la entidad de Bolívar y avenida Alem, para instalarse en el “Jardín de la República” y quedarse definitivamente. “Nací en Salta, me crié en Jujuy y me eché a perder en Tucumán... Hablando en serio siempre digo que soy tucumano por permanencia y pertenencia”, cuenta el jugador que representó a la provincia en muchos campeonatos argentinos.

CAUDILLO. “Checha” Figueroa fue uno de los ídolos del basquetbol tucumano. CAUDILLO. “Checha” Figueroa fue uno de los ídolos del basquetbol tucumano.

El “Petiso” Gutiérrez, quien pese a su baja estatura supo destacarse en la tierra de “gigantes” como es este deporte, recuerda con emoción y nostalgia aquellos tiempos de su juventud que lo marcaron para toda la vida. “Haber vivido dentro y fuera de la cancha esos partidos me permite darle una dimensión exacta a lo que significa tanto en lo emocional como en lo competitivo. Fue algo hermoso. A esos enfrentamientos se los vivía como una verdadera fiesta. La familia tenía un protagonismo destacado porque era habitual observar en esas definiciones a los padres con sus hijos en las tribunas. Eran espectáculos vibrantes entre dos equipos que, más allá de la rivalidad, nos brindábamos por entero”, señaló el exbase de la “JBA”, quien vive en Barrio Mirada de la Virgen (Villa Carmela).


Final de película

Gutiérrez fue protagonista excluyente de una final inolvidable correspondía a la temporada 1972, pero que se terminó jugando en enero del año siguiente. Esa noche, en el estadio de Don Bosco 2256, Central Córdoba ganaba 50 a 49 a tres segundos del final. Muchos pensaron que estaba todo definido, pero Gutiérrez jamás se daba por vencido. El “Petiso” apareció en toda su dimensión para revertir el marcador al convertir un doble sensacional ante los grandotes de “CC” y desató el carnaval la parcialidad de Villa Alem.

“Instantes antes de esa jugada tuvimos la chance de ponernos arriba en el marcador, pero erré dos tiros libres en el tablero ubicado sobre la avenida Ejército del Norte. La desazón fue tremenda, pero la vida nos tenía reservada una sorpresa. Faltaban tres segundos cuando ellos pierden la pelota cerca de su aro. El lateral lo hace Carlos Maldonado. Le da la pelota a ‘Martillo’ Ahumada y de inmediato me la cedió cerca de la zona rival. Salieron a marcarme ‘Checha’ y Martín Vera. La única alternativa que me quedó en ese instante fue lanzar un gancho. Así convertí el doble decisivo y ganamos 51 a 50. Fue el tercer título anual consecutivo que conseguimos y por suerte pudimos revalidarlo en la temporada siguiente”, señaló Gutiérrez, quien integraba el equipo titular de Alberdi que se completaba con Ahumada, Maldonado, Héctor “Lungo” Miranda y Pedro Luna.

Figueroa, protagonista de aquellas finales con Juan Bautista Alberdi, asegura que fue lo mejor que le pasó a lo largo de su extensa carrera deportiva. “La vida fue generosa conmigo. Me regaló momentos de grandes emociones que, cuando me vine desde Jujuy al final de la década del 60, nunca me imaginé protagonizar. Esos clásicos se los palpitaba desde una semana antes y, según el resultado, se lo disfrutaba o sufría mucho tiempo después. Era tremenda la rivalidad que existía entre ambos clubes, pero lo interesante es que muchas familias iban al estadio. Eso es lo mejor que me pasó jugando al básquet. El espectáculo era maravilloso dentro y fuera del rectángulo de juego. Eran partidos que todos queríamos jugar y la ansiedad se apoderaba en los momentos previos, recuerda el “Checha” sobre aquellas definiciones. “Entrar al campo de juego; levantar la vista y observar a las tribunas colmadas era una postal que nunca voy a olvidar. Además, mucha gente se quedaba sin poder acceder al estadio. Una vez que la pelota se ponía en juego, cada uno saca a relucir la adrenalina que había acumulado en los días previos. Era algo incomparable sentir bajar de las tribunas la pasión que despertaba esas dos hinchadas. De lo que estoy seguro es que nunca más se volverán a vivir ese tipo de fiestas del basquetbol en Tucumán. Por eso tratamos de contarles estas historias a nuestros hijos y nietos”, destacó.

Al recordar un partido jugado en esos años dorados de la década del 70, Figueroa coincidió con el “Petiso” Gutiérrez, al elegir el que disputaron a comienzos de 1973. “Aunque ya pasaron 47 años de aquella noche me cuesta entender como pudimos perder ese encuentro que lo teníamos ganado. Puede ser que nos hayamos confiado demasiado porque faltaba tan poco y ganábamos por un simple. Allí estuvo nuestro error. Nos conocíamos tanto los dos equipos que era inconcebible dar por ‘muerto’ a un rival que además de la calidad de sus jugadores tenía un amor propio tremendo. Cuando me encuentro con ‘Corzuela’ Guzmán, uno de mis compañeros en ese equipo, me remarca que yo perdí la pelota en el final. Juró que no recuerdo lo que ocurrió esa noche”, señaló quien tiene el orgullo de ser el jugador que más campeonatos argentinos de basquetbol jugó en la historia de la competición, denominaba el “Más Argentinos de los campeonatos”.

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