San Martín: no todos los héroes usan capa

San Martín: no todos los héroes usan capa

En 2004, Bernal aceptó llegar a un club devastado y fue un pilar en el resurgimiento “santo”.

GRAN ETAPA. Bernal festeja un gol con la camiseta de San Martín. “Fue un gran desafío en mi carrera”, aseguró el volante.  GRAN ETAPA. Bernal festeja un gol con la camiseta de San Martín. “Fue un gran desafío en mi carrera”, aseguró el volante.

Muchas veces se dice que hay que tocar fondo para volver a emerger. Eso lo sabe bien José María Bernal, el volante que en 2004 desembarcó en La Ciudadela para ser parte del resurgimiento futbolístico de San Martín (había caído hasta la Liga Tucumana). “Joselo” hizo su aporte y los esfuerzos rindieron los frutos. En 2008 el “Santo” terminó logrando el ansiado ascenso a la máxima categoría.

Hoy a los 46 años, vive en Concepción del Uruguay junto a su hijo Tadeo y desde allí dialogó con LG Deportiva recordando su paso por La Ciudadela.

- ¿Cómo llegaste a San Martín?

- Fue en febrero de 2004. Acababa de jugar la Primera B Nacional para Ben Hur de Rafaela y me llamaron de San Martín, un club que se estaba reorganizando en todos los aspectos. Al igual que varios que llegaron en ese tiempo al club, por momentos pensé que estaba tomando una decisión incorrecta. Dejaba de jugar en la segunda categoría para ir a un club que debía empezar de cero. Pero sin dudas fue el desafío más atrapante de mi carrera.

- ¿Qué te sedujo?

- Cuando me habló Carlos Roldán armé las valijas y me vine. No llegué solo, me acompañaron Juan Monge y Héctor Teri. No sé cuántos jugadores aceptan bajar dos categorías sólo por un proyecto. Pero a mí siempre me gustaron los desafíos.

-¿Con qué te encontraste?

- Y... el caos no era solamente en lo futbolístico. Los campos de juego eran una calamidad y muchas veces no teníamos ni agua en los vestuarios. Pero lo que estuvimos en el inicio de ese proceso demostramos que queríamos esa camiseta. Pasaron 16 años y puedo decir que nunca me arrepentiré de haber tomado la decisión de ir a San Martín.

- ¿Te acordás de tu primer día?

- Fue algo que para algunos puede resultar decepcionante. Nos presentamos a entrenar en el estadio y cuando ingresamos al campo el pasto nos llegaba a las rodillas. Nos dieron dos mudas de ropa y después de las prácticas debíamos llevarlas para lavar en nuestras casas. Además, cuando llegué a Tucumán con mi esposa y mi hijo que no había cumplido todavía el año de vida, me pusieron en una habitación compartida junto Juan un hotel de 9 de Julio y Crisóstomo Álvarez. Allí estuvimos durante un mes, porque nadie le quería alquilar un departamento a San Martín. Incluso uno de los dueños de un departamento que fuimos a ver, al saber nuestra situación, nos instó a irnos de Tucumán. Pero todas esas pálidas, se compensan con el cariño que recibí del hincha.

- ¿Por qué te quedaste pese a ese panorama?

- Pensaba sólo en jugar al fútbol; lo tomaba como un trabajo. Esas cosas que debimos superar nos fue fortificando el temple y eso quedó demostrado.

- Tu salida nunca quedó clara. ¿Qué pasó?

- No fue la despedida que hubiera querido. Me hubiese gustado tener un poco más de apoyo durante el último año. Desde que pisé La Ciudadela me desvivió la idea de ponerme esa camiseta en Primera, y creo que me lo merecía como premio a todo el esfuerzo que había hecho. Me dolió mucho que los directivos y el entrenador no me tuvieran en cuenta, sobre todo porque nunca me explicaron el porqué. Merecía más respeto.

- ¿Te molestó que Roldán no te respaldará?

- Puede ser, sobre todo porque conocía mi sueño de jugar en Primera. Pero eso ya quedó en el pasado. Ya lo charlamos, aclaramos todo y hasta tuve la posibilidad de trabajar en otros clubes junto a él.

- ¿Cuáles fueron los mejores recuerdos que te llevaste de San Martín?

- En primer lugar el cariño de la gente; es incomparable. En lo futbolístico, mi primera alegría fue el título liguista cuando le ganamos a Ñuñorco y cortamos una racha de 17 años sin que el club se consagrara en la Liga. Aquel día convertí el primer gol. Otra cosa que me llevé es que mi hijo, que hoy tiene 17 años, haya salido fanático de San Martín.

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